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El Debate

Los jueves hispanófilos

Gustaaf Janssens desmiente la leyenda negra del Duque de Alba y reivindica el legado español en Bélgica

La leyenda negra del Duque de Alba es parte de un fenómeno más amplio que refleja las tensiones religiosas y políticas entre diferentes grupos

Una vez más El Debate fue invitado a la siguiente reunión de los Jueves Hispanófilos en Bruselas, en la que el historiador belga Gustaaf Janssens, una autoridad en historia belga y relaciones hispano-flamencas, comenzó su intervención en castellano con una provocadora pregunta: «¿Qué sabemos realmente sobre el Duque de Alba y su papel en los Países Bajos?». Lo que siguió fue un recorrido exhaustivo por los hechos históricos, en contraste con las leyendas populares que se han tejido en torno al Duque, ofreciendo una visión matizada de su actuación y resaltando el impacto positivo de la presencia española en Bélgica durante el siglo XVI, todo ello ilustrado y documentado con las fuentes originales que cada episodio requería.

La primera aclaración que realizó el historiador fue comparar la ocupación de los Países Bajos por Francia y Alemania durante siglos, argumentando que por contraste España no fue una potencia ocupante, sino que representó una dinastía legítima para esta región.

Janssens destacó que la imagen negativa de España se ha perpetuado desde el siglo XVI, donde se considera al país como un enemigo y destructor de los Países Bajos. La narrativa tradicional ha pintado al Duque de Alba como un sanguinario y un ángel de la muerte, figura central de la propaganda antiespañola, especialmente a partir de 1870 y en la literatura belga del siglo XIX. Esta percepción fue forjada en un contexto de nacionalismo romántico, donde se enfatizaban diferencias políticas y religiosas.

Se revisaron los hechos del gobierno del Duque de Alba en los Países Bajos (1567-1573), en un momento de revueltas. A pesar de ser considerado un tirano, el Duque fue enviado por Felipe II para restablecer el orden tras disturbios. Janssens destacó que muchos de los sentenciados no lo fueron por motivos puramente religiosos, sino por haber participado en violentas revueltas que desestabilizaron el orden público. El Duque, afirmó Janssens, estaba más interesado en imponer la justicia y el orden legal que en desatar una represión ciega. Además, el historiador subrayó que en muchas zonas de los Países Bajos, incluyendo regiones de Bélgica, el Duque fue respetado por su sentido de la justicia y su disciplina militar. Estas afirmaciones fueron respaldadas por la referencia a las fuentes originales que mostraban no sólo que las protestas se referían sobre todo a los impuestos, y que el número de ejecuciones realizadas para restablecer el orden por mandato del Rey de España ha sido exagerado posteriormente. Muchos nobles utilizaron el descontento popular para propagar críticas, alimentando la leyenda negra.

Los panfletos de la época, que retrataban al Duque rodeado de torturas y opresión, fueron también presentados como uno de los principales vehículos de propaganda. Se mencionó que, en su tiempo, el Duque se esforzó por establecer un gobierno basado en principios fiscales justos y en la defensa de la religión, pero su figura fue caricaturizada y distorsionada como hemos mencionado, a causa del malestar que produjo el anuncio de aquellos impuestos.

El análisis de la leyenda negra se extendió hasta el siglo XIX, donde la imagen del Duque como un ser despiadado fue perpetuada por la literatura y la historiografía. Sin embargo, Janssens destacó que se ha comenzado a reconsiderar su gobierno a partir de la publicación de una serie de cartas personales de Fernando Álvarez de Toledo, cartas que revelan un líder descrito por historiadores contemporáneos como estricto, pero no necesariamente cruel.

La conferencia concluyó enfatizando que la historia es un relato en constante construcción. El historiador belga subrayó la importancia y el deber de todos los historiadores de revisar y deconstruir mitos, señalando que la leyenda negra del Duque de Alba es parte de un fenómeno más amplio que refleja las tensiones religiosas y políticas entre diferentes grupos de aquel momento histórico y otros que les sucedieron. Janssens terminó apelando a la honestidad intelectual libre de prejuicios necesaria para desentrañar estas narrativas y ofrecer con honestidad nuevas interpretaciones que trasciendan las visiones simplistas o con prejuicios sobre el pasado.

Así, los Jueves Hispanófilos cumplieron su cometido: no solo servir de espacio para el diálogo cultural, sino también derribar los prejuicios históricos y poner en valor los lazos que unen a España y Bélgica.