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Foto del perro conocido comosargento Stubby. Luchó durante la Primera Guerra MundialBettmann / CORBIS

Picotazos de historia

Descubrir el Pacífico o luchar en las dos guerras mundiales: el perro, el fiel compañero del hombre

Los perros son los más fieles y antiguos compañeros de la humanidad. Entre el ser humano y el perro se forjó un vínculo fuerte, intenso y hermoso

El perro —canis lupus familiaris lo llamó Carlos Linneo ( 1707 – 1778) haciéndole subespecie del lobo— se considera que se vinculó con los seres humanos hará unos 17.000 años. Recientes excavaciones realizadas en Bélgica sitúan este vínculo en torno al año 32.000 antes de Cristo, así que el perro es el primer animal que se amaestró. Desde un primer momento este animal demostró poseer unas muy útiles aptitudes y, a lo largo de la historia, le vemos desempeñando labores de: pastoreo, guardián, transporte, guerra, etc.

No todas las culturas muestran apego por los perros. Dentro de la cultura musulmana, este animal está considerado impuro. Es despreciado y maltratado por los árabes y el muy profundamente ofensivo insulto de Ibn kalb (hijo de perra) se reserva para designar a los norteamericanos, según el escritor Frederick Forsyth.

Aquí en España no hemos tenido demasiados caninos famosos, aunque sí hay abundantes ejemplos artísticos que nos los muestran junto a sus amos. Tal vez el ejemplo más conocido lo tenemos en el cuadro Las Meninas del maestro Don Diego de Velázquez y Silva, o el Retrato de Carlos V con un perro de Tiziano. En América destacó un alano llamado Becerrillo que fue propiedad de Juan Ponce de León, el descubridor de La Florida.

Representación de Becerrillo, el perro que fue entrenado por los conquistadores españolesDominio Público

El animal dejó gran fama de nobleza y fiereza, sabiendo distinguir el indio bravo del manso. Dejó descendencia famosa, pues hijo suyo fue Leoncico, animal que sirvió con lealtad a Vasco Núñez de Balboa, descubridor del océano Pacífico. Entonces era común el uso de estos animales en la guerra y para protegerlos se les cubría el cuerpo con una coraza de cuero y el cuello con un grueso collar con pinchos llamado carranca. Esta forma de uso era conocida, al menos, desde el año 600 a. C. cuando el rey Aliates de Lidia los usó contra el pueblo cimerio.

Durante el siglo XVIII los veremos en el campo de batalla ejerciendo diferentes funciones. Federico II de Prusia los utilizó como mensajeros y en siglo siguientes los veremos asociados al soldado como mascotas, cumpliendo labor de vigilancia —mucho más efectivos que los soldados de imaginaria—, transporte, etc. Durante la Primera Guerra Mundial alcanzó fama un Boston Terrier conocido como «sargento Stubby». Este animal es el único perro oficialmente encuadrado en el ejército y ascendido por méritos de campaña, durante ese conflicto, en el ejército de EE. UU. Es bien conocido por todos el uso de estos animales – Curzio Malaparte dio testimonio en su novela Kaputt—, por parte de los soviéticos, contra los tanques alemanes, durante la Segunda Guerra Mundial.

Durante el mismo conflicto, pero en el frente del Pacífico, los norteamericanos los utilizaron en alto número y en todo momento demostraron una lealtad absoluta, a pesar de que los humanos les habían conducido a un entorno de locura. Lo mismo ocurrió durante el conflicto de Vietnam, donde se movilizaron más de cinco mil de estos animales. También se comprobó el efecto terapéutico que el trato con los animales ejercía sobre los soldados estresados y/o con fatiga de combate. Un curioso efecto secundario fue el comprobar la altísima tendencia a sufrir «accidentes», en muchos casos mortales, que tenían aquellos individuos que habían mostrado un comportamiento violento y/o agresivo para con estos compañeros de combate.

Los perros son los más fieles y antiguos compañeros de la humanidad. Entre el ser humano y el perro se forjó un vínculo fuerte, intenso y hermoso. En 1808, Boatswain (contramaestre en inglés), el perro de lord Byron murió y este le erigió un hermoso monumento en el que mandó que se escribiera un largo y conmovedor epitafio que terminaba... «Para marcar los restos de un amigo se alzan estas piedras; solo conocí uno… Y aquí yace».