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12 de septiembre de 2024

Luis Gorrochategui

Por qué Gibraltar es español

Las fuerzas que tomaron Gibraltar, que incluían tropas españolas, luchaban en la guerra de sucesión española por el candidato austria don Carlos, no por Inglaterra. Por ello, el izamiento de la bandera inglesa tras la entrega fue un acto también ilegítimo

Madrid Actualizada 11:14

Fragmento de 'El último de Gibraltar', de Augusto Ferrer-Dalmau

Fragmento de 'El último de Gibraltar', de Augusto Ferrer-Dalmau

He tenido que leer varias veces la noticia de que el Comité de Control, Ética y Disciplina de la UEFA ha multado a Morata y Rodri, de fama inmortal. La razón, como sabemos, son unos cánticos durante la celebración de la victoria sobre Inglaterra en la final de la Eurocopa. Para tan drástica decisión los cánticos deberían de ser realmente intolerables. Pero no, lo que cantaron fue simplemente «Es español, Gibraltar es español», en una estrofa que se repite. No insultaron a nadie. No cantaron, por poner un ejemplo: «Es un cabrón, Rooke es un cabrón». Aunque el tal Rooke, el almirante George Rooke, se mereciera con creces la coplilla. De hecho, se la ganó a pulso, pues fue el que secuestró a mujeres y niños españoles, allá por 1704, para rendir la plaza de Gibraltar, bajo la amenaza de hacerles daño, perpetrando uno de los hechos de armas más miserables jamás ocurridos en suelo patrio. Los defensores, para salvar a las mujeres y a los niños, entregaron la plaza. En su mente estaban los abusos cometidos por la chusma angloholandesa contra la población civil en el ataque a Cádiz dos años antes.

Pero que Gibraltar fue rendido mediante esta ignominiosa conducta es reconocido por los propios historiadores ingleses. Efectivamente, el pueblo fue furiosamente cañoneado, pero este bombardeo «causó tan poco daño a la ciudad que se iban a enviar órdenes para que cesaran el fuego y retiraran los barcos, pero entonces, afortunadamente, mujeres españolas fueron interceptadas y quedaron a merced del enemigo, lo que fue suficiente para alarmar a los españoles, hasta el punto de dar un giro inesperado a este asunto y ser la causa principal de la rendición» (1).

Tratado de aiento de negros entre España e Inglaterra (1713)

Tratado de aiento de negros entre España e Inglaterra (1713)

Debería llamarnos la atención que esto no se haya convertido en un histórico reproche mundialmente conocido, y no haya devenido en una afrentosa memoria que sonrojase a todo británico con el solo recuerdo del gran peñasco sobre el mar. Pero no nos sorprende su ocultación, pues, al modo del cine, toda coincidencia entre la historia oficial divulgada y los hechos reales es pura coincidencia. En todo caso, no acaba aquí la perfidia de 1704, pues las fuerzas que tomaron Gibraltar, que incluían tropas españolas, eran austracistas, es decir, luchaban en la guerra de sucesión española por el candidato austria don Carlos, no por Inglaterra. Por ello, el izamiento de la bandera inglesa tras la entrega fue un acto también ilegítimo. Si lo hubieran sabido los españoles que participaron en el ataque, no hubieran luchado porque Inglaterra usurpara territorio a España. En todo caso, no descartemos el considerar una jugada maestra la que realizó Carlos II en su lecho de muerte al cambiar su testamento y dejar el imperio entero al francés. Se saltó los tratados de partición, que lo repartían como una tarta en un cumpleaños, permitiendo la supervivencia del imperio español, que de otro modo se hubiera disgregado. Con esta finta de última hora, el imperio pervivió y tuvo pérdidas territoriales mínimas, entre las que destaca Gibraltar, que se convierte ahora en un recordatorio de su pervivencia. Aunque también hay que recordar que, con el tratado de Utrecht, Inglaterra no sólo consiguió Gibraltar, sino también penetrar en el imperio con su exigencia del triste navío de asiento: un barco anual en el que tuvimos que permitirle durante 30 años la introducción y venta de esclavos negros provenientes de África en América. Los excesos británicos con la excusa de tal permiso acabarían desembocando en la guerra del Asiento o de la Oreja de Jenkins.

Pero solo hemos hablado de Gibraltar este, donde se ubica el peñón. La usurpación de Gibraltar norte, la zona donde se ha construido una pista de aterrizaje, es más reciente y también lamentable. En 1724, en tiempos de paz, se produce una primera violación del tratado de Utrecht e Inglaterra ocupa las zonas adyacentes al peñón, aunque más graves van a ser las usurpaciones del istmo de 1815 y 1854, estas dos bajo la humanitaria petición de alojar enfermos de peste, pero que no fueron reintegradas cuando las epidemias remitieron. Estas predaciones consisten en un delito permanente, al igual que las aún más recientes y cotidianas en Gibraltar oeste, construido en aguas jurisdiccionales españolas, según los tratados internacionales que año tras año transgrede el gobierno británico.

Vemos por tanto que la presencia inglesa en Gibraltar tiene enormes problemas de legitimidad desde su origen, aunque no se quedan atrás sus desvergüenzas actuales, puesto que hoy Gibraltar es, por encima de todo, una península pirata en la cual un número indeterminado de docenas de miles de empresas no pagan impuestos. Todos los días se defraudan a Hacienda incalculables millones de euros en esta nueva modalidad de la especialidad histórica de Inglaterra: la piratería, es decir, el robo. Por todo ello debemos de luchar todos unidos por la expulsión de este paraíso fiscal de territorio español y cuando los de fama inmortal gritan «Gibraltar es español», dicen muchas cosas al mismo tiempo. Entre ellas, que se cumpla la legalidad en la punta sur de la península y se hagan efectivas por fin las resoluciones 1514 (XV), 2231 (XXI) y 2353 (XXII), de la Organización de las Naciones Unidas. Esta última, refiriéndose explícitamente a Gibraltar, concluye: «Toda situación colonial que destruya parcial o totalmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas».

Sorprende en extremo que la UEFA se enfrente de un modo frontal a la ONU. Porque si la ONU pide la devolución de ese territorio a España es porque ese territorio es español y ha sido colonizado por una potencia extranjera. Elemental querido Watson, diría Sherlock Holmes, mirando irónicamente al Comité de la UEFA, a los que recomiendo repasar las clases de lógica elemental. Por lo tanto, cantar «Gibraltar es español» es una completa obviedad. Resulta inconcebible que la UEFA vaya contra la lógica de las cosas en vez de dedicarse al fútbol. Además, este cántico puede inventariarse como una coplilla popular española muy relacionada con celebraciones y reuniones. No llega al nivel de «Asturias, patria querida », secularmente entonada precisamente cuando la panda de amigos van entonados, pero no se queda muy atrás. Por todo esto, es intolerable que la UEFA se entrometa en nuestras costumbres. Habría que recordarle a Aleksander Ceferin, su actual presidente, sus sabias palabras al declarar que el futbol «puede ser una fuerza poderosa para el cambio social positivo». La devolución de su pueblo a los vecinos de Gibraltar, que llevan tres siglos esperándola desplazados en San Roque, el cumplimiento de las resoluciones internacionales, la desmilitarización de una zona densamente poblada donde se detienen submarinos nucleares averiados, son sin duda un cambio social positivo. ¿No lo cree así, señor Ceferin?

Pero este artículo no va de ese maravilloso invento inglés llamado fútbol. Mientras lo concluyo, recibo la provocadora noticia de que el gobierno británico quiere hacer una moneda conmemorativa para celebrar el aniversario de la perfidia ocurrida el 4 de agosto de 1704. Me fascina cómo la propia propaganda generada por Inglaterra lleva al completo desconocimiento acerca de su historia a la propia Gran Bretaña. Me recuerda el caso de la Contra Armada. Si la conociesen, a nadie se le ocurriría hacer una moneda sobre lo ocurrido aquel día, sino más bien dejarlo correr. ¿En esa moneda se va a representar la escena de Rooke entregando a las aterrorizadas mujeres, mientras Diego de Salinas le entrega las llaves de Gibraltar para recuperarlas y evitar que sean víctimas de la «rudeza de los marineros»? (2). ¿Será tal vez una moneda alucinada, como aquella medalla en la que se ve a Blas de Lezo arrodillado dándole las llaves de Cartagena de Indias a Vernon? Estoy seguro de que, más allá de estas gigantescas compañías de inteligencia generadoras de la propaganda, hay investigadores británicos que se llevarán las manos a la cabeza. Porque en Gran Bretaña existe una profunda e intransferible libertad individual. En todo caso, creo que la acuñación de la moneda será inevitable, y acabará luciendo en la misma vitrina que las medallas acuñadas en 1741.

  • Luis Gorrochategui es escritor e historiador. Autor entre otros libros de 'Contra Armada. La mayor catástrofe naval de la historia de Inglaterra' (Ministerio de Defensa 2011) y 'Contra Armada. La mayor victoria de España sobre Inglaterra' (Crítica, 2020)

Notas al pie

  1. Charkes Ekins, The Naval Battles of Great Britain, Balwin and Cradock, Londres 1828, p. 6.
  2. Charkes Ekins, The Naval Battles of Great Britain, Balwin and Cradock, Londres 1828, p. 8.
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