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Historias de la historiaAntonio Pérez Henares

El cuarto y el baúl del capitán Alonso de Contreras

Desde la base de Malta se dio a conocer y a temer por su buen instinto marinero, a pesar de haber nacido en secano aprendió muy pronto el arte de la navegación, y por su osadía, coraje y determinación en el combate

Lámina de Augusto Ferrer-Dalmau de un sargento veterano sin la alabarda

Si alguna vez, que debieran, van a visitar la hermosa casa en la que habitó Lope de Vega en Madrid, no deben dejar de subir al piso superior y entrar en un cuarto abuhardillado que hay en él. Allí, verán un baúl con unas iniciales, una espada con gavilanes y una capa. ¿De quién fueron? Pues tal vez y por las iniciales A.C. que aparecen en el baúl de un gran amigo del dramaturgo que solía hospedarse allí y no era otro que el bravo capitán Alonso de Contreras, corsario y aventurero y el más temido por los piratas de la Berbería que infestaban el Mediterráneo.

Este humilde escribano siempre acaba por subir hasta allí y no puede dejar de pensar que un tal Arturo Pérez Reverte ha visitado también y no pocas veces el sitio. Y que ese Alonso de Contreras tiene algo que ver con su muy apreciada y genial serie –digan las sandeces que quieran los exquisitos– del capitán Alatriste. Contreras y él tienen un parecer y desde luego amigos hubieran sido de haberse encontrado el de ficción con el de la vida real.

El cuarto de huéspedes de la casa de Lope de VegaCasa-Museo Lope de Vega

Desde luego Alonso de Contreras está muy presente en la serie. Lo está en espíritu, lo está por sus propios escritos, pues dejó obra escrita, Discurso de mi vida, y lo está como personaje destacado especialmente en uno de sus libros de la saga en el que forma parte de la trama aventurera en la que también aparecen Lope, y sobre todo su hijo, Lopillo, que fue alférez de los Tercios, en una historia de amores con asalto a convento incluido, que si no había asalto a sagrado, ni eran amores ni eran nada.

Alonso de Contreras era madrileño y lo bautizaron como Alonso de Guillen, pero cogió como apellido el de su abuela materna. Era el mayor de ocho hijo y lo bautizaron en san Miguel. De su carácter dio muy pronto prueba pues a los 12 años entró en cuchilladas con un compañero de colegio de mayor edad y talla, a quien dejó malherido y al cabo muerto, por lo que fue desterrado un año a Ávila en casa de un tío suyo, que era cura. Vuelto a Madrid lo pusieron a trabajar de aprendiz de platero, pero aguantó muy poco y a la primera que pudo, a los 14 años, se alistó en el ejército de Flandes, se colocó Contreras y para la guerra partió en el ejército del archiduque Alberto de Austria.

Alonso de Contreras

El empleo en tierra no le duró mucho pues a poco se dirigió a Nápoles y luego a Palermo y allí en las galeras que combatían al berberisco y al turco encontró su destino y su ventura. Primero estuvo a las órdenes de Pedro Álvarez de Toledo y Colonna (un Alba) y desde la base de Malta se dio a conocer y a temer por su buen instinto marinero, a pesar de haber nacido en secano aprendió muy pronto el arte de la navegación, y por su osadía, coraje y determinación en el combate.

Con apenas 20 años, ya tenía el mando de una fragata, hablaba turco y sus hazañas ya se contaban por las tabernas de los puertos. Como cuando se introdujo disfrazado en la ciudad de Tesalónica y secuestró a un judío que era el recaudador de Tributos del sultán otomano. O, aún más mentada, cuando capturó a la amante húngara del Solimán de Catania.

Regresado a España con el grado de alférez de Infantería no fueron los combates quienes le causaron problemas sino sus aventuras amorosas pues tras andar de amante en amante concluyeron en un casamiento, de vuelta a Sicilia, con una viuda y en una tragedia. No mucho después de la boda le sorprendió en la cama con uno de sus amigos y cosió a ambos a puñaladas.

Vuelto a Madrid y tras fracasar en su aspiración de conseguir un cargo militar tuvo la ocurrencia de hacer vida de eremita en el Moncayo, en su cara soriana y cerca de Agreda. Pero ni en tan pacífico oficio se salvó de los líos pues acabó siendo acusado de encabezar en aquellos andurriales una rebelión morisca, al encontrársele armas, pues Contreras, aún eremita, de sus aceros no se separaba. Tras bastantes y retorcidas peripecias judiciales salió absuelto del tema y escaldado dejó la vida monacal y volvió a lo suyo. O sea, primero a Flandes con los Tercios y luego de nuevo al Mediterráneo, donde amparado por el Gran Maestre de la Orden de Malta, que sabía de su valía, ingreso en ella en 1611 y fue de nuevo su nombre de los bajeles moros.

Las batallas con los turcos y los piratas no conocían ni tregua ni piedad alguna. Él mismo cuenta como degolló o pasó por la quilla a todos los prisioneros de una nave enemiga que, eso también, antes le habían desollado vivo a uno de sus pilotos. Así eran las cosas y cada cual sabía en lo que se metía.

No podía faltar en su vida la aventura de las Indias y allá que se fue, ya como capitán de Infantería y con patente de corso a combatir en aguas de Puerto Rico con el pirata ingles Walter Raleigh al que ahuyentó de aquellas aguas.

De regreso a España aumentó su fama por el socorro que desde Cádiz consiguió hacer llegar a la guarnición española de La Mamora, rodeada por mar y tierra. Burló en la oscuridad el bloqueo, introdujo armas y tropas y salvó la situación.

Plano de La Mamora en 1621 con el fuerte de La Mamora

Fue luego nombrado gobernador de la ciudad italiana de L'Aquila, al norte de Roma, que era peligrosa y levantisca a la que metió en cintura a base tanto de audacia, astucia y mano dura. Para que no faltara nada hasta fue testigo de una tremenda erupción de Vesubio y aprovechó el asunto para salvar de la quema, nunca mejor dicho, a todo un convento de monjas.

Ya para entonces tenía gran amistad con Lope de Vega y entre él y el comendador de la Orden de Malta, a la que el literato también pertenecía, le concedieron hasta una encomienda en León. Fue asiduo huésped de su casa madrileña y allí comenzó a escribir, en ese cuartito abuhardillado, por su consejo e influjo, sus memorias.

Primera página del Derrotero universal... de Alonso de ContrerasBiblioteca Nacional de España

Pero no por ello dejó de acudir al servicio y el mismo da cuenta de sus capitanías en el norte de la Nueva España, en los presidios de Sinaloa (México) y como gobernador del castillo de San Juan de Ulúa en Veracruz (México) de donde volvió de nuevo a casa de su amigo Lope con el grado de sargento Mayor de Nueva España a seguir escribiendo el Discurso de mi vida que la muerte no le dejó concluir del todo.

Ese fue Alonso de Contreras, que daría para mucho en el cine y la televisión. Pero esto es España, señores. Como consuelo nos queda el reflejo en el espejo de Alatriste, su baúl de viaje, su capa y su espada en la casa de Lope de Vega que espero haber conseguido que les haya entrado las ganas de visitar.