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El coronel Segismundo Casado

Entrevista al periodista Alberto Laguna

«El coronel Casado empezó a dialogar la rendición republicana con los nacionales a finales de enero de 1939»

El periodista Alberto Laguna, coautor de La Guerra encubierta, desgrana para El Debate los secretos de las principales operaciones de inteligencia de la Guerra Civil

El libro lleva por título La Guerra Encubierta y, según uno de sus autores, el periodista especializado Alberto Laguna, su finalidad es «contar historias inéditas o muy poco manidas de la Guerra Civil española. Es el motivo principal del libro». Es el segundo libro que publica. El primero fue La Quinta Columna, que hablaba de los aspectos inéditos de los servicios de información franquistas en territorio republicano. Este segundo libro no ha sido la continuación, pero el primero sí que sirvió como avanzadilla. «Digamos que se ha profundizado un poco más sobre historias que se me habían quedado en el tintero. Entonces me puse manos a la obra junto con la otra autora, Victoria de Diego, porque estábamos un poco cansados o hastiados de ver siempre lo mismo. Los mismos libros de la guerra civil española sobre temáticas más generales, sobre batallas, sobre historia militar pura y dura. Por eso decidimos profundizar».

–¿Qué importancia tuvieron las operaciones secretas durante la Guerra Civil?

-Pues fueron muy importantes hasta el punto de ganar batallas o de influir en ellas.

–¿Por ejemplo?

–Me viene a la mente una segunda ofensiva que los republicanos iban a lanzar en Brunete en enero de 1939. El ejército franquista se anticipa a ella y consigue dar la vuelta a la tortilla gracias a sus servicios secretos. Esa fue una operación clandestina de los servicios de información de Franco para terminar ganando esa batalla; o bien otro tipo de operaciones, quizás un poco más pequeñas en cuanto a envergadura militar pura y dura, pero que tenían una importancia significativa. Por ejemplo, algunas de ellas consistían en la eliminación física de adversarios políticos. En el Madrid republicano eliminaron físicamente, mataron, asesinaron los servicios secretos republicanos a un diplomático belga porque tenían serias sospechas de que era espía al servicio de los de los nacionales o incluso que podía estar espiando a favor de alguna potencia extranjera. Fueron muy importantes las operaciones clandestinas, a veces para ganar batallas no demasiado relevantes, pero sí estratégicamente muy significativas.

–¿A partir de cuando se reafirma la supremacía de un bando sobre otro en materia de inteligencia?

–Muy buena pregunta, la verdad: hay que tener en cuenta que el bando republicano tuvo hasta cinco servicios diferentes de información durante toda la guerra, lo significa que cada uno en el bando republicano hacía el espionaje por su cuenta, lo que trajo demasiados problemas. Algo parecido sucedió con los servicios secretos nacionales: podemos decir que hubo dos unidades de inteligencia. Por un lado, el Sifne (Servicios de Información de la Frontera Nordeste de España) que era puramente civil y operaba, sobre todo, en el sur de Francia. Por el otro también se encontraba el Sipm (Servicio de Información y Policía Militar) que tenía un carácter militar y que terminó absorbiendo el SIFNE bajo un mando único.

–Insisto: ¿Hay una fecha a partir de la cual los servicios de información de Franco se imponen a los republicanos?

–Diría que después de la batalla del Ebro. Muy tarde.

–¿Cuáles son las razones?

–Sí. No hay que olvidar que al coronel José Ungría, director del espionaje nacional, le sorprende el estallido de la guerra en territorio republicano. Era un gran experto en inteligencia y pasa un tiempo hasta que se va de Madrid y llega a Burgos. De no haber sido por Ungría, la «película» hubiera cambiado en materia de información. Sin ir más lejos, los grupos de la Quinta Columna que operaron en la retaguardia madrileña empiezan realmente a conspirar contra la República de una manera efectiva en el verano de 1937. Hasta entonces habían actuado, sí, pero no hasta el punto de ganar batallas o de obtener información. Habían actuado para salvar el pellejo, para no ser aniquilados.

El bando republicano tuvo hasta cuatro servicios diferentes de información durante toda la guerra, lo que trajo demasiados problemas

–Quien sí salvó su pellejo fue Manuel Gutiérrez Mellado tras el Asalto al cuartel de Campamento. ¿Lo tenía planificado o no le quedaba más remedio?

–La guerra sorprendió a Gutiérrez Mellado en Campamento. Estaba destinado como teniente en el Regimiento de Artillería a Caballo. Su actuación en estos primeros días de sublevación está bastante clara: él se subleva junto a su regimiento y se levanta en armas contra la República. De hecho, simpatiza con Falange en la primavera y verano del 36. Esto es un hecho que está confirmado y que hemos comprobado en los archivos a través de sus declaraciones juradas y la de varios de sus compañeros.

–¿De dónde viene, entonces, la controversia?

–Lo que pasa es que hay muchas lagunas sobre su actuación y en el libro tratamos de dar un poco de luz a todas esas incógnitas. Gutiérrez Mellado abandona Campamento junto a otros oficiales de su regimiento y un soldado falangista cuando la República aplasta la sublevación en los cuarteles. Él lidera una expedición de evadidos que llega a Villaviciosa de Odón, pueblo donde tenía muchos contactos de índole familiar y donde logra esconderse. El Guti (como le conocían) elude la detención, pero sus compañeros de fuga son detenidos y prácticamente todos son asesinados después.

Portada del libro 'La Guerra Encubierta' del periodista Alberto Laguna y la escritora Victoria de Diego

–¿Cómo las resuelven?

–Después de aquello y después de pasar por la cárcel y por una embajada, Gutiérrez Mellado empezó a trabajar para los servicios de información de Franco. Es cierto que lo hizo a partir de febrero de 1938, cuando la guerra ya se estaba decantando de una manera clara y evidente hacia el bando nacional.

–A sus compañeros del Regimiento a Caballo les hizo polvo.

–l hecho de que todos sus compañeros de fuga, a excepción del soldado falangista, fueran asesinados causó un gran revuelo en los círculos militares de la posguerra. Muchos criticaron la buena sintonía que tenía con el alcalde socialista de Villaviciosa de Odón; tan solo le permitió a él ocultarse en el pueblo durante semanas. Muchas personas pusieron en duda la versión que contó y dudaron también de una serie de carambolas un tanto extrañas que le permitieron sobrevivir en el Madrid republicano.

–¿Y los otros presos durante el resto de la guerra?

–Algunos serían asesinados en las sacas de Paracuellos de Jarama. Respecto del resto, ni siquiera se celebró un juicio contra ellos.

–Siguiendo con las deserciones, también llama la atención que se dediquen varias páginas a la del comandante franquista Ramón Lloro.

–Fue una deserción un tanto surrealista, inexplicable y quizás motivada por un estado de salud mental o psiquiátrica endeble. Es una deserción que se produjo en marzo de 1939, cuando la guerra estaba a punto de terminar, o sea, cuando ya todo el mundo sabía que era cuestión de días. Bueno, pues Lloro, que mandaba a más de 2.000 en el sector de la Casa de Campo, después de una borrachera decide pasarse inexplicablemente al bando republicano, después de una discusión, por cierto, con su superior, con el coronel Eduardo Losas. Es una de las novedades del libro. Demostramos que tenía un desequilibrio mental que abordamos en el libro. Con todo y con ello fue condenado a muerte. Luego le conmutaron la pena y murió en el más absoluto anonimato en un pueblo de Huesca en los años 50.

–Hablando de cosas más frívolas como las mataharis a las que dedican un capítulo...

–Se trataba fundamentalmente de dos mujeres que habían sufrido las consecuencias de la guerra. Las dos habían perdido a familiares que habían sido asesinados por falangistas al principio de la de la contienda y que decidieron espiar en favor de la República en las zonas de Teruel y Guadalajara. Y nosotros hemos reconstruido la historia de estas mujeres y también la historia de El capitán de la Guardia Civil, Castro Samaniego, que les dio caza, porque no nos olvidemos que eran dos mujeres muy brillantes desde el punto de vista del espionaje. Tanto es así que el propio capitán de la Benemérita en los informes internos a los que hemos tenido acceso, pues elogiaba lo inteligentes y lo brillantes que eran estas mujeres para poder constituir dos redes de información eficaces.

–Una especialmente.

–La de Mónica Cruzado Salesas, que operaba en Villarquemado, en Teruel, llegó a captar a dos soldados franquistas que estaban muy cerca del Coronel de Estado Mayor de un cuerpo del Ejército de Castilla.

–¿Aportaban información valiosa?

–Muy valiosa. Ellas trabajaban directamente para un servicio secreto republicano, en concreto lo hacían para el que es un servicio de información periférico especial que se nutría básicamente de información, por un lado, de los guerrilleros que se infiltraba en la retaguardia nacional y, por otro lado, en las redes de información que operaban directamente desde los pueblos franquistas. Y ella, en concreto, dirigía una de esas redes que operaba desde la retaguardia franquista.

–¿Y el capitán de la Guardia Civil?

–Luis Castro Samaniego merecería una película porque tiene una historia de serie de televisión o de película de Hollywood.

–Yendo hacia el final del conflicto: ¿estuvo manipulado el coronel Casado por algún servicio de inteligencia cuando dio su golpe en Madrid en marzo del 39?

–No sé si manipulación es la palabra, pero en cierta manera sí que estuvo presionado. Según algunos, en concreto, por dos agentes diferentes del Ejército Nacional.

–¿Quiénes eran?

–Uno de ellos se llamaba Diego Medina Garijo, era su médico personal. Y el otro era José Centaño de la Paz. Era un teniente coronel de artillería que también trabajaba para los sublevados y que tenía una red de la Quinta Columna que se llamaba Lucero Verde, teniendo un protagonismo especial en la recta final de la de la guerra.

–¿Cuál era la relación de Casado con el bando nacional?

–Ha habido algún historiador que se le ha llenado la boca diciendo que Casado, ya desde primeros de 1938, operaba a favor de Franco, que era miembro incluso de la Quinta Columna. Esto no es cierto. Tenemos documentado que cuando Casado realmente empieza a trabajar para la Quinta Columna o empieza a dialogar los nacionales es a finales de enero de 1939.