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La corbeta María Pita, fletada para la expedición Balmis, en 1803. Grabado de Francisco Pérez

La expedición Balmis contra la viruela y los 22 niños que llevaron la vacuna a América y Asia

La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna supuso la primera inmunización masiva y universal transoceánica de la historia

Ahora que nos adentramos en el otoño y que pronto los carteles de nuestras ciudades anunciarán las pertinentes campañas de vacunación, parece el momento propicio para recordar la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna (1803-1806). Esta misión sanitaria, realizada en los complejos tiempos de las guerras napoleónicas, refleja cómo en esa España, a pesar de las dificultades, existía una responsabilidad social y capacidad innovadora, ya que esta comisión supuso la primera inmunización masiva y universal transoceánica de la historia.

Para conocer los orígenes de la vacuna contra la viruela hay que remontarse al siglo XVIII, cuando Lady Montagu constató que las mujeres que ordeñaban vacas estaban inmunizadas contra la misma, ya que estos animales eran portadores de la viruela bovina, una variedad más liviana del virus. En 1796 el médico británico Eduardo Jenner, a sabiendas de esta correlación, inoculó con éxito el virus de las vacas a un niño de ocho años, inmunizándolo y dando al mundo un nuevo término, vacuna, que para siempre estará asociado con el animal proveedor. Jenner en 1798 publicará An Inquiry Into the Causes and Effects of the Variolae Vaccinae donde compartirá con el mundo su gran avance sanitario.

Durante la Ilustración, el conocimiento viajaba rápido y pronto el descubrimiento de Jenner arribaba a la península Ibérica. El médico Francisco Piguillem sería quien inocularía la vacuna por primera vez en España en 1800, compartiendo su éxito con la Corona española y solicitando permiso para difundir el remedio en aras de «preservar a toda la Nación española, singularmente a Vuestra Familia de Su Majestad, de los estragos de una enfermedad lo más terrible». Esta referencia a la familia real estaba motivada por el hecho de que la viruela no hacía distinciones de clase: Carlos IV había enterrado recientemente a su hija María Teresa (1797), a su hermano Gabriel (1798) y a su cuñada Mariana de Braganza (1798).

22 niños

La vacunación se extendió por toda la España peninsular, incluida la Familia Real, y no tardaron en llegar cartas del otro lado del Atlántico para que se inmunizara también a los españoles americanos. La Corona, deseosa de llevar la vacuna a todos los rincones de su imperio, recibió múltiples propuestas para transportarla. Sin embargo, en este mundo preindustrial, en el que no existían aún barcos frigoríficos que preservaran las vacunas y que transportaran los animales vivos, acarreaba sus riesgos. Hizo falta el ingenio de un médico cirujano para que la vacuna contra la viruela realizara la travesía intercontinental.

Francisco Javier Balmis, avalado por su práctica con la vacuna en su consulta gratuita de la calle Montera y con experiencia americana gracias a una residencia en la Nueva España, propondrá a la Corona el contenedor ideal para transportar la vacuna: humanos. La propuesta fue aprobada, Balmis fue nombrado director de la Real Expedición y la Real Orden del 1 de septiembre de 1803 anunció que el rey había dispuesto «que se propague a ambas Américas, y si fuese posible a Filipinas a costa del Real Erario la inoculación de la vacuna».

Como portadores de la vacuna se escogieron a 22 niños de la Casa de Expósitos de Coruña, ciudad de la que zarpó la Real Expedición rumbo a América, con la obligatoria parada en Tenerife, donde se aprovechó la escala para introducir la innovación sanitaria. El sistema diseñado por Balmis para transportar la vacuna implicaba inocularla en el brazo de un niño no inmunizado. Tras diez días, al niño le salía pus vacunal en el brazo, que se extraía y con el que se procedía a vacunar a otro niño. A la complejidad de la misión se le añadió el factor infantil, donde entró en escena Isabel Zendal, antigua rectora de la Casa de Expósitos de Coruña, quien será responsable de velar por este componente crítico de la expedición.

Ilustración con las distintas fases de las pústulas que producía la vacuna

Dos continentes y dos océanos

La Real Expedición cruzó el Atlántico y el primer sitio de América donde instaló las Juntas de Vacuna fue Puerto Rico. Posteriormente la comisión se dirigió a la Capitanía General de Venezuela, donde se dividió. Por un lado, el médico Jose Salvany, subdirector de la expedición, procederá a vacunar la América Meridional, falleciendo en acto de servicio en Cochabamba en 1810, donde yacen sus restos. Por otro lado, el director Balmis se hará cargo de la América septentrional.

Con el objetivo de satisfacer el deseo Real de que se inmunizara a la población de Filipinas, la vacuna cruzó también el Océano Pacífico. Para este segundo viaje transoceánico se repitió el sistema de contenedor humano; sin embargo, Zendal no participó, rehaciendo su vida en la Nueva España. Con el deber cumplido en las Filipinas, el energético Balmis viajó a Macao y Cantón, siendo también responsable de introducir la vacuna contra la viruela en el Lejano Oriente.

La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna implicó la inmunización, según estimaciones, de 500.000 americanos y asiáticos, suponiendo, además de un gran logro social, una auténtica innovación logística sanitaria. Una gesta que fue recuperada por las instituciones públicas durante la crisis sanitaria del COVID-19, que aprovecharon para homenajear a sus protagonistas. Por un lado las Fuerzas Armadas nombraron «Operación Balmis» (marzo-junio 2020) a su mayor despliegue en periodo de paz. Por otro lado, la Comunidad Autónoma de Madrid construyó ex profeso, entre junio y diciembre de 2020, el Hospital Enfermera Isabel Zendal para tratar a los enfermos de la pandemia.

  • Fernando Dameto Zaforteza es historiador y autor de 'La economía política en las expediciones científicas ilustradas a la América española (1734-1810)'.