Estos son los mitos de la historia más extendidos
Ni los vikingos llevaban cascos con cuernos, ni las pirámides fueron construidas por esclavos
Se trata de leyendas o mitos que se han colado en los libros de historia con la apariencia de hechos reales. Muchas de estas creencias han sido reforzadas por prejuicios o por la falta de rigor de los historiadores. En cualquier caso, se trata de falsedades que han sobrevivido al paso de los años.
Aunque pensemos que la desinformación es un fenómeno muy vinculado a la actualidad, en realidad ha estado presente a lo largo de toda la historia.
Los vikingos llevaban cascos con cuernos
Cuando pensamos en un vikingo solemos imaginarlo coronado con un casco con dos cuernos a cada lado. Se trata de una creencia muy extendida que carece de toda base histórica.
Es muy cierto que los vikingos eran conocidos por su brutalidad y crueldad. Por mucho tiempo fueron la mayor amenaza de los grandes imperios, ya que eran responsables de secuestrar, asesinar y arrasar con pueblos enteros. A su vez, algunas crónicas exaltaban su peligrosidad, describiéndolos como seres endiablados, carentes de toda civilización.
Con el tiempo estas descripciones pasaron a integrar el imaginario colectivo. Al engrandecimiento de este mito contribuyeron las representaciones artísticas y literarias. Destacan las ilustraciones de Gustav Malmström para la reedición de la obra islandesa, La saga de Frithiof, o el vestuario utilizado para escenificar la ópera épica de Wagner, El ocaso de los dioses.
La arqueología ha encontrado yelmos decorados con cuernos y otros ornamentos, pero se trata de cascos de épocas anteriores. En muchos casos, utilizados por sacerdotes de otras civilizaciones durante ceremonias o ritos. Por el momento, solo se ha descubierto un casco de hierro vikingo sin cuernos.
La Edad Media es una época oscura
La Edad Media ha cargado con los prejuicios de ser una época de atraso, superstición y oscurantismo. Aunque es cierto que la ficción ha contribuido a construir esta imagen, uno de los pioneros en escribir el mito fue Petrarca.
Como buen hombre del Renacimiento, Petrarca idealizaba el pasado clásico y criticaba con dureza su tiempo. Sus escritos tuvieron una enorme influencia en la historiografía, así que muchos historiadores heredaron su pensamiento durante varias décadas.
Las luces de la Ilustración tampoco ayudaron a desmentir esta reducción simplista. Para el pensamiento ilustrado, el dogmatismo religioso había reemplazado al esplendor racional del mundo clásico, dando lugar a un periodo de decadencia y retroceso.
Hoy conservamos increíbles catedrales y obras maestras de la literatura que reflejan lo contrario: el esplendor de una época que conoció numerosos avances, pero que fue víctima de la difamación y el prejuicio a lo largo de los años.
La construcción de las Pirámides de Egipto
Pensar que las pirámides fueron construidas por esclavos es una creencia muy arraigada que se debe a las descripciones del historiador griego Heródoto. Para él, la monumentalidad de estas pirámides solo podía ser resultado del trabajo de miles de esclavos al servicio de un faraón. Sin embargo, algunos descubrimientos y textos plantean dudas sobre estos relatos.
En 1990, el egiptólogo Zahi Hawass descubrió un cementerio junto a la Gran Pirámide de Guiza. Muchas tumbas tienen decoraciones suntuosas que denotan el nivel adquisitivo de las familias y algunas conservan inscripciones del puesto que el obrero tenía durante la construcción. Por la manera en que eran enterrados, su equipo concluyó que se trataba de hombres contratados para construir las pirámides a cambio de una remuneración.
Las últimas palabras de Julio César
Muchos creen que cuando Julio César iba a ser traicionado y asesinado a manos de los miembros del Senado y su querido amigo Bruto, expresó su decepción diciendo: Tu quoque, Brute, fili («Tú también, Bruto, hijo mío»). Sin embargo, Plutarco no recoge ninguna de estas palabras.
Aunque se trata de una escena que ha pasado a la historia por su carga emotiva y gran dramatismo, es posible que se trate solo de la célebre obra de Shakespeare, Julio César. Como se suele decir del gran poeta, sus escritos pasaron a la historia. En esta ocasión, literalmente.