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El capitán Cortés y guardias civiles republicanos. Detrás, el palacio de Lugar Nuevo

Grandes gestas de la Historia

La gesta de la Guardia Civil en Santa María de la Cabeza: los prolegómenos (Parte I)

Lea y escuche la primera parte del nuevo episodio de los grandes acontecimientos de nuestra historia que publica El Debate cada fin de semana

Una de las características que el fundador de la Guardia Civil, el Duque de Ahumada, imprimió al Cuerpo fue su neutralidad política. Y fue sin duda, una de las claves de su vigencia. Una vigencia que ahora cumple 180 años. Hasta ese momento los cuerpos policiales eran milicias políticas y resultaron ineficaces para mantener el orden. La Benemérita, como pronto se la conoció, tuvo claro que servían a los ciudadanos, independientemente de las ideologías imperantes.

Tras vivir decenas de gobiernos, cuatro reyes, una dictadura y dos repúblicas, la Guardia Civil, se veía envuelta en 1936 en una gran guerra fratricida. Y como reflejo de la sociedad y de las familias españolas se vio dividida entre uno y otro bando. En algunas zonas permanecieron fieles al gobierno del Frente Popular y en otras compartieron el bando rebelde.

Dentro de la zona republicana, su intervención más destacada se centraría en la Defensa de Barcelona. Pero en el bando sublevado hubo un episodio que tuvo lugar en plena sierra en un paraje inhóspito muy lejos de cualquier ciudad que fue protagonizado por guardias civiles, hombres, mujeres y niños. En su momento se vio ensombrecido por la gran difusión mediática de otro asedio heroico, el del Alcázar de Toledo que se convertiría en un mito. Hoy por motivos extra históricos ha tratado de silenciarse en algunas esferas y su extraordinaria dimensión es apenas conocida por el gran público.

Guardias Civiles del Bando Republicano

Lo cierto es que décadas transcurridas, a la luz de las cifras y los hechos, el asedio al Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza es desde el punto de vista bélico y humano una de las gestas más sobrecogedoras y emocionales de la historia de nuestra nación. Como los héroes clásicos de Sagunto, Numancia o más recientemente los de Baler, conocidos como Los últimos de Filipinas, vivirían el mayor asedio jamás sufrido en su siglo. Discurriría entre septiembre de 1936 y el de mayo de 1937. Un total de 9 meses. En la historia universal pocos asedios han sido tan desproporcionados en fuerzas y hombres.

El santuario de la Virgen de la Cabeza

El Santuario de la Virgen de la Cabeza se alza en pleno corazón de Sierra Morena. Su localidad más próxima –a 32 Km– es Andújar en la provincia de Jaén. Era un edificio de roca granítica y tierra arcillosa construido en el siglo XIV, y modificado por el gran arquitecto renacentista Andrés de Vandelvira. Albergaba una efigie de Santa María de la Cabeza, advocación aparecida al pastor Juan Alonso en el siglo XIII tras la Batalla de las Navas de Tolosa. La devoción popular era ferviente y allí se celebraba la romería más antigua de España. El Santuario se situaba en un alto cerro, con una cota de 600 m y estaba regido por la orden de la Santísima Trinidad, más conocidos como Los Trinitarios, una comunidad de doce frailes.

Santuario de la Virgen de la Cabeza

El clima social antes de la sublevación

Jaén era una de las provincias más radicalizadas de España y con el triunfo del Frente Popular en Febrero de 1936 había aumentado el extremismo. La Federación de Trabajadores de la Tierra (FTT), variante de la UGT socialista, y, las Juventudes Socialistas dirigidas por Santiago Carrillo, que seguían directrices de Stalin eran preponderantes. Junto a ellas había 5.000 jóvenes en las milicias revolucionarias. Tales grupos, contaban con cierto amparo de las autoridades –en muchos casos alcaldes incluidos– y protagonizaron en decenas de pueblos de la provincia asaltos a cortijos, ocupaciones violentas de fincas, quemas de cosechas y asesinatos de hacendados y católicos. Los derechistas poco podían hacer ya que apenas llegaban al millar entre la Federación de Labradores y Acción Popular, falangistas, requetés y jóvenes de la CEDA.

En el mismo Mayo del 36 una reunión de alcaldes con el gobernador civil acordaba el impulsar la creación de milicias rojas para intensificar el acoso a los derechistas y se instaba a vigilar a los miembros de la Guardia Civil.

Los efectivos de la Benémérita se hallaban dispersos por 98 puestos y contaban un total de 650 hombres a las órdenes del Teniente coronel Pablo Iglesias.

La sublevación en Jaén

El golpe del 18 de Julio fracasaba en casi toda la provincia de Jaén (solo Alcalá la Real, Porcuna y Lopera caerían en manos sublevadas). La sublevación se convertiría en una excusa para emprender una revolución de tintes bolcheviques y a la capital acudieron grupos de revolucionarios exigiendo armas para actuar contra los facciosos y difundir el terror entre los simpatizantes de los sublevados.

Los tres jefes de la Guardia Civil de la provincia Iglesias, Nofuentes y Navarro se mantuvieron fieles al gobierno de la República, sin embargo un gran grupo de oficiales, suboficiales y tropa sintonizaban con los rebeldes, sobre todo los capitanes, Antonio Reparaz, José Rodríguez Cueto y Santiago Cortés

Pocos días después del golpe, el gobernador civil Rius, ordenaba a Iglesias, jefe de la Comandancia que proporcionara armas al pueblo. Iglesias sabía que si lo hacía las rencillas personales, venganzas, y diferencias políticas se saldarían con sangre entre la población civil. Pero tanto o más preocupaban los guardias civiles de los diferentes puestos corrían un gravísimo peligro.

  1. La Guardia Civil había cumplido con su deber imponiendo el orden en las revueltas anarquistas y la violencia en zonas agrarias, sobre todo en el llamado Trienio Bolchevique del que apenas habían pasado unas décadas y en los recientes graves disturbios del 34. En el golpe de Estado del 34 conocido como «Revolución de Asturias» los cuarteles habían sido asaltados y en algunos casos sus guardias defensores masacrados como el de Sama de Langreo, donde 80 guardias civiles y guardias de asalto fueron asaltados por dos mil milicianos. Por ello, Iglesias sabía que estaban en el punto de mira. De los 98 puestos de la Guardia Civil muchos estaban aislados y contaban con escasa guarnición por lo que para preservar su seguridad consiguió la concentración de los guardias civiles en distintos cuarteles de la provincia (Jaén, Úbeda, Linares, Andújar, Martos y Villacarrillo).

Al concentrar las fuerzas del orden se evitaban enfrentamientos con las turbas, pero se dejó a numerosos habitantes de la provincia indefensos ante grupos incontrolados. Apenas protegida, Andújar los últimos días de julio, fue asolada por la violencia. Ejecuciones por medio de las «sacas» que consistía en sacar a sospechosos de sus casas para después ejecutarlos en los conocidos como «paseos». Asesinatos que no tenían ningún tipo de castigo y ni siquiera eran recogidos por la prensa.

Crímenes y torturas se cebaron en propietarios, religiosos, derechistas y católicos. Entre los ataques anticlericales se obligó a los padres trinitarios a abandonar el Santuario y trasladarse a Andújar donde serían realojados. Los lugareños les decían que no se preocuparan que «La Virgen está por encima de toda política y del comunismo» por lo que no tuvieron miedo, pero su realojo fue muy breve ya que pronto fueron trasladados a la cárcel municipal y en una de las «sacas» de presos, asesinaron a quemarropa a dos de sus principales. El resto de los trinitarios fueron condenados a veinte años de trabajos forzados. Sin embargo, optaron voluntariamente por permanecer con los condenados a muerte, «para hacer compañía a los que estaban ya como santos y mártires de Jesucristo» Poco después asesinaban a otro de ellos. Juan Pablo II en 2007 procedería a la beatificación de los tres.

La columna de Miaja y dos repliegues : Lugar Nuevo y el Santuario

El 28 de julio La llamada «columna Miaja», al mando del General del mismo nombre, llegaba a Andújar desde Madrid. Estaba dispuesta a sofocar el alzamiento en Córdoba, tras haberlo conseguido en Albacete. Estaba formada por dos batallones del Ejército, dos Compañías de Carabineros, dos de marinería, un grupo de guardias de Asalto, 300 guardias civiles, dos grupos de Artillería –y una ingente masa de milicianos que se le iban uniendo por donde pasaba, unos 8.000 hombres en total. Se había reforzado con un contingente de 2000 milicianos armados por subfusiles Schmeiser incautados del Cuartel de la Montaña en Madrid.

Miaja obligó a la Guardia Civil de Andújar a facilitarle guardias para el frente republicano. El Cuartel estaba al mando del capitán Antonio Reparaz que puso como condición que antes de cedérselos se trasladase a sus familiares a un sitio seguro, ya que estaban seriamente amenazados por el odio radical que se proyectaba sobre ellos. Se les propuso como destino Alicante o villas de Ciudad Real pero algo les dijo que al mandarlos tan lejos lo que querían era tomarlos como rehenes y se negaron. Pidieron su traslado al Palacio de Lugar Nuevo a casi cuatro km al sur del Santuario, situado junto al río Jándula.

Miaja y sus hombres

Así 40 guardias civiles, 20 paisanos armados y 231 civiles integraron el grupo que quedaría al mando del teniente Ruano, a los que se sumaron vecinos de la comarca temerosos de los actos revolucionarios que comenzaba a protagonizar los sindicatos campesinos.

¿Qué sucedía en Jaén? Un nuevo repliegue

Por otro lado, en agosto del 36, las hostilidades de los milicianos de Jaén contra la Guardia Civil iban en aumento. Para protegerse habían decidido recluirse en un solo cuartel (en el que estaba el Capitán Cortés). La violencia era tal que se preparaban ya para un inminente asalto –con la única ametralladora de la que disponían– ante las turbas azuzadas por las milicias locales y las autoridades frentepopulistas. Para evitarlo el ministro de la Guerra, Hernández Saravia, autorizaba un segundo repliegue de guardias civiles y sus familias hasta la Sierra de Andújar. El Santuario de la Virgen de la Cabeza, era idóneo ya que contaba con una veintena de casas de cofradías y otras edificaciones. Allí, estarían protegidos de posibles represalias. El Comandante Nofuentes quedaba al mando.

Capitán Cortés

El 16 de agosto quedaba todo dispuesto para el traslado en dos trenes uno para personas y otro para mercancías y avituallamiento. No sabían lo que les depararía el destino. Por un lado, se alejaban del peligro que habían vivido en Jaén, pero el futuro se presentaba incierto.

Tras ello el teniente coronel Iglesias fue enviado a Madrid, y dejaba en el Santuario, a su esposa e hija y el capitán Cortés, uno de los héroes de la gesta, marcharía al Santuario con sus dos hijos pequeños de once y siete años. Dejaría con su suegra a su esposa –entonces embarazada– y a sus tres hijas. Nunca más las vería.

Poco a poco los guardias y familiares fueron instalándose en el Santuario. Al conocer su llegada, al igual que en Lugar Nuevo, se incorporaron también gentes del entorno que huían del terror frentepopulista, Militares retirados, grandes y pequeños propietarios, campesinos y artesanos católicos y algunos derechistas que formaron un grupo heterogéneo de toda clase y condición.

Una vez acomodados, y según lo convenido, el Capitán Reparaz regresó a Jaén pues debía incorporarse a la columna Miaja. Sin embargo, ya había pactado secretamente con Cortés y los oficiales más adeptos al bando rebelde que en cuanto pudiera se pasaría a los llamados nacionales. Y que cuando lo consiguiera, organizaría con Queipo de Llano y sus tropas el rescate de los guardias y las familias refugiadas en el Santuario y Lugar Nuevo.

Los primeros días en los refugios

Al principio todo discurría con cierta normalidad. Los guardias civiles podían comprar los alimentos diariamente en Andújar y los residentes si así lo necesitaban podían visitar al médico.

Reparaz, desde la columna Miaja, fue retrasando todo lo que pudo su cambio de bando hasta asegurarse que sus compañeros del Santuario habían podido abastecerse de alimentos y munición necesaria para resistir las pocas semanas que, según sus cálculos, duraría el avance de las tropas desde Córdoba y se procedería a su liberación.

Así el día 22 Reparaz se pasaba en Fernán Núñez a las líneas rebeldes con unos 200 guardias civiles. Un avión del Aeroclub Andalucía de Sevilla daba la noticia a los del Santuario y les enviaba una bandera rojigualda y varias cartas. En una de ellas los animaba diciendo que en unos 8 días los liberarían. Pero su decisión pasaría factura.

Los trenes de la muerte

Petición de entrega de armas

Y es que la evasión o traición de Reparaz aumentó la hostilidad de las autoridades republicanas sobre la tropa que aún quedaba concentrada en Jaén. Debido a la masificación de la prisión provincial la Catedral de Jaén se había sido convertida en cárcel y la mayoría de los encarcelados allí habían sido condenados a muerte desde su entrada. Entre las dos prisiones había unas 2.000 personas. También se habilitaron varios lugares de arresto a modo de «checas»

Monseñor Basulto

Este gran contingente junto a los guardias – en un momento dado– podrían liderar un motín y levantarse contra las autoridades republicanas. Para evitar ese riesgo se procedió al traslado de centenas de presos supuestamente , a «cárceles más seguras» en Alcalá de Henares. Dos convoyes que pasarían a la historia como «el tren de la muerte», ya que sus ocupantes fueron fusilados nada más llegar a Madrid en la estación vallecana del tío Raimundo en Madrid. Entre ellos iba el obispo de Jaén y su hermana. Manuel Basulto fue uno de los trece obispos asesinados en la zona republicana. El historiador Fernando Artacho incide que lo frecuente que era que junto a los asesinatos de religiosos también se asesinara a sus madres y/o hermanas.

Las sospechas

El paso de la mayor parte de los guardias de la Comandancia a la zona nacional, sembró la desconfianza de las fuerzas republicanas hacia los acampados en el cerro. Una desconfianza que se materializó con la orden de que procedieran a su desarme total.

Así los milicianos se desplazaron al Santuario y el comandante Nofuentes, sin conocimiento de sus oficiales organizaba la entrega del armamento: su única ametralladora, 68 fusiles, 140 pistolas, 10 rifles, 16 escopetas y 1.200 cartuchos. Al percatarse sus oficiales se produjo un grave enfrentamiento entre Nofuentes y, especialmente el Capitán Cortés. La ira de Nofuentes le llevó a exclamar «¡¿Estais locos?! ¡¿Han pensado en lo que haría contra nosotros la Aviación?! ¡Lo de Sagunto y Numancia no se repite!».

Soldados republicanos asediando el Santuario

Aún así a las autoridades republicanas el dejarlos desarmados no les pareció suficiente y el 9 de septiembre llegaba a Andújar Lino Tejada, Delegado del Gobernador civil y ordenaba disolver el campamento, lo que desató el miedo y la incertidumbre entre los refugiados.

Nofuentes, al mando de la posición discutía con sus hombres y civiles. Las opiniones están divididas. La mayoría se oponían a abandonarlo, encabezados ya con vehemencia por el Capitán Cortés. Pero al final Nofuentes decidía, no solo firmar la evacuación, sino que su guarnición se incorporaría a la recién fundada Guardia Nacional Republicana.«Ya no es tiempo de Sagunto ni Numancia», repetía Eduardo Nofuentes. Sin saberlo estaba recordando unas gestas heroicas que meses después serían superadas por sus propios hombres.

La evacuación

Con la evacuación en marcha sucedió algo crucial: cuando uno de los convoyes se alejaba, se observó como los milicianos que acompañaban a los guardias de Asalto, los desarmaban, la emprendían a golpes con ellos, y procedían a desvalijar sus pertenencias y las de sus familias. Y es más, comenzaban a hostigar sexualmente a las mujeres. La indignación asoló el campamento, los que se preparaban para abandonarlo desistieron, se abalanzaron sobre los guardias de asalto y a los milicianos que aún permanecían allí los hicieron prisioneros o los expulsaron. Cortés le diría después al sacerdote «La Providencia quiso que lo que no consiguieron mis palabras lo demostrase la realidad…».

Aquel suceso resultó demoledor para el desarrollo de los acontecimientos, y explica en gran medida la férrea resistencia que a partir de entonces iban a demostrar los defensores del Santuario. En todas las propuestas de rendición lo recordarían siempre temiendo o sabiendo que el destino que les ofrecerían nunca sería el pactado y que les esperaría siempre la humillación y la muerte. Por eso para muchos morir era la mejor elección.

Cortés exigía a Nofuentes paralizar ipso facto la evacuación y cuando éste se negó ordenaba detenerlo junto con su hijo y con todos los milicianos que estaban en el cerro.

Cortes además arengó a los refugiados «No quiero que nadie permanezca en el campamento contra su voluntad. El que desee marcharse, que se vaya con su familia. Aquí nos espera una brega dura y difícil a cuantos permanezcamos defendiendo el honor del uniforme que vestimos y del Instituto al que pertenecemos. Yo estoy dispuesto a morir aquí. El que quiera seguirme que pase a este lado» Algunos procedieron a abandonar el campamento, pero la inmensa mayoría al unísono contestaba con vivas a su nombre, a los que respondía «¡Por Dios y por España, todos!». El Capitán Cortés había obtenido el respaldo de los que quedaban en el Santuario y Lugar Nuevo. Nacido en Valdepeñas en 1897, había estudiado en la Academia de Infantería de Toledo, y curtido en la Guerra de África. En 1926, había decidido pasarse a la Guardia Civil. Ahora, se quedaba al mando de todos.

Paralelamente sobrevolaron sobre el campamento varios aviones con octavillas que así decían «Si no os rendís inmediatamente, quedará el Santuario reducido a escombros y cenizas utilizando todos los medios modernos de guerra que poseemos. Firmado.- Pablo. Colomé (Alcalde de Andújar)»

Comienza el asedio

Ese día, el 14 de septiembre, comenzaba propiamente el asedio. A pesar de lo sucedido continuaron los intentos de disolver el campamento mediante emisarios y lanzamiento de más octavillas hostigadoras. Esta vez, acompañadas de bombas. Primero de pequeña potencia, después Lino Tejada, en un último intento, ordenaba lanzar más de 400 bombas, cada vez de mayor potencia sin obtener éxito alguno.

Como también hicieron en el Alcázar de Toledo, la prensa de Madrid mentiría y anunciaría torticeramente la rendición del Santuario «Trescientos guardias civiles que, en unión de sus familias, se hallaban en un Santuario, se entregan a las fuerzas de la República…» (Diario Ahora del 15 de Septiembre).

Casa Cuartel de la Guardia Civil

Ante ello, Cortés, mandó a un guardia vestido de paisano que se infiltrara en las líneas enemigas, contactara con los rebeldes y les comunicara que el Santuario seguía resistiendo, pero fue capturado, asesinado y la noticia nunca llegó. Reparaz ya no los liberaría.

La cifra exacta de los refugiados oscila según las fuentes, pero rondaría las 1.200 personas, cerca de 200 guardias civiles, otros 200 hombres que podían combatir y unos 800 entre ancianos, mujeres y niños.

La población del Santuario y Lugar Nuevo quedaba el 14 de Septiembre oficialmente declarada en rebeldía. Los dos campamentos, se convertirían en dos Casas-Cuartel de la Benemérita. Se regirían por el mismo espíritu del Cuerpo: disciplina, abnegación, generosidad y sacrificio.

Frente a los refugiados, se apostaba el capitán republicano Cantón con la compañía de Asalto de Jaén y numerosos milicianos, un total de 1.600 combatientes que irían aumentando. Un ocho a uno contra los sitiados. Comenzaba la epopeya del Santuario de la Virgen de la Cabeza.