5 de octubre de 1582, el día que jamás existió
En Inglaterra y en sus territorios coloniales no se hizo el cambio hasta 1752, e incluso hubo pequeñas protestas porque algunas personas pensaban que les habían «robado» 11 días de su vida
El 5 de octubre de 1582 es una fecha que nunca existió. Los minutos, las horas, los días y los meses o años son una construcción social, que varía según la cultura y la religión, no es igual el calendario judío, chino, musulmán o cristiano. Hace cinco siglos llegó el momento de actualizar el calendario que creó Julio César en el año 46 a.C. y que llevaba funcionando desde entonces. ¿Por qué? Cada año era 11 minutos y 14 segundos más largo respecto al año solar. No parece mucho, pero con el paso de los siglos, el desfase se acumuló y comenzó a generar un desajuste de días, y esto afectó directamente a uno de los aspectos más importantes de la vida en la Europa cristiana del momento: las fechas litúrgicas.
Para solventar este desajuste, los papas de la época empezaron a plantear una reforma que ejecutó Gregorio XIII en 1582. Así empezó un proceso de cambio en el que se abandonó el calendario juliano y se adoptó el actual, el gregoriano. La reforma, diseñada por el astrónomo y matemático Aloysius Lilius y completada por Christopher Clavius, ajustó el año solar con más precisión al ciclo de la Tierra alrededor del Sol.
La principal modificación fue la eliminación de diez días en octubre de 1582 para compensar el retraso acumulado. Así, el jueves 4 de octubre de 1582 fue seguido directamente por el viernes 15 de octubre de 1582. Aunque su implantación no fue inmediata en todos los reinos. Eran tiempos complejos en Europa, donde el Imperio español enfrentaba guerras en Flandes y Felipe II se había anexionado Portugal en 1580, aunque todo ello no impidió que España fuera de los primeros en aplicar el nuevo calendario en sus territorios, junto a Polonia y a los ducados, principados y repúblicas italianas.
Aunque la adopción del calendario gregoriano fue más complicada en los países protestantes y ortodoxos, donde el cambio fue visto con sospecha, ya que provenía de la autoridad católica. En Inglaterra y en sus territorios coloniales no se hizo el cambio hasta 1752, e incluso hubo pequeñas protestas porque algunas personas pensaban que les habían «robado» 10 días de su vida. En Rusia no fue hasta los tiempos de Lenin y la revolución bolchevique de 1917 cuando se aplicó, y otros países como Grecia jamás la adoptaron, y aún siguen utilizando el calendario juliano para sus festividades religiosas.
Esta fue una medida drástica, que afectó a comercios, transacciones económicas y a la vida cotidiana de gran parte de los súbditos de varios reinos europeos, sin embargo, este cambio temporal supuso una mejora a nivel científico, y no fue una simple modificación técnica. Reflejó una revolución en la forma en que la humanidad se relaciona con el tiempo y cómo la ciencia y la religión se entrelazaban en la vida cotidiana. Aquellos diez días «perdidos» en octubre de 1582 son un recordatorio de que la medición del tiempo no es algo inmutable, sino una construcción humana, perfeccionada a lo largo de los siglos.