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Historias de la historiaAntonio Pérez Henares

El coronel Juan Bautista de Anza, el fundador de los Dragones de Cuera y de la ciudad de San Francisco

La primera y verdadera gran batalla de tropas de caballería en el Oeste americano, entre indios y blancos, estuvo protagonizada por españoles, pero no ha sido recreada jamás en el cine, ni sus jinetes se han asomado por ninguna pantalla de televisión

Juan Francisco de Anza. Estatua en San Francisco

¿Cuántas películas del Oeste, cuantas series de televisión, y cuántos personajes —algunos de la peor ralea y condición— convertidos en héroes, hemos visto y revisto en nuestras vidas? Miles y puede que hasta más de un millón los indios abatidos por ellos.

Pero la primera y verdadera gran batalla de tropas de caballería en el Oeste americano, entre indios y blancos, no ha sido recreada jamás en el cine, ni sus jinetes se han asomado por ninguna pantalla de televisión. ¿Y cuál es la razón? Pues muy sencilla. Los jinetes blancos eran españoles y no estaban mandados por un sanguinario e incapaz llamado Custer, sino por un extraordinario militar español Juan Bautista de Anza y sus jinetes no eran soldados del 7º de Caballería, que por la estupidez de su jefe acabaron masacrados, sino los curtidos y bravos Dragones de Cuera, que fundados y bien dirigidos por Anza derrotaron a la poderosa nación comanche y a su terrible jefe, «Cuerno Verde».

Un Dragón de Cuera. Obra de Augusto Ferrer Dalmau

Los Dragones del Rey conocidos también, por su uniformidad, como de Cuera, fueron un cuerpo de caballería, mítico en la frontera norte de Nuevo México que custodió un inmenso territorio, protegió a los indios pacíficos que vivían en él, las tribus apaches entre ellos, de los ataques de los saqueadores y formidables comanches, estableciendo una línea de fuertes, origen de los de las mil películas, que llamaron Presidios.

Juan Bautista era un español —todos los habitantes de la América Hispana tenían tal condición— cuyo abuelo, padre y él mismo habían nacido al otro lado del mar, en el virreinato de la Nueva España, en el México actual. Juan Bautista lo hizo en Fronteras (Sonora) y quedó huérfano a los tres años al caer su padre, capitán del Ejército virreinal, en combate contra los apaches.

Nuestro héroe, porque lo fue, era ya cadete a los 15 años y fue ya los 38 con el rango de su progenitor y muchos combate a sus espaldas cuando el virrey le encomendó la misión de partir hacia el norte y buscar rutas para establecer caminos y poblamientos hacia la Alta California y partió por vez primera al mando de una expedición con 20 soldados, 11 sirvientes, tres curas, 65 vacas y toros, 35 mulas y 140 caballos. Cruzó el río Colorado consiguiendo hacerlo por uno de los pocos pasos de sus impresionantes cañones, el de Yuma, por su amistad con los indios de esa tribu. Señalizó lugares donde poder asentarse y uno fue el de Los Ángeles, donde poco más de un lustro después se establecerían 11 familias hispanas, de las cuales solo dos estaban compuestas por exclusivamente por españoles blancos, siendo las otras de los más variados cruces y mestizajes, que fundaron la hoy gran ciudad californiana.

Retrato de Juan Bautista de Anza

Ya con el grado de teniente coronel emprendió sucesivas expediciones en las cuales demostró saber leer y sobrevivir en tan duro terreno. Solía dividir su marcha en tres grupos separados uno del otro por un día de marcha para dar así tiempo a que los ojos de agua con los que se aprovisionaban se rellenaran. En el trascurso de ellas llegó al estuario del puerto de San Francisco y allí fijo el lugar para un presidio y una misión, convirtiéndose así en el fundador de la ahora tan mentada ciudad de San Francisco, al igual que hizo poco después con San José, que también le debe su existencia como tal. Llevó con él a 240 personas, entre soldados, colonos y frailes, amén de 385 vacas y toros y 695 caballos y mulas, el origen de la impresionante cabaña ganadera y caballar de California.

Reconocido su buen hacer por el virrey, éste le nombró gobernador de Nuevo México, un territorio que se extendía por los actuales Estados de Chihuahua (México) y Nuevo México (EE. UU.). Allí hubo de enfrentarse a la poderosa coalición comanche, grandes jinetes, que habían irrumpido desde las Montañas Rocosas y estaban sembrando el terror por todo el territorio, llegando a asaltar la ciudad de Taos (Nuevo México) un centro comercial de gran importancia en el camino real de Santa Fe. Cuerno Verde, era su sanguinario jefe.

Juan Bautista de Anza abriendo la ruta de Nuevo México a California

Anza partió en su búsqueda con 800 soldados españoles, entre ellos, claro, sus Dragones de Cuera y sus aliados indios, sobre todo apaches y utes. Se adentró por las Grandes Llanuras hasta llegar a Maniou Springs (Colorado) aunque derrotó a una partida enemiga cerca del impactante «El Capitán», en Colorado Springs.

No conseguía dar con el grueso de la fuerza enemiga, pero siguió, tenaz, tras ellos. Fue tras cruzar el río Arkansas cuando logró al fin avistarlos. Volvían eufóricos de una devastadora operación de saqueo por Nuevo México, pero los Dragones consiguieron cerrarles las vías de escape y Anza forzarles a entablar batalla junto al arroyo de Greenhorn Creek cerca de la actual ciudad de Pueblo.

El combate fue feroz, pero los Dragones de Cuera se impusieron e infligieron la más devastadora derrota a los jinetes comanches. El propio Cuerno Verde, al igual que muchos jefes y multitud de sus guerreros perecieron en ella. El coronel Anza recogió del campo de batalla el famoso testuz de búfalo que lleva como copete el jefe comanche y se lo llevó como señal de triunfo. El trofeo de guerra fue enviado a España y entregado al Rey Carlos III. Este lo hizo llegar como presente y singular regalo al Papa Pío VI, quien lo recibió en 1780 en Roma y lo depositó quedando depositado en el Museo Vaticano, donde se encuentra actualmente. El nuevo jefe comanche Cueracapa pidió y firmó la paz con el gobernador de Nuevo México. La llamada «La Paz de Anza» se mantuvo durante cerca de un siglo.

Los Dragones de Cuera, se formaban en la Academia de San Ignacio de Sonora y de allí salían hacia sus destinos en la frontera. A su cuidado tenían un inabarcable territorio que iba desde Nuevo México, Arizona, Texas y la Comanchería hasta California, que controlaban desde sus Presidios de San Antonio, El Álamo, Socorro, Albuquerque, Taos, Santa Fe, Tucsono, Monterrey. Montaban caballos españoles y vestían un uniforme azul con ribetes rojos, corbatín y pañuelo, capa azul también y botas de montar. En su rodela llevaban impreso el escudo de España, se tocaban con un sombrero cordobés de ala ancha y se cubrían con un chaleco de cuero duro sin mangas que les servía de cierta protección contra las flechas indias.

A cada Dragón de Cuera se le entregaban para su cuidado y uso, seis caballos de raza, que habían de atender personalmente, ayudados por dos criados. Su armamento constituía en un sable reglamentario de la caballería española, una pica, dos pistolas de chispa y sobre todo su famoso rifle Brow Bess. Su disciplina, resistencia, conocimiento del terreno y compañerismo les convirtieron en temibles. Y como hay que decirlo todo, unieron a su valentía y arrojo el terror que causaban, pues fueron los primeros en descabellar a los enemigos muertos.

El coronel Juan Bautista de Anza, permaneció como gobernandor de Nuevo México hasta el año 1788, cuando falleció de manera repentina. Estaba casado, pero no dejó hijos. Está enterrado en Arizpe (Nuevo México, EE. UU.) en un mausoleo sito en la iglesia colonial de la época. Tiene una calle en San Francisco y a él está dedicado el Sendero Histórico Nacional Juan Bautista de Anza en California y Arizona, administrado por el Servicio de Parques Nacionales de Estados Unidos.