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Historias de la historiaAntonio Pérez Henares

Seductora y sangrienta: Beatriz de Bobadilla en la corte los Reyes Católicos

La leyenda de La Cazadora ya estaba ya estaba forjada. «Mujer despiadada, cruel, sanguinaria, ambiciosa, ladrona y ninfómana», a la que se unió el de «Dama Sangrienta» , traficante de esclavos y envenenadora

Beatriz de Bobadilla

Beatriz de Bobadilla llevó el mismo nombre que su tía, la gran dama, leal confidente y la mejor amiga de la Reina Isabel, a la que llegó a salvar la vida en una ocasión. Ambas formaron parte de su círculo más cercano pero con la sobrina, veinte años menor, la relación no fue precisamente igual sino bastante peor. Y no le faltaron razones, aunque de inicio la protegiera.

Su deslumbradora belleza fue el oculto deseo de toda la Corte y su primer amor conocido, motivó de escándalo, aunque no crean que excesivo, la permisividad entonces de ciertas cosas, puede hoy causar perplejidad. Su romance con el joven y apuesto Gran Maestre de Calatrava, Rodrigo Téllez de Girón, los convirtió en la pareja de moda. Aunque fuera la boda imposible, dado que los caballeros de esa Orden tenían estrictas monacales en tal aspecto y bajo ningún concepto podían casarse so pena de perder tal condición y aún más la de Gran Maestre. Pero lo de celibato ya era harina de otro costal.

Don Rodrigo, de hecho, era hijo –junto a otros tres reconocidos– de Pedro Girón, su antecesor en el cargo también. Fue este don Pedro quien sí había renunciado a este honor y dejado en sus manos cuando tan solo era un niño de 10 años para así poderse casar nada menos que con la ahora reina Isabel, entonces princesa a quien habían forzado a desposarse con el poderoso magnate. No llegó a celebrarse boda pues cuando el novio se dirigía a los esponsales, le dio, dos noches antes un tarantantán de vaya usted a saber de qué y se quedó tieso, para inmenso alivio de Isabel.

A Rodrigo lo mantuvieron en el cargo pero el poder lo ejerció su tío y tutor Juan Pacheco hasta que cumplió los 18 años y aunque el Papa había transigido con la condición de que hubiera de esperar hasta los 25, al final fue maestre con todas las bendiciones. Fue al principio partidario de Juana la Beltraneja pero no tardó en cambiar de bando y fue muy bien recibido por la reina castellana y aún más por Beatriz y sus amores poco tardaron en ser no solo notorios sino hasta pregonados y llevados con galanura por ambos.

Todo iba bien y dentro de lo que cabía y era tolerable, hasta que al maestre, cumpliendo como bravo en la guerra de Granada le alcanzaron dos saetas moras en el cerco de Loja y una no tuvo remedio pues le entró por el ojo. Murió en la flor de la vida, con tan sólo 26 años. Ella, la hermosa, solo 22 tenía y no estuvo dispuesta a que se marchitara la suya también.

Los candidatos a consolarla fueron muchos pero hubo uno que en todo les llevaba ventaja, pues era nada menos que el rey Fernando, muy diestro en tales lides y a cuyos requerimientos no hizo ella ningún desdén. Las aventuras extramatrimoniales del monarca no fueron, pero estas preocuparon en mucho a la reina castellana, que tomó oportunas medidas. Algo al menos logró alejarla y ella tampoco perdió el tiempo.

En el cerco final a Granada, allá por el campamento de Santa Fe, se hablo en mas de una ocasión de que disfrutaba de la compañía de un marino genovés que rondaba por allí y que se llamaba Cristóbal Colón. No fue tampoco el único, además, aunque el almirante se hizo incluso ilusiones de maridar. Pero la reina Isabel seguía mosca y cuando se le presentó la ocasión de quitársela de encima la aprovechó de inmediato. Aquel, luego por tantas causas tan mentado, año de 1492 estaba siendo procesado y con amenaza de soga un tal Peraza, apodado el Joven, hijo de Pedraza el Viejo, señor y conquistador de la Gomera al que se le tenía en estimase le quería hacer favor.

Su vástago había tenido participación en la conjura concluida en el asesinato del gobernador de Gran Canaria, Juan Rejón, por la que algunos de sus cómplices habían pagado con su vida. Así que se le hizo una propuesta que no podía rechazar, casarse con Beatriz, lo que era una verdadera pera en dulce, y volver a la Gomera llevándosela con ella. Aceptó feliz, claro. A ella tampoco le desagradó la idea entre otras cosas porque la reina Isabel le otorgó una substanciosa dote. Con tal de que no estuviera cerca de su marido la que fuera menester…

Retrato de Beatriz de Bobadilla

A Beatriz le llamaban la Cazadora, un apodo que en principio venia de su padre, Cazador Mayor del Rey, pero en la Gomera el apodo iba a adquirir otro significado. Hernán Peraza, su marido del que tuvo dos hijos, Gillen e Inés, no tardó en meterse de nuevo en problemas. Sedujo de una princesa nativa, Iballa. Sorprendidos por su tutor, los guanches acabaron con la vida de Peraza. Estalló una tremenda rebelión en toda la isla contra los castellanos.

Beatriz demostró coraje y valor, se encastillo en la Torre de San Sebastián de la Gomera y aguanto hasta que llegaron refuerzas. Tropas de Gran Canaria al mando de su gobernador Pedro Vera que levantaron el cerco y hicieron huir a los rebeldes. Lo que sucedió después cambiaría de manera total la imagen de la bella Beatriz y su vida futura. Vera y ella ofrecieron a los rebeldes una amnistía a cambio de su rendición. Estos la aceptaron y entonces, faltando a su palabra, desataron una represión terrible, asesinando a muchos de ellos, tanto de las tribus sublevadas como de otras que no habían participado y desatando una terrible cacería de exterminio buscando el exterminio de todo varón mayor de 15 años.

Torre de San Sebastián, lugar donde Beatriz y sus hijos se refugiaron tras la muerte de su esposo a manos de los aborígenes gomeros

Fue tal la crueldad que ambos fueron denunciados entre otros por el obispo de Gran Canaria y hubieron de comparecer ante los reyes a rendir cuentas. A Vera, abuelo paterno del gran descubridor Alvar Núñez Cabeza de Vaca, le costó el cargo y perder el favor para siempre de los reyes y a ambos tener que pagar una multa de medio millón de maravedís para rescate de los que habían esclavizado. Los buenos oficios de su tía la condesa de Moya logró que su sobrina pudiera volver a la Gomera, pero su nombre quedó manchado para siempre.

La leyenda de La Cazadora ya estaba ya estaba forjada. «Mujer despiadada, cruel, sanguinaria, ambiciosa, ladrona y ninfómana», a la que se unió el de «Dama Sangrienta» , traficante de esclavos y envenenadora, pues también se dijo que así acababa con algunos amantes en la Gomera cuando se cansaba de ellos. Pero ni siquiera todo ello, pudo borrar la huella de su belleza. Colón prosiguió cortejándola, y la vio antes de partir en el puerto de Santa María e intento de encontrarse con ella en la Gomera, al llevar allí a reparar a La Pinta, pero ella estaba ausente de la isla.

Si lo consiguió en su segundo viaje, cuando ya era el descubridor de las Indias y fue un encuentro muy sonado según cuenta el paisano del genovés, Michelle de Cuneo que iba en el viaje. El almirante hizo engalanar y embanderar las naves, hizo subir a galopines y grumetes por las vergas para llenarlas de color y gallardetes y gasto pólvora en salvas de lombardas y fuegos artificiales anunciando a la bella su llegada. Ella, viuda entonces le recibió con alegría y hospitalidad intima al decir de las lenguas marineras. La aguada demoro bastantes días. «Todo ello se hace por causa de la señora de este dicho lugar, de la cual nuestro señor Almirante está encendido de amor [tincto de amore] desde otros tiempos. En este dicho lugar recogeremos refrescos y todo lo necesario. Me ha dicho que el día 10 de octubre daremos a la vela para tornar a nuestra derrota».

No sería la única vez que Colón se dejara caer por alli, lo hizo también en su 4º y último viaje en 1498 pero se la encontró ya casada esta vez con el adelantado de Canarias, Alonso Fernández de Lugo, a quien ayudó con sus dineros a conquistar, después de una intentona fallida, Tenerife. La Cazadora había cazado marido y no solo eso. Su hijo Guillen, gobernaba en su nombre el Hierro y la Gomera, y su hija Inés casaría luego con el hijo de su marido, entre ellos no había parentesco ni consanguinidad alguna, Pedro Fernández de Lugo, que a la postre heredaría al padre en tierras y en el cargo de adelantado.

La Cazadora tenía también prohibido por la Reina Isabel regresar a Castilla a no ser que fuera por ella o la Justicia requerida. Andaba muy metida en pleitos por sus derechos canarios, y acechada por no pocos enemigos que se había ganado. Al fin pudo hacerlo a la muerte Isabel, a principios del 1504 y regresó a su ciudad natal, a Medina del Campo. Pero no tardó mucho en llegarle la muerte Aquel mismo año, en noviembre, se la encontraron, un amanecer, muerta en su cama. Tenía 42 años y seguía siendo una mujer muy hermosa. Quedó sembrada la duda si había sido por causas naturales o si había sido envenenada. Una leyenda, o no, que añadir a la Cazadora. Su tía, su protectora y confidente de la Reina, 20 años mayor que ella, aun tardaría en bajar a su sepultura, ella rodeada de alabanzas, siete años más que su sobrina.