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El lienzo representa la batalla de Cavite, que se libró en 1898 durante la Guerra hispanoamericana

¿Por qué España no conserva territorios en América, pero Holanda, Francia y Reino Unido sí?

Los otros imperios europeos se centraron en un modelo de colonización diferente: ocupar pequeñas islas o enclaves costeros de muy reducidas dimensiones dedicados casi exclusivamente a plantaciones de esclavos

Poca gente sabe que el país con el que Francia comparte su frontera más larga es Brasil o que Países Bajos tiene playas bañadas por el mar Caribe. Estas y otras curiosidades se deben a la existencia de numerosos territorios dispersos por el mundo que siguen perteneciendo a países europeos desde la época colonial. Los países que más posesiones ultramarinas conservan son Gran Bretaña, Francia y Países Bajos, con numerosas islas concentradas sobre todo en el Caribe y los océanos Índico y Pacífico. Estos territorios sobreviven como los últimos remanentes de lo que fueron en su día grandes imperios coloniales.

¿Por qué España, cuyo imperio se extendió durante siglos por cuatro continentes, no ha conservado ninguno de estos territorios? La explicación podemos encontrarla en la combinación de factores históricos, políticos y económicos que marcaron la disolución del Imperio español en el siglo XIX.

Para empezar, el Imperio español no consideró nunca jurídicamente a sus territorios como «colonias», sino como partes integrantes de la Monarquía a través del sistema de virreinatos. Jurídicamente, aunque estaban sometidas a las Leyes de Indias, las posesiones de América y Filipinas eran una parte de la Monarquía como lo podía ser Navarra o Valencia, también con sus propios virreyes.

Otra diferencia clave está en el diferente modelo seguido por España respecto a otros imperios. Los españoles conquistaron grandes territorios, ocupando gran parte de la masa continental en América, y crearon en ellos sociedades autosuficientes y complejas como México o Perú. Otros europeos también intentaron asentarse firmemente en el continente, pero sus experiencias acabaron en fracaso. Las colonias británicas de Norteamérica se independizaron en 1783, los intentos franceses por ocupar Canadá y la Luisiana fueron frustrados por la oposición inglesa y el breve intento holandés de hacerse con Brasil a mediados del siglo XVII fue derrotado por España.

Estos fracasos hicieron que los otros imperios europeos se centrasen en un modelo de colonización diferente: ocupar pequeñas islas o enclaves costeros de muy reducidas dimensiones dedicados casi exclusivamente a plantaciones de esclavos. Estos pequeños asentamientos tenían muy poca población y sus economías especializadas dependían por completo del comercio con la metrópoli.

De hecho, todas las posesiones europeas que todavía existen en América precisamente responden a este tipo. Son Estados tan pequeños y tan atados económicamente a sus metrópolis que no pueden plantearse con viabilidad la independencia. Aquellas islas que alcanzaban una dimensión suficientemente grande, como Jamaica o Haití, normalmente también acabaron emancipándose de la tutela europea.

El marco de los procesos de independencia también es importante. El estallido de las guerras de independencia en el Imperio español entre 1810 y 1824 creó un efecto de contagio revolucionario. Líderes como Bolívar y San Martín no se contentaron con proclamar la independencia en sus territorios natales, sino que una vez asegurados en ellos lanzaron campañas de conquista para ocupar los territorios vecinos, como Chile, Perú o Ecuador.

Las nuevas repúblicas hispanoamericanas pugnaban entre ellas por ampliar su territorio a costa de los vecinos y no podían tolerar al amenaza que supondría la existencia de territorios bajo control español desde los que podría producirse una reconquista. Por eso, la independencia se fue extendiendo manu militari por todo el continente.

Mapa en el que aparecen Cuba, Puerto Rico y Filipinas

Inicialmente, la mayoría de las islas se libraron de esta oleada. Cuba, Puerto Rico y Filipinas siguieron casi un siglo más leales a España, precisamente por su insularidad. Su estatus era muy parecido al que tienen hoy varias de las posesiones holandesas o francesas, pues eran reconocidas como provincias de pleno derecho de España con igualdad de condiciones y representación en Cortes.

¿Por qué estos territorios acabaron también independizándose en lugar de permanecer unidos a España? La respuesta está en la debilidad económica y militar de la España del siglo XIX, azotada por guerras civiles y sin recursos para defender eficazmente sus posesiones. Esta debilidad la hacía presa fácil de las ambiciones de otros imperios, y fue aprovechada por Estados Unidos, que terminó invadiendo los tres territorios en 1898. Si Francia, Gran Bretaña y, en menos medida Holanda, mantuvieron sus pequeñas posesiones se debió a que durante el siglo XIX tuvieron una situación económica y militar mucho más sólida, lo que les permitió mantener un mejor control de estos pequeños territorios y mantener alejadas a potencias rivales.