De cómo la carta de un embajador provocó la Santa Expedición que fundó California
California era una zona crítica para la Corona, ya que por su costa transcurre la corriente (Kuro Siwo) que navegaba el galeón que conectaba Manila y Acapulco
El estado más poblado de EE.UU., California, estaba escasamente habitado cuando expedicionarios españoles la cartografiaron, por primera vez, en 1542. La Corona española no temía que otra potencia europea, como Francia o Inglaterra, pudiera ocupar este espacio, debido a su lejanía y las condiciones del terreno. Existieron proyectos, como el de la Nueva Albión del corsario ennoblecido Francis Drake en 1578, pero eran extravagancias. Sin embargo, todo cambió cuando desde la cancillería europea más remota llegó una alarmante carta con una amenaza inesperada, los rusos.
El marqués de Almodóvar, el primer embajador español en Rusia en veinte años, entró en pánico cuando conoció los viajes realizados por Bering y Chirikov a Alaska. Escribió con premura al secretario de Estado Ricardo Wall una carta, firmada en San Petersburgo el 7 de octubre de 1761, informando de estos viajes.
El diplomático afirmó que estas expediciones se habían reducido a «ver las costas de la América» pero aunque «no han tomado posesión de ellas, son dueños de hacerlo siempre que se les antoje, y no hay monarca en Europa que las posea, y pueda estorbarle», cerrando con una premonición «si cuando los navíos rusos estaban a la altura de 45 grados en vez de mudar su rumbo al nordeste lo hubieran seguido en derechura hacia el este hubiera arribado muy cerca de California, y si hubieran continuado al sudeste como empezaron, pudieran haber arribado a alguno de nuestros puertos de América».
La preocupación era lógica, más allá de exponer a los virreinatos, pues California era una zona crítica para la Corona, ya que por su costa transcurre la corriente (Kuro Siwo) que navegaba el galeón que conectaba Manila y Acapulco. Este sentimiento de vulnerabilidad llevó a convertir este espacio en un territorio (la diferencia entre uno y otro se suele medir en la existencia persistente de población duradera en el tiempo). Como se hizo en el siglo XVI, cuando se fundó San Agustín (actualmente Saint Augustine) en La Florida para proteger los galeones que viajaban a Sevilla, era preciso crear asentamientos para disuadir a otras potencias de hacerlo.
La reacción al informe enviado por Almodóvar tuvo que esperar, ya que tres meses después la Corona española se implicó en la Guerra de los Siete Años. Sin embargo, finalizada la contienda se envía a José de Gálvez como Visitador General a la Nueva España (1765-71), quien introducirá profundas reformas y promoverá las fundaciones del apostadero de San Blas (1768) y la misión de San Diego de Alcalá (1769). Estos dos enclaves se utilizaron en 1770 como lanzaderas de la Sacra Expedición, una operación marítimo terrestre que implicó la conversión de este espacio en territorio.
Militares, marinos y frailes serán los responsables de que la población persista durante más de medio siglo
La expedición terrestre, comandada por el ilerdense Gaspar de Portolá, se encontró en la bahía de Monterrey con la marítima, capitaneada por el mallorquín Juan Pérez y que integraba a frailes franciscanos liderados por san Junípero. En este enclave se fundó la misión de San Carlos Borromeo y el Presidio de Monterrey. Militares, marinos y frailes serán los responsables de que la población persista durante más de medio siglo. Los primeros se encargarán de la seguridad, los segundos de la comunicación con el apostadero de San Blas y los terceros de introducir a las tribus nómadas de la zona en la vida sedentaria (agricultura, ganadería, artesanía, etc.), las letras y en el cristianismo.
Este primer esfuerzo no desistirá y a lo largo de las siguientes décadas se seguirán fundando misiones a lo largo de la costa de la Alta California. Máxime cuando el sucesor de Almodóvar en Moscú, el conde de Lacy enviará un informe 1775 que incluía la cartografía de América generada por geógrafos de la zarina. Se enviarán tres expediciones marítimas a Alaska (1774, 1775 y 1779), que, aunque confirmaron los viajes rusos, desestimaron la existencia de establecimientos permanentes. Esta constatación no hizo desistir en el esfuerzo de poblar la Alta California, fundándose más de una docena de misiones durante las siguientes tres décadas.
Los rusos acabaron llegando a California. A principios del siglo XIX la Compañía ruso-americana, un monopolio comercial patrocinado por el zar, estableció el Fuerte Ruso (actualmente Fort Ross) en Sonoma (100 km al norte de San Francisco). Sin embargo por aquel entonces la Alta California estaba bien protegida y el joven estado mexicano incluso respondió fundado en las cercanías la Misión San Francisco Solano en 1823, la última y única post imperial.
La amenaza moscovita, como en la genial comedia ¡Que vienen los rusos!, fue sobredimensionada. Hoy parece una extravagancia que Catalina II hubiese podido disputar la Alta California a Carlos III. Sin embargo, fruto de la carta de Almodóvar tenemos el actual Camino Real, una cadena de 21 misiones, separadas por una jornada de distancia, que unen los casi 1000 kilómetros que separan las actuales San Diego y San Francisco.
Las misiones se mantuvieron operativas hasta la emancipación de la Nueva España, cuando se abandonaron. Por un lado, habían perdido su función original, pues el galeón de Manila dejó de cruzar el océano Pacífico en 1815. Por otro lado, los ideólogos liberales de la nueva república de México no valoraron positivamente el trabajo de los frailes como vanguardia del Estado en la Alta California. Un espacio que poco tiempo después Estados Unidos no titubeó en convertir en territorio.
- Fernando Dameto Zaforteza es historiador y autor de 'La economía política en las expediciones científicas ilustradas a la América española (1734-1810)'.