Dinastías y poder
Manejaron el poder y la pluma: reinas que dejaron por escrito sus vidas
Varias han sido las monarcas que han dejado escritas sus memorias. Vidas contadas con la sensibilidad femenina de quienes un día estuvieron en la cúspide del poder
¿La historia de las dinastías reales contada por sus protagonistas? Varias han sido las reinas que han dejado escritas sus memorias. Un reflejo personal de vivencias en el escenario europeo. Vidas contadas con la sensibilidad femenina de quienes un día estuvieron en la cúspide del poder. Unas priorizaron sus familias, otras la cultura y la ciencia mientras que alguna afrontó con determinación la responsabilidad de un trono. Con la distancia que supone para el relato histórico el testimonio personal, todas contribuyeron a acercarnos mejor al tiempo y la sociedad de su época.
Catalina la Grande reúne todos los ingredientes de las grandes mujeres de la historia. Nació princesa prusiana y no se llamaba Catalina. Era Sofía, aunque el poder que adquirió en el siglo XVIII hizo sombra a todos los que le rodearon. Empezando por su propio esposo, el zar Pedro III y su hijo Pablo I. Acusada de todo tipo de conspiraciones y amoríos, tuvo la grandeza de saber europeizar Rusia, ampliar las fronteras hacia occidente y dejar el Imperio a las puertas de la modernización. Mujer ilustrada que se carteaba con Voltaire y otros sabios de las luces, dejó escritas sus memorias en francés. Fueron traducidas y publicadas por Aleksandr Herzen en 1859. También escribió libros de cuentos y obras de teatro. Isabel de Madariaga o Robert K. Massie han trabajado bien su biografía.
Federica de Grecia, princesa de Hannover y abuela de Felipe VI. Era nieta del káiser Guillermo II. De su madre heredó la «tiara prusiana» que lucieron la reina Letizia y doña Sofía en sus bodas. Se convirtió en reina de Grecia por su matrimonio con el entonces príncipe heredero, Pablo, el menor de los hijos de Constantino I. Durante casi dos décadas (1947-1964) ejerció su influencia en el destino del único país no sometido a la órbita comunista en la Europa del Este y freno del telón de acero en el Mediterráneo. Tuvo un papel destacado en las relaciones entre Grecia, Reino Unido y Estados Unidos durante la Guerra Fría y mantuvo un trato próximo con grandes magnates como Niarchos y Onassis. Su vida ya en el exilio estuvo unida a España, donde falleció en enero de 1981 tras una operación de párpados. Escribió y publicó sus Memorias en 1971, un extraordinario testimonio de toda una época.
María de Rumanía, una mujer extravagante, apasionada y muy escénica. Fue reina consorte entre 1914 y 1927. Nieta de la reina Victoria, tenía grandes capacidades políticas que demostró durante la Primera Guerra Mundial y en las posteriores negociaciones de paz en París. El propio Clemenceau quedó fascinado ante su determinación por devolver a Rumanía los territorios de Transilvania. Lucía la moda más exquisita y piezas de joyería deslumbrantes, pero se ganó el reconocimiento de la diplomacia internacional. Tuvo que lidiar con una vida personal compleja a causa de un marido apocado y un hijo enredador. María escribió cuentos de hadas y princesas, polémicas colaboraciones en prensa que se hicieron muy populares y en las que mostraba opiniones sobre belleza, ropa o la vida en la corte y sus propias memorias, La historia de mi vida, publicadas por primera vez en 1934. Se tiraron varias ediciones y ha sido traducida a muchísimos idiomas. María, Missy como se la conocía en familia, fue tachada de excéntrica y libertina por las autoridades comunistas que gobernaron Rumanía tras el final de la II Guerra Mundial.
Farah Diba Pahleví, última emperatriz de Irán y única consorte todavía viva que nos ha dejado su testimonio. Mujer elegante, sofisticada y cosmopolita. Fue la tercera esposa del sah Mohamed Reza Pahleví, la shahbanou entre 1959 y 1979, del Irán moderno. Pocos pensaron que el pueblo fuese capaz de olvidar los proverbiales ojos de Soraya, pero ella supo ganarse el respeto de un pueblo que caminaba hacia la modernización a paso lento; una «revolución blanca» dirigida a buscar el aplauso exterior mediante políticas de apertura, el voto femenino y una reforma agraria que al menos sobre el papel, beneficiase a los campesinos. Farah apoyaba estas políticas y se volcó con las causas humanitarias y de educación en las mujeres. Hasta que la voz del ayatolá Jomeini empezó a escucharse. Ya en el exilio, acompañó a su esposo en la enfermedad y desde que se quedó viuda en 1980 ha mantenido un discreto papel político. Su vida familiar está empañada por la trágica muerte de dos de sus hijos, quienes nunca aceptaron el destino que les había deparado la historia.
Sofía de Wurtemberg, esposa de Guillermo III de Orange y Natalia, reina de Serbia, también escribieron sus memorias, aunque las de esta última, que murió casi mendiga en un convento a las afueras de París, no se han localizado. Ghislaine de Mónaco, antigua comediante y espía que engatusó a Luis II, dedicó las suyas a Grace Kelly. También el marido díscolo de Margarita de Dinamarca, el príncipe Enrique de Monpezat, ha dejado su libro El destino obliga, publicado en 1997. Así que en adelante no sabemos lo que deparará en futuro.