Dinastías y poder
Cómo una austriaca judía terminó convirtiéndose en soberana de un paraíso fiscal
Su ascendencia judía chocaba con el creciente número de simpatías nazis que se respiraban en la Unión Nacional, el partido más influyente del Principado
Liechtenstein es uno de los centros financieros más importante de Europa. Este minúsculo principado procede de feudos otorgados por Austria en recompensa por sus servicios militares a finales del siglo XVII. Bajo el mandato de Juan II se transformó en una monarquía constitucional, de economía todavía agraria en la que sus cerca de 16.000 habitantes apenas veía a su soberano, afincado en palacios checos.
Sin embargo, en 1919, cuando terminó la Primera Guerra Mundial, Liechtenstein fue el único estado monárquico que sobrevivió al derrumbamiento general de la realeza del centro de Europa: cayeron las coronas de todos los soberanos alemanes, los Habsburgo, Hohenzollern y las casas de Baviera o Lippe. Pero Liechtenstein sobrevivió y con ella, su dinastía.
Tras varias décadas como soberano, Juan II fallecía sin hijos en 1928. Su hermano heredaba este estado soberano como Francisco I. Meses atrás, cuando solo era el heredero, había conocido a una mujer de ascendencia austriaca, hija de un próspero comerciante judío que hizo fortuna en Moravia gracias a las minas de carbón.
Se llamaba Isabel von Gutmann y era viuda de un distinguido barón húngaro. Se casaron en una boda sencilla en la pequeña parroquia de Laiz, cerca de Viena. Ambos eran mayores: ella tenía 53 años, él 65. Las posibilidades de tener descendencia parecían remotas por lo que su joven sobrino Francisco José, ahijado del fallecido emperador del Imperio, empezó a ser educado como sucesor.
Eran días de inestabilidad en los que la inflación hacía estragos en la vida centroeuropea. Francisco e Isabel visitaban con asiduidad su pequeño reino y se fueron ganando la simpatía del pueblo por su carácter próximo. Y aunque siguieron sin establecerse de modo definitivo en Vaduz —capital del pequeño principado— se integraron en las costumbres y folklore tan arraigadas en esas tierras.
Pero la ascendencia judía de Isabel chocaba con el creciente número de simpatías nazis que se respiraban en la Unión Nacional, el partido más influyente del Principado. Liechtenstein apenas llegaba a los 11.000 habitantes, pero su posición estratégica lo hacía apetecible para las ambiciones expansionistas alemanas. Quizá, este fue el motivo por el que cuando se produjo la anexión de Austria a Alemania, el matrimonio se marchó a sus posesiones de Valtice, cerca de Praga y abdicó en su sobrino. Francisco I de Liechtenstein falleció en julio de 1938. Isabel, de nuevo viuda, se trasladó a una villa de su propiedad cerca del lago Lucerna, en Suiza, donde murió ya terminada la Segunda Guerra Mundial.
Francisco José II supo jugar muy bien sus bazas para mantener la neutralidad frente a Alemania y aprovechar la relación diplomática con Suiza, administradora de sus aduanas, correos y telégrafos. Hitler respetó a este diminuto estado y retiró a sus agentes y agitadores. Aunque tiempo después se abrió un debate sobre los beneficios económicos que obtuvo el Principado, lo cierto es que Liechtenstein permaneció al margen de la guerra e incluso sirvió de refugio para quienes trataron de escapar de la tragedia.
En 1943, el soberano se casó con Georgina de Wilczet, una condesa de origen austríaco, a la que siempre se conoció como Gina y desde entonces recibió el tratamiento de Alteza Serenísima. El matrimonio fijo su residencia en Vaduz, ya que «aunque no presenta las comodidades de Viena, nuestra presencia aquí, con nuestro pueblo, era indispensable», confesó el soberano en una entrevista concedida a ABC. El matrimonio tuvo cinco hijos. Su hija Nora estuvo casada con el marqués de Mariño, padre de Isabel Sartorius en quien un día muchos vieron a una estupenda consorte real española.
Con apenas 159 kilómetros cuadrados de extensión, esta región situada entre el Rin y los contrafuertes occidentales de los Alpes suizos se convirtió en un paraíso fiscal para las fortunas europeas. Liechtenstein es una monarquía hereditaria cuyo poder ejecutivo es ejercido por el soberano a través de un Consejo de Gobierno responsable ante el Parlamento. En 1984, Francisco José traspasó los poderes ejecutivos a su hijo mayor, Hans Adam, soberano y jefe del Estado desde 1989 y quien a su vez ha cedido las decisiones de gobierno en su primogénito y heredero, el príncipe Alois. De religión católica, como el 75 % de la población del Principado, anunció que ejercería su derecho de veto principesco si se votaba en referéndum la legalización del aborto.