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Unamuno (con barba blanca) y el obispo Enrique Pla y Deniel, tras el famoso enfrentamiento verbal con el general Millán Astray donde pronunció: «Venceréis, pero no convenceréis»EFE

12 de octubre de 1936

¿Dijo Unamuno «venceréis, pero no convenceréis» y Millán Astray «muera la inteligencia»?

En 1936 tuvo lugar un acto conmemorativo de la Hispanidad en el paraninfo de la Universidad de Salamanca en la que el famoso rector de la universidad tuvo un encontronazo con el fundador de la legión

El 12 de octubre de 1936, en un acto conmemorativo de la Hispanidad en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, tuvo lugar el conocido choque dialéctico entre Unamuno, rector de la Universidad, y el fundador de la Legión, el general Millán Astray. La versión más extendida de este incidente procede de un artículo del profesor Luis Portillo (Unamuno´s Last Lecture) publicado en Londres en 1941.

Portillo, en su relato, incluye un supuesto discurso de Millán Astray, al que Unamuno contestó con otro en el que, entre otras frases, incluyó la conocida «sentencia»: «Este es el templo de la inteligencia y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto (…) Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha». Supuestamente, según Portillo, Millán-Astray, en un momento del discurso de Unamuno, le interrumpió con el grito «¡Muera la inteligencia!».

Lo cierto es que Luis Portillo no se encontraba en el acto, ya que estaba en la zona republicana. Por otra parte, sus fuentes no debieron ser muy fiables, pues su descripción del acto está plagada de errores de bulto, como decir que hubo dos oradores, además de Unamuno y Millán Astray. Realmente hubo cuatro discursos programados, no estando los de Millán y Unamuno entre ellos, aunque ambos dijeron algunas palabras fuera del programa previsto. La versión de Portillo, después copiada por Hugh Thomas en su conocida obra The Spanish Civil War, llegó a convertirse en la versión canónica, aunque contradictoria con los numerosos testimonios.

Lo que es completamente cierto, es que el acto se transmitió por la radio, ya que la tribuna de oradores constaba de micrófono, siendo los discursos de los cuatro oradores publicados en la prensa. También se conoce la composición de la tribuna presidencial, pues se publicó el 13 de octubre en El Adelanto de Salamanca una foto de la misma. El acto lo presidía Unamuno en representación de Franco, a su derecha tenía a Carmen Polo de Franco y a su izquierda estaba el cardenal Pla y Daniel y Millán Astray. Ni Unamuno ni Millán disponían de micrófono, pues no estaba previsto que intervinieran en el mismo.

Presidencia del acto en el paraninfo. Carmen Polo de Franco, Unamuno, el cardenal Pla y Daniel y Millán Astray (El Adelanto de Salamanca del 13 de octubre).

Hubo, por tanto, cuatro oradores, el catedrático José María Ramos, el dominico Vicente Beltrán de Heredia, el también catedrático Francisco Maldonado, finalizando José María Pemán. Maldonado realizó una crítica a los catalanes y vascos, ya que según el orador «… han estado viviendo hasta ahora, en medio de este mundo necesitado y miserable de una postguerra, en un paraíso de la fiscalidad y los altos salarios». También hizo Maldonado una referencia a la anti-España frente a «… la España de la tradición occidental y de los valores perennes». Ambos comentarios desagradaron a Unamuno que comenzó a tomar notas (en el reverso de una carta de la mujer de su amigo Atilano Coco, posteriormente fusilado). Tras los cuatro oradores, y antes de cerrar el acto, intervino Unamuno, utilizando sus notas.

Notas de Unamuno tomadas durante el acto del 12 de octubreCasa-Museo de Unamuno

Emilio Salcedo (Vida de Don Miguel, 1964), uno de los primeros y más relevantes biógrafos de Unamuno, trató de recomponer su disertación en esta parte del acto basado en los testimonios de algunos de los presentes. Salcedo propuso este texto para la parte del discurso en cuestión: «Vencer no es convencer y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar a la compasión…».

Respecto a lo que pudiera decir Unamuno en el Paraninfo, él mismo confirma lo esencial de Salcedo en una carta, donde dejó escrito: «Por haber dicho que vencer no es convencer….». Adicionalmente, todos los testigos que han escrito al respecto confirman la frase de «Vencer no es convencer», sin los adornos y reflexiones acerca de la «razón» y la «fuerza bruta» que acompañan al texto de Portillo.

Así lo han hecho, entre otros, el jurista y escritor Eugenio Vegas Latapié, que consideró muy acertada la versión de Salcedo (Los caminos del desengaño, 1987); también el diplomático Felipe Ximénez de Sandoval el cual lo incluyó ese mismo día en su diario personal; el catedrático en medicina José Pérez-López Villamil; y José María Pemán en un artículo (ABC, 26 de noviembre de 1964). Incluso el propio Millán Astray también lo confirma en unas notas suyas escritas en 1942 (publicadas por Luis Togores: Millán Astray, legionario, 2003).

Son muy relevantes las notas, inéditas hasta hace pocos años, que tomó aquel día el catedrático Ignacio Serrano Serrano (depositadas en el Instituto Cervantes), ya que son un resumen directo de las palabras de Unamuno y Millán, estando en gran parte alineadas con la propuesta de Salcedo.

Aunque aparentemente pudiera haber cierta similitud entre el texto de Portillo y el de Salcedo, el primero muestra un posicionamiento de Unamuno frontal contra la causa de los sublevados (los nacionales); sin embargo, en el de Salcedo hay sólo un reproche hacia los excesos de su propio bando, el de los nacionales, al que él aún sentía pertenecer. La diferencia es, por tanto, muy relevante, más cuando se pretende convertir la escena en un supuesto enfrentamiento entre la «razón» (Unamuno) y los militares sublevados (Millán Astray).

No se puede olvidar que Unamuno, durante las siguientes semanas, aún manifestaba su adhesión a la causa de los sublevados. Un ejemplo son estas palabras de una carta privada a su amigo y escultor Quintín de Torre, el 7 de diciembre de 1936: «Insisto que el sagrado deber del movimiento, que gloriosamente encabeza Franco, es salvar la civilización occidental cristiana y la independencia nacional…» (Colette y Jean-Claude Rabaté, 2018). Unamuno simultáneamente, fue matizando y cambiando su posición, alejándose de los «hunos y de los hotros», como empezó a denominar a ambos bandos.

Todo parece indicar que Unamuno, en un momento de su discurso, alabó a Rizal, intelectual y rebelde filipino fusilado en la guerra de independencia de Filipinas, provocando la enérgica reacción de Millán Astray. Vegas Latapié, sentado junto a él, dice recordar bien sus palabras: «Millán Astray se puso en pie y lanzó un grito, ahogado en parte por la gran ovación con que fue acogido. Pero yo le oí perfectamente decir —¡Muera la intelectualidad traidora!— Admito que muchos no pudieron oír la última palabra de la frase, por el tumulto que se desencadenó (…). Insisto en que estaba muy cerca de Millán Astray; puedo por ello negar, rotundamente, que lanzara después ningún otro grito, ni mucho menos el famoso ¡Viva la muerte!». Admite que después, con el tumulto organizado, ya entre sus legionarios pudiera dar otros vivas.

Pemán confirma, al igual que Serrano, que no se pudo oír el final de la frase de Millán Astray, por lo que le pidieron explicaciones, repitiendo el general «¡mueran los falsos intelectuales traidores!». Todos estos testimonios cuestionan el genérico «¡muera la inteligencia!» propuesto por Portillo, frente al más probable «¡Mueran los intelectuales traidores!» dedicado a Rizal.

Es imposible saber con precisión cuál fue el discurso de Unamuno y las palabras de respuesta de Millán Astray con sus gritos finales. No se escuchó a ninguno de los dos por la radio al no tener micrófonos, ni tenían nada escrito que pudieran entregar a la prensa. Si bien queda muy claro que la realidad se debió alejar mucho de la exitosa versión teatralizada y creada con una clara intencionalidad política por Portillo, que recreó a su gusto el acto del paraninfo. El historiador y bibliotecario de la Universidad de Salamanca, Severiano Delgado Cruz, gran experto en la guerra civil en dicha provincia, opina que «…el relato (de Portillo) tiene una clara intención literaria, no historiográfica. Portillo no intenta describir objetivamente el acto del paraninfo…» (Arqueología de un mito, 2019).

Quizás, la conclusión sobre lo que ocurrió aquel 12 de octubre de 1936 es la que proporcionó Pemán: «Ni Unamuno ni Millán Astray eran hombres a los que les gustara pasar inadvertidos (…) Los dos estaban acostumbrados a exponer el pecho a cuerpo limpio, el uno a las ideas contrarias y el otro a las balas enemigas. Eran dos españoles. Dios los tenga en su gloria en el lugar que reserva a los santos y mártires de la vehemencia española».