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Jacques de Molay, Gran Maestre templario

La maldición del último templario, la historia real detrás del misterioso final de la Orden del Temple

Los caballeros templarios fueron capturados, sometidos a torturas de todo tipo para que confesasen la herejía y acabaron sus días en prisión, ajusticiados o quemados en la hoguera

«¡Pagarás por la sangre de los inocentes, Felipe, rey blasfemo! ¡Y tú, Clemente, traidor de tú iglesia, Dios vengará nuestra muerte y ambos estaréis muertos antes de un año!», profirió mientras se quemaba en la hoguera Jacques de Molay, último Gran Maestre de la Orden de los Pobres Compañeros de Cristo y del Templo de Salomón, más conocidos como Templarios. Era el año 1314. Por casualidad o providencia divina, apenas un mes después de la ejecución, el Papa Clemente V murió por culpa de una enfermedad, y en noviembre Felipe IV de Francia falleció en un accidente de caza.

La maldición del último templario no terminó aquí, esta es una de esas veces en las que la realidad supera a la ficción. A partir de entonces los herederos varones al trono fueron muriendo y poco más de una década después la dinastía de los Capeto a la que pertenecía Felipe desapareció para siempre. Este final tiene un origen mucho menos sobrenatural del que se cree.

Batalla de los Cuernos de Hattin, en 1187, momento decisivo de las cruzadas

En el siglo XII, en tiempos de la Cruzadas, un grupo de caballeros franceses liderados por Hugo de Payens crearon, con la aprobación papal, la orden del Temple con el objetivo inicial de proteger a los cristianos que peregrinaban a Jerusalén. Su vestimenta con el manto blanco y la cruz roja bordada se hizo reconocible en poco tiempo por las gentes de los reinos cristianos europeos y los enemigos musulmanes, a los que vencieron en varias batallas.

El éxito militar les aportó grandes beneficios económicos que utilizaron para ofrecer préstamos a varios señores y reyes europeos, pasando a ser también monjes banqueros. En pocos años se convirtió en la orden de caballeros más poderosa y rica de su tiempo, equiparable al de algunos monarcas.

Hugo de Payns. Pintura del siglo XIX

El rey moroso y el Papa «traidor»

En 1291, la orden sufrió una derrota militar, al igual que toda la cristiandad, en la ciudad de Acre en la que murió su Gran Maestre. Ante esta situación, los templarios trasladaron su cuartel general a la isla de Chipre, que compraron a Ricardo Corazón de León, aunque esto no gustó demasiado a los habitantes de la isla. El Temple empezó a despertar enemistades y recelos también en otros países de Europa.

Sin embargo, el proyecto de Cruzada siguió en marcha, y el nuevo Gran Maestre, Jacques de Molay, continuó la lucha contra los musulmanes. Entonces, ¿Cómo desapareció la orden del Temple? No se debió a una gran derrota militar sino a un conflicto económico. El rey Felipe IV de Francia había solicitado numerosos créditos para combatir a los ingleses y la orden le concedió todo el dinero, pero cuando los templarios exigieron que devolviera el préstamo, el monarca se negó. Es más, se sumó a los rumores que decían que los caballeros se iniciaban en ritos blasfemos, orgías y que estudiaban una filosofía esotérica, para acabar con el poder de los templarios.

En 1306 el Gran Maestre solicitó una investigación pública por estas acusaciones al Papa Clemente, pero no hizo nada. Un año después, y sin previo aviso, el rey galo ordenó la detención de todos los templarios que estuvieran en suelo francés y los juzgó por herejía, sin pruebas. En 1308 el papa se plegó a las exigencias de Felipe IV y decretó una bula que obligaba a los reinos a detener y juzgar a los templarios en sus territorios. Con cierta reticencia, todos cumplieron, salvo el portugués Diniz. En los siguientes meses y años los templarios fueron capturados, sometidos a torturas de todo tipo para que confesasen la herejía y acabaron sus días en prisión, ajusticiados o quemados en la hoguera.