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La gesta del Santuario de la Virgen de la Cabeza: el asalto final (Parte III)

Miguel Hernández, a la izquierda, el Santuario, al fondo, y un cartel de la película ¡El santuario no se rinde!, a la derecha

Grandes gestas de la Historia

La gesta del Santuario de la Virgen de la Cabeza: el asalto final (Parte III)

En el primer artículo, dedicado a la gesta de la Virgen de la Cabeza, narramos las dramáticas circunstancias por las que 1.200 personas, entre guardia civiles, civiles, sacerdotes, mujeres y niños, habían tenido que refugiarse en el Santuario. En el segundo, la extraordinaria labor del capitán Haya para aprovisionarlos por el aire. Pero… ¿Cómo transcurrió todo?

Como contamos, el 14 de septiembre comenzaba el asedio con el capitán Cortés al mando. Y desde el primer día, las fuerzas republicanas no se amilanaron. 1.600 milicianos iniciaban un fuerte bombardeo que apoyaron con mensajes intimidatorios. Pero los refugiados estaban dispuestos a resistir. Les aterraba ser apresados por los milicianos dadas las experiencias vividas por los guardias civiles en el golpe de Estado anarco-comunista del 34 y la violencia desatada contra ellos, católicos y derechistas tras la sublevación. Además, estaban convencidos de su pronta liberación.

Las fuerzas republicanas utilizaron desde el inicio todas las armas posibles tanto físicas, como psicológicas con la intención de minar la moral de los defensores. Desde una propuesta secreta de trasladar al extranjero a Cortés con su familia, a instar a los refugiados a que asesinasen a los mandos con la amenaza de que reducirían a cenizas los edificios si no lo hacían. Otras proclamas iban dirigidas al capitán: «Ex capitán Cortés: Mentir amparando a más de 1.200 mujeres y niños manteniendo por el terror un estado de rebelión, es una doble traición. Si aún le queda un resto de conciencia, no haga víctimas inocentes».

En vista de que ni manifiestos ni bombardeos conseguían convencerlos recurrieron a durísimos chantajes emocionales: obligaron a hijas, madres y familiares de los asediados a presionarles argumentando que si no cedían los matarían a ellos. Enviaron en vano hasta al médico del capitán Cortés, a la mujer que lo amamantó, y a tres primos hermanos. Uno de ellos, sacerdote, caería asesinado pocos días después.

Santuario

El Aero Club de Sevilla avista el Santuario

El 8 de octubre el Aero Club Sevilla sobrevolaba el Santuario e informaba a los rebeldes. Su petición en sábanas de «Auxilio» y «Alimentos» fue oída. Y ya, desde el día siguiente, el Capitán Haya convertiría el avituallamiento a los sitiados en su cruzada personal. Junto a los suministros, descargó palomas mensajeras que les servirían para comunicarse regularmente con los rebeldes mediante mensajes cifrados. Durante dos meses, sería el único sistema de transmisiones disponible.

El mismo día del envío de la primera paloma, los defensores oían al Gral. Queipo en Radio Sevilla: «Buenas noches, señores. Tenemos noticias completas». Era la contraseña de que la paloma había llegado a su destino. Pronto serían liberados. Solo les quedaba resistir.

El Capitán Cortés

No fue casualidad que Cortés mostrara ese temple y ese carisma de líder. Nació en Valdepeñas en 1897, abandonó sus estudios universitarios de Medicina y Farmacia para ingresar en la Academia de Infantería. Tras el Desastre de Annual, voluntario en Melilla, combatió en Casabona, Gurugú y Nador. En 1922, participó en la reconquista de monte Arruit y estuvo al mando de una compañía de ametralladoras en Larache. En 1926, se trasladó a la Guardia Civil. Su amplia experiencia, y el haber visto muy de cerca la tragedia de monte Arruit, explicaría sus últimas actuaciones.

Los hijos del capitán Cortés

Los hijos del capitán Cortés

Frío y bombas

Tras casi un mes de asedio llegó el 12 de octubre, día de su patrona, y lo celebraron con un acto de honda significación y emoción. En todas las Casas Cuarteles españolas era desde siempre un día de especial convivencia entre los guardias y sus familias, pero había sido prohibido por la República. El poder celebrarlo con una misa solemne vestidos con sus uniformes de gala, aún en esas circunstancias, sellaría su unión. Y al día siguiente amanecían con 2.500 kg de alimentos enviados por De Haya.

Pero a lo largo del mes Largo Caballero y el mando frentepopulista instaban a dedicar mayores esfuerzos: 200 camiones y coches repletos de soldados y armamento forzarían su rendición.

Santuario de la Virgen de la Cabeza

Santuario de la Virgen de la Cabeza

Los guardias del Santuario, como así les llamaban, comenzaban a ser un problema. Pensaron con toda lógica que sería muy fácil tomar aquella posición defendida por tan solo 165 guardias. No podían permitirse otro episodio como el del Alcázar de Toledo, del que el bando rebelde había sacado tanto rendimiento mediático.

El 1 de noviembre lanzaban un intenso bombardeo por tierra y aire que derruyó muchas de las casas adyacentes que acogían refugiados. Trasladados al edificio principal, ya lleno hasta los topes, se vivió un duro hacinamiento y un déficit de comida que comenzaría a ser cotidiano. Durante todo el mes, Cortés solicitaba ayuda con mensajes estremecedores. «Por humanidad, por compañerismo, por patriotismo, venga nuestra Aviación y nos atienda en lo más esencial, que es la comida». «Llevamos mes de verdadera angustia moral y material, tanto por la furia desarrollada por nuestros enemigos como por la escasez de alimentos».

Se calcula que a lo largo de noviembre cayeron sobre ellos 3.000 bombas y 2.000 cañonazos. Enfermos y heridos se amontonaban en los hacinados pasillos y salas. El racionamiento era estricto, controlándose mediante cartillas. Dada la acuciante necesidad de alimentos, hacían salidas al campo enemigo de gran riesgo para buscar lo que fuera posible, hojas de árbol, raíces, bayas, incluso una familia moriría por ingestión de hierbas venenosas.

Santuario de la Virgen de la Cabeza

Liébana y la asistencia médica

Pronto llegarían los primeros heridos y enfermos que irían aumentando y el único médico es José Liébana que acababa de terminar su último año en la Universidad.

Refugiado en el Santuario –por ser tachado de «fascista» al ser su padre farmacéutico–, solo dispuso de algún instrumental, manuales, medicinas básicas y algo de morfina –todo arrojado desde el aire– Con ello tuvo que «apañarse». Atendió 22 partos y realizó operaciones sin anestesia que incluían amputaciones. En Lugar Nuevo, el segundo campamento, el encargado fue el guardia Manuel Jiménez, que era practicante y cuyos recursos eran aún menores que los de Liébana.

A las graves heridas de guerra, se sumaban las enfermedades por la mala calidad del agua, falta de alimento, sobre todo entre los niños, y enfermedades por las penosas condiciones higiénicas.

La enfermería la situaron en los sótanos, en el camarín de la Virgen, pero pronto desbordó el aforo y se habilitaron todos los lugares posibles. Liébana se topó con los primeros casos de tuberculosis, enfermos a los que no pudo aislar. A esto se sumó la falta de abrigo ante la inexorable llegada del invierno que en la Sierra es de especial crudeza.

Santuario de la Virgen de la Cabeza

El Cementerio

La fe religiosa se convirtió en el mejor bastión de la esperanza. El Padre Ortiz así lo narraba «El capitán Cortés tiene temple de verdadero cristiano. Sé cuánto valor le da la limpieza de su conciencia y el concepto que tiene de su responsabilidad ante Dios…». Cortés, para levantar el ánimo, recorría los puestos de defensa y hablaba con combatientes, mujeres y niños.

Para las primeras decenas de muertos habilitó un cementerio adornado por piedras y plantas. Puso especial esmero en dignificar sus sepulturas y llegó a pedir en sus mensajes a Carlos de Haya pintura y flores para ello. Y a la entrada pintó el lema que pasaría a la Historia como ejemplo del máximo espíritu de sacrificio y resistencia del Santuario: «La Guardia Civil muere, pero no se rinde».

Los daños causados por el fuego enemigo cada vez iban siendo más considerables y más muertos por derrumbes. El edificio principal presentaba un aspecto demoledor. Con las latas de conservas vacías y algo de dinamita comenzaron a fabricar granadas de mano.

La gesta del Santuario de la Virgen de la Cabeza

Un diciembre letal

A primeros de diciembre, Queipo acometía una ofensiva en el frente de Córdoba. Los sitiados se emocionan. Oyen los cañonazos sobre Lopera-Porcuna a solo 30 Km y ya pueden contactar por heliógrafo. Queipo promete auxiliarles antes de fin de mes, lo que les da esperanza. Pero el fracaso de Pozoblanco y la firme defensa de Cordón, nuevo jefe del Estado Mayor de la República, aborta la posibilidad.

Poco después, 300 vecinos de Fuencaliente (Ciudad Real) corrían peligro y pidieron refugiarse en el Santuario. Cortés con gran entereza tuvo que rechazarlos. Es cierto que serían más defensores, pero estaban en precario y eran demasiadas bocas que alimentar. Ese mes solo recibirían siete vuelos.

La gesta del Santuario de la Virgen de la Cabeza

En víspera de Navidad, Cortés le dice a Queipo que «su gente no tiene absolutamente nada que comer, y son verdaderos cadáveres». Y además, con el nuevo año los republicanos repiten los intentos de asaltos, ahora más intensos, sobre Lugar Nuevo.

El número de milicianos fue fluctuando dependiendo de las necesidades de los frentes republicanos. Las fuentes basculan entre 8.000, 10.000 o 16.000. Pero sean cuales fueran las cifras, la desproporción estratosférica con los combatientes del Santuario engrandece el poder de una resistencia que para los propios republicanos semejaba incomprensible.

La esperanza truncada y un repliegue inesperado

En febrero, el capitán Haya, gracias a sus amigos de la aviación italiana, consigue un avión diario para el suministro de comida. La situación mejora y comenzando marzo, por fin, llega la gran esperanza: Queipo toma Pozoblanco e intenta llegar con tres columnas a través de los Pedroches. El Ministerio de la Guerra republicano, hastiado de la falta de progresos, presiona a sus mandos para terminar de una vez con la resistencia «Tenéis nuevos medios, aviones y modernos carros de combate». Se referían a los veloces cazas Polikarkov, con base en Andújar y los mejores carros de combate de toda la guerra: los imbatibles T26. Queipo tiene que retirarse y el Santuario vuelve a quedar a su suerte.

Lugar Nuevo, el segundo campamento, muchas veces injustamente olvidado en los relatos del Santuario, está sufriendo una situación insostenible. Al teniente Ruano solo le quedan 40 combatientes para 220 almas. Deciden abandonarlo y dirigirse al Santuario. Los riesgos eran ingentes: atravesar de noche y con niebla una vaguada de fuerte pendiente inundada y cubierta de maleza, piedras y barro. Bajo alturas ocupadas por el enemigo, tienen que llevar consigo dos centenares de personas, entre mujeres, niños y ancianos. También a los heridos que no podían valerse por sí mismos. 3,7 kilómetros, subiendo cerro arriba. Y al frente, en los flancos y en retaguardia los protegían los 40 guardias y voluntarios falangistas. Al fin, alcanzaron el Santuario y con ellos llegaban nuevos combatientes, pero 241 bocas más que alimentar.

La gesta del Santuario de la Virgen de la Cabeza

La gesta del Santuario de la Virgen de la Cabeza

Final del asedio; abril de 1937

Era cuestión de orgullo. Tenían que barrer del mapa ya a los 200 irreductibles. El teniente coronel Cordón, futuro general estalinista, preparó para el asalto final a las brigadas 9, 16, 75 y la reserva del Ejército de Andalucía: miles de hombres, bien armados y amparados por los temibles T-26 soviéticos. La relación de tropas era brutal 50 a uno. Al igual que en el Alcázar, se acercaron personalidades a apoyar el «triunfo contra el fascismo». Entre ellos, el poeta Miguel Hernández que puño en alto llamaba traidores a los refugiados y arengaba con vehemencia para que se intensificaran los bombardeos y acabaran ya con ellos.

El poeta Miguel Hernández en una arenga a los combatientes del Frente Popular que asediaban el Santuario

El poeta Miguel Hernández en una arenga a los combatientes del Frente Popular que asediaban el Santuario

El 15 de abril, el cerco ya está a 400 metros y la enfermería desbordada con decenas de heridos y repleta de muertos. La situación es más desesperada que nunca. Cortes envía un ultimátum, «Urge venga aviación esta tarde o de lo contrario llegará el final. ¡Viva España!» A última hora, la aviación rebelde logra rechazar el ataque de los temibles T-26 y los tanques averiados los rematan los guardias civiles con bombas de mano. Pero aún así no hay nada que hacer.

Las negociaciones con la Cruz Roja

El general Franco es consciente de que la capacidad de los defensores estaba llegando a su fin y remata gestiones con la Cruz Roja Internacional.

Queipo previene a Cortés de que no se fie en exceso por lo que el capitán impone unas condiciones más que razonables: que mujeres y niños salgan de 40 en 40 hasta zona nacional y que hasta que se comunique que cada grupo está a salvo, no saldrá el siguiente. Largo Caballero se niega en rotundo e impone la rendición de los sitiados sin condiciones previas. Con el edificio en ruinas, las mujeres y los niños pasan la noche entre las piedras, aguantando lluvia y viento con el incesante paqueo. Pero aún así, rechazan la idea de una rendición.

El capitán Cortés entonces aboga por un canje de prisioneros y citaba el día 24 a las 10 de la mañana a los comisionados de la Cruz Roja en el Santuario. Pero no solo no se presentaron, sino que a las 11 los sitiadores desencadenaron un verdadero aluvión de fuego. El Santuario era la Nueva Numancia, las mujeres estaban dispuestas a morir junto a sus maridos e hijos.

El asalto final

26 de abril. Un nuevo asalto acaba con la vida de siete niños, 20 mujeres y 19 hombres. En los sótanos se amontonan heridos y civiles aterrados mientras los muros tiemblan bajo las bombas. Por la noche del 30 de abril, potentes reflectores apuntan al Santuario. Ante el importante despliegue de fuerzas. Cortés cuenta con solo 100 combatientes. A las 12 de la noche, los altavoces vuelven a instar a la rendición; pero nadie se movió. Iban a resistir.

La gesta del Santuario de la Virgen de la Cabeza

La gesta del Santuario de la Virgen de la Cabeza

El 1 de mayo el teniente coronel Cordón ordena el ataque frontal con la totalidad de las fuerzas y medios. A las 6 de la mañana arrancan ocho carros de combate soviéticos seguidos por una infantería de 10.000 atacantes. Al mediodía, todo está sembrado de muertos, y los vivos y heridos disparan enloquecidos. Cuatro carros son inmovilizados por las granadas de los defensores porque aún así, siguen resistiendo y muchachos de 12 y 14 años, armados de fusiles y bombas de mano, toman las armas de los caídos. Cinco de ellos defenderán durante horas uno de los últimos reductos. Cuando los republicanos llegan al cerro, pelean a tiros y culatazos, cuerpo a cuerpo. A la una de la tarde, Cortes envía su último mensaje: «Insostenible; rápido auxilio de aviación. ¡Viva España!»

Por la tarde, van cayendo las distintas posiciones. El capitán Cortes herido en el pecho por una carga de mortero y tiene que retirarse de la primera línea y nadie le sustituye en el mando. Según Extremera, sabía que la pérdida de su posición era la antesala de la caída de todo el campamento, y «adoptó una actitud desafiante ante el peligro, exponiéndose sobremanera al fuego enemigo. Parecía que había decidido morir entre aquellos riscos. Y así prácticamente sucedió» Pérez Reverte en sus vibrantes páginas sobre la gesta comentaba su foto agonizante: barbudo, flaco mirando al fotógrafo con ojos febriles, como diciendo «Volvería a hacerlo otra vez».

La noticia de la baja de Cortés hizo cundir el desánimo, y precipitó el final.

Santuario de la Virgen de la Cabeza

El capitán Cortes, hasta el último momento, llevó con honor el lema pintado en las paredes del cementerio, «La Guardia Civil muere, pero no se rinde».

La rendición y enterramientos

A las cuatro de la tarde, los republicanos entran en las ruinas del Santuario. No queda nadie a quien disparar. Dejan con vida a los prisioneros y ayudan a salir del sótano a los civiles. Después fueron concentrados en la explanada del Santuario, y allí se les arengó con un discurso político. Se les trató con más consideración de lo esperado: estaban siendo filmados. Entre las fotografías, las de algunas mujeres vistiendo las guerreras de sus maridos muertos, o la de un guardia consumido que desciende con un hijo pequeño en brazos y otro de la mano. Para Pérez Reverte, el mejor elogio lo hizo uno de los mandos asaltantes, «Con doscientos como vosotros ganaba yo la guerra».

La gesta del Santuario de la Virgen de la Cabeza

Los familiares fueron llevados al Viso del Marqués (Ciudad Real) Algunos prisioneros fueron enviados a campos de concentración, donde murieron la mayoría. Otros tuvieron más suerte y los trasladaron a Valencia, donde los liberaría el general Aranda al fin de la guerra. Gil Honduvilla recoge en su libro los testimonios de los guardias, tras su liberación, tras el asedio y la posterior prisión. Las bajas totales de combatientes llegaron a la brutal cifra del 84 % y el 11 % de civiles.

'Resistir hasta morir', de Joaquín Gil Honduvilla

'Resistir hasta morir', de Joaquín Gil Honduvilla

El capitán Cortés sería enterrado en una fosa común de Andújar, con su guerrera con las estrellas de capitán, y un escapulario con la Virgen del Carmen y un emblema del Sagrado Corazón de Jesús. Unos detalles que permitieron identificarlo. En 1945, se reconstruyó el Santuario, y se filmaría una película épica: «El Santuario no se rinde» en la que intervinieron algunos de los reales supervivientes. A Cortés se le concedió la Cruz Laureada de San Fernando, la Cruz de Guerra, Medalla de la Campaña y la Cruz Roja al Mérito Militar y la Laureada Colectiva a todos los defensores del Santuario.

Cartel de la película '¡El santuario no se rinde!'

Cartel de la película '¡El santuario no se rinde!'

Sería trasladado a la cripta del Santuario, donde reposará junto al «ángel alado del Santuario»: Carlos de Haya, y veintidós menores, veinticuatro mujeres, diecinueve paisanos, tres guardias de Asalto, tres de Carabineros y 66 guardias civiles.

Imagen tomada durante el rodaje de 'El santuario no se rinde' con Alfredo Mayo, el resto del reparto y los extras, muchos de ellos verdaderos defensores del Santuario

Rodaje de 'El santuario no se rinde' con Alfredo Mayo, el resto del reparto y los extras, muchos de ellos verdaderos defensores del Santuario

Nadie se explica cómo pudieron resistir ocho meses de combates, ni su desesperado coraje. Ni cómo mantuvieron en jaque a los responsables políticos del Estado. Y qué fuerza sobrehumana les motivó a luchar con tan pocos medios frente a fuerzas inmensamente más poderosas. Tampoco se sabe dónde está la Virgen de la Cabeza, que para muchos de los defensores sería quien les dio la fuerza para resistir. Una virgen que desapareció misteriosamente el día de la rendición y nunca más se halló.

Caídos en la defensa del Santuario

Caídos en la defensa del Santuario

La disolución de la Guardia Civil

Se cuenta que Francisco Franco tuvo en mente disolver la Guardia Civil. Sus efectivos, reflejo de la división de la sociedad española, habían luchado en los dos bandos y se sentía más seguro con un Cuerpo Armado de nuevo cuño forjado a sus nuevos objetivos. El ferrolano Camilo Alonso Vega, director de la Benemérita, lo llevó hasta el Santuario. La frase del cementerio «La Guardia Civil muere pero no se rinde» pareció pesarle como una losa y desechó la idea. Hoy casi 80 años transcurridos es la institución más respetada del país. Y repasando sus 180 años de gloriosa trayectoria, estos guardiaciviles, independientemente de su adscripción política, en su resistencia de nueve meses de asedio estaban escribiendo con su valor y su coraje una de las páginas más heroicas de la historia de España.

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