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Retrato de Mariano José de Larra y un posible retrato de Dolores Armijo

Picotazos de historia

El trágico sino de la responsable del suicidio más famoso del romanticismo español

Dolores Armijo se vio libre de su acosador, pero más señalada todavía con las trágicas consecuencias de su acto. Embarcó en la fragata San Fernando con idea de reunirse con su marido, pero el barco en el que viajaba Dolores naufragó

En España es justamente conocido y admirado el escritor y periodista Mariano José de Larra (1809-1837). El escritor, con apenas veinte años y todo el apasionamiento e inconsciencia que se atribuye a esa edad, contrajo matrimonio con la bella Josefa Wetoret Velasco —Pepita Martínez para sus amigas— el 13 de agosto de 1829 en la iglesia de San Sebastián de Madrid. El matrimonio no fue feliz y terminó de mala manera. Larra tuvo tres hijos con Josefa: Baldomero, Adela y el benjamín que se llamó Luis Mariano.

Todas sus desdichas se inician cuando le fue presentada, en el año 1834, la bella Dolores Armijo, cuyo retrato, fruto del pincel de José Gutiérrez de la Vega, pueden contemplar en el museo Municipal de Madrid. Como les estaba contando a ustedes, Larra cayó preso de la más furiosa y desbocada de las pasiones, al contrario que la voluble Dolores que solo quería pasarlo bien.

Ella estaba casada con José María Cambronero, hijo del eminente jurista y político Don Manuel Cambronero García. Poco antes del verano, la esposa de Larra, que se encontraba embarazada del menor de sus hijos, fue confirmada en sus sospechas sobre la infidelidad de su marido y de la identidad de la culpable arpía. Sin dudar un instante se plantó en casa de José María Cambronero y organizó un follón de los de no te menees a la infiel Dolores.

Josefa Wetoret acabó siendo expulsada de muy malas maneras de la casa. El puntilloso Larra se sintió doblemente mortificado: por el escándalo que había organizado su esposa en casa de su amada y por la afrenta sufrida por el mal trato que había recibido su esposa al ser expulsada por la fuerza. Ese mismo verano, Mariano José de Larra inicia el procedimiento de separación de su esposa y reclama la custodia de los dos hijos nacidos.

Entretanto, la tensión sube en la casa de la bella Dolores. Tras el escándalo en su propia casa, José María Cambronero, quien era funcionario en el Ministerio de Hacienda y doctor en leyes, inició los trámites de separación al tiempo que solicitó nuevo destino. Buscaba un lugar lo más distante posible: Manila, así la separación no solo sería del vínculo, sino también geográfico.

La persecución de Larra y la huida de Armijo

Durante los siguientes dos años Larra perseguirá a Dolores, hoy lo llamaríamos un acoso en toda regla. Por supuesto, tras el escándalo producido y la posterior separación, Dolores no podía permanecer en Madrid por lo que se trasladó a casa de unos parientes de apellido Carrero. Primero viajó a Badajoz, luego a Ávila para, posteriormente, regresar a Madrid pero siempre acompañada por el matrimonio de sus tíos, los Carrero.

Larra continuó persiguiendo a Dolores. Se plantó en Badajoz alegando que estaba de camino a Lisboa donde impartiría unas conferencias. Cuando el matrimonio Carrero se desplazó a Ávila, allí se encontraba Larra, quien aseguró que se presentaba como candidato a la diputación por esa ciudad. Viendo que el escritor no salía de sus vidas ni con agua caliente, el matrimonio decidió volver a Madrid.

Para entonces la dulce Dolores Armijo había desarrollado una profunda aversión por ese pesado que no le dejaba en paz y que era el causante de todos sus problemas así como de su público deshonor. El año 1836 transcurriría entre huidas de Dolores y más acoso y persecución por parte del escritor, quien ya daba muestras de un trastorno producto de su obsesión y el rechazo de Dolores.

A principios de febrero de 1837, Dolores le pidió a Larra una reunión, que se celebraría en casa del escritor el día 13. Si Larra creyó que era un intento de acercamiento su decepción no pudo ser más brutal. Dolores tenía pensado reunirse con su marido en Manila para intentar reparar su destrozado matrimonio. El motivo que la había llevado a esa casa y a tratar con ese individuo, origen de todos sus males, era el de reclamar unas cartas comprometedoras. A tal efecto se había hecho acompañar por una cuñada suya como apoyo y protección.

Hundido, Mariano José de Larra entregó lo que se le había solicitado y, sin más, ambas visitantes fueron acompañadas por un criado a la puerta y abandonaron la casa. Cuando estaban en la calle oyeron la detonación del disparo que acabó con la vida del escritor. El suicidio más famoso del romanticismo español.

Dolores Armijo se vio libre de su acosador, pero más señalada todavía con las trágicas consecuencias de su acto. Embarcó en la fragata San Fernando con idea de reunirse con su marido, que ejercía labores de inspector de salinas en Filipinas, pero la Fortuna es muy pícara y suele decidir por nosotros. El barco en el que viajaba Dolores naufragó a la altura del cabo de Buena Esperanza, lugar que el navegante portugués Bartolomé Díaz había bautizado como cabo de las Tormentas, con mucho más acierto. De esta tragedia naval no hubo supervivientes.