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Detalle de un mapa de Australia para Desceliers siglo XVI

¿Fue Nueva Zelanda un descubrimiento español?

Hay múltiples razones para pensar que españoles y portugueses fueron los primeros europeos en llegar a esas islas de las antípodas

La historiografía neozelandesa atribuye, mayoritariamente, el descubrimiento del país para occidente, al neerlandés Abel Janszoon Tasman en 1642, pero hay múltiples razones para pensar que españoles y portugueses fueron los primeros europeos en llegar a esas islas de las antípodas. Incluso algunos historiadores de la esfera anglosajona defienden esta teoría. Una hipótesis que todavía mantiene muchos interrogantes, pero que, lentamente, se va abriendo paso a medida que surgen nuevos estudios sobre la misma.

Vamos a visitar, pues, el pacífico sur en el siglo XVI para intentar averiguar si los portugueses y los españoles llegaron a tierras maoríes un siglo antes que unas provincias unidas que, en la época de Tasman, aún luchaban por su independencia de la monarquía hispana. Independencia que verían reconocida, apenas seis años más tarde, en la paz de Westfalia.

Dibujo realizado por Isaack Gilsemans, artista de Abel Tasman, con motivo de una escaramuza entre los exploradores holandeses y el pueblo maorí en lo que hoy se llama Golden Bay, Nueva Zelanda

¿En qué se basa la teoría portuguesa? Fundamentalmente en los denominados mapas de Dieppe. Una ciudad francesa en donde se elaboraron en el siglo XVI una serie de mapamundis basados en lo transmitido a los cartógrafos franceses por navegantes portugueses. En uno de ellos, (mapa de Vallard, 1547), frente a una bastante verosímil costa oriental de Australia (Gran Java), asomaría la isla norte de Nueva Zelanda y muchos de los accidentes geográficos de ambos territorios tienen nombres portugueses, lo que indicaría que navegantes de este país habrían recorrido parte de la costa neozelandesa en la primera mitad del siglo XVI, aunque, al contrario de lo que ocurrió con Japón, avistado primero por españoles, pero contactado por portugueses, no constan en este caso interacciones lusas con los maoríes.

La teoría española tiene dos escuelas. Los que señalan que los primeros europeos en llegar a Nueva Zelanda serían los españoles de la carabela perdida San Lesmes alrededor de 1527, entre ellos Langdon y Hervé y los que piensan que la primera expedición fue la de Juan Fernández y Juan Jufré, propuesta defendida por Medina, Wiseman, Dulrymple o Burney entre otros. Personalmente, de todas las teorías, esta última me parece la más sólida. Pero… ¿quién era este Juan Fernández, tan desconocido para el gran público? ¿Y en qué se sustenta dicha teoría?

Me referí brevemente a Juan Fernández en el artículo que dediqué al explorador pontevedrés, Sarmiento de Gamboa, como el intrépido navegante que encontró una vía más rápida entre Callao y Valparaíso que evitaba la corriente de Humboldt haciendo en 30 días un viaje que hasta entonces llevaba seis meses. De Juan Fernández se sabe que nació en la ciudad española de Cartagena, aunque se desconoce el año exacto, posiblemente entre 1528 y 1530. Fue piloto mayor y capitán, además de uno de los grandes exploradores de la costa chilena y el pacífico sur en la década de 1563. A él se debe el descubrimiento de las islas de San Félix y San Ambrosio, además del archipiélago que lleva su nombre, islas, estas últimas, en las que se basó, por cierto, Daniel Defoe para escribir su novela, Robinson Crusoe.

En este punto nos toca hablar ahora de otro de los protagonistas de esta aventura, el castellano Juan Jufré, (Medina de Rioseco 1517-Santiago de Chile 1578). Jufré también tiene una muy interesante biografía. Participó con Valdivia en la conquista de Chile. Fue uno de los descubridores, entre otras provincias, de las de Arauco y Biobío. Participó en la batalla de Jaquijahuana en 1548. Fue encomendero, regidor, alcalde de Santiago, alférez real, capitán, luego general y justicia mayor. Jufré también fundó varias ciudades y guerreó a indios rebeldes.

En los años 1574 mantiene una reunión con Pedro Sarmiento de Gamboa que será crucial en el devenir de esta historia. Gamboa ya era entonces uno de los más reputados exploradores de aquellos mares del sur. Le habló del descubrimiento de la corriente de Juan Fernández y de las numerosas islas del pacífico descubiertas tanto por él como por Fernández, asumiendo que más hacia el oeste quedarían muchas otras por descubrir, por lo que estaba proyectando una expedición hacia poniente.

Gamboa nunca llegaría a realizar la citada expedición porque el virrey del Perú, Álvarez de Toledo le encargo la fortificación del estrecho de Magallanes, pero Jufré, que también era un muy adinerado armador y con ya casi 60 años, vio la oportunidad de embarcarse en aquella aventura buscando poner un broche de oro a una vida tan intensa y así fue como financió la expedición a Nueva Zelanda, en 1576, ofreciéndole a Juan Fernández el puesto de piloto mayor.

Retrato del Conquistador español Juan Jufré de Loayza Montesa

No existen textos contemporáneos sobre los resultados de la expedición, ya que la consigna fue, al parecer, guardar en secreto el descubrimiento de las islas que posteriormente serían bautizadas como Nueva Zelanda, hasta preparar una segunda gran expedición de conquista. Lo cual tendría su lógica para que no se le adelantasen otros compatriotas. La muerte de Jufré, en 1578, antes de tener listos los preparativos, desbarató la conquista española de Nueva Zelanda.

¿Si decidieron mantenerlo en secreto, cómo se sabe entonces que descubrieron las islas en la primera expedición? Pues por un memorial presentado por el doctor Juan Luis de Arias al infante Don Fernando, alrededor de 1620, sobre descubrimientos españoles verificados en el hemisferio austral. En el documento se señala, entre otras muchas cosas, que un piloto llamado Juan Fernández, navegando un mes hacia el oeste desde los 40 grados, había descubierto una tierra montañosa, rica y fértil, en cuyas costas desembocaban caudalosos ríos y que estaba poblada por gente blanca y no belicosa.

Es obvio que, tanto por la derrota de las dos naves de la expedición, como por las descripciones recogidas en el documento se refiere a los maoríes y a Nueva Zelanda. El historiador chileno José Toribio Medina se refirió también a una carta del gobernador de Chile, Rodrigo de Quiroga a Felipe II en la que le informa del descubrimiento de Nueva Zelanda por parte de Juan Fernández, documento que, sin embargo, aún no ha podido ser encontrado en los archivos españoles.

La historia de Juan Luis de Arias, que le habría transmitido el general Pedro Cortés de Monroy, comisionado del gobernador de Chile en 1613, tiene también cierto soporte científico y que resume muy acertadamente el libro de Winston Cowie: conquistador puzzle Trail, Nueva Zelanda 2015 o Nueva Zelanda, un puzle histórico. Tras la pista de los conquistadores españoles, en la versión en castellano publicada en 2016 por la AECID. Así, Cowie, que se interesó por este asunto, por el presunto origen español de Paul Tito, un célebre jugador de rugby maorí de tez muy blanca y pelirrojo, nos recuerda muchas piezas de ese puzle.

Citaré solo algunas de las más interesantes, como el mapa del Museo Naval de Madrid, en el que se menciona el descubrimiento de las antípodas por el de Cartagena, basado en el libro de Medina. El casco de hierro encontrado en el puerto de Wellington datado en 1580 y al que se denomina «el casco español». La calavera de una mujer caucásica de principios del siglo XVII. La leyenda de la cruz española en el río Northern Wairoa. Los centenarios metrosideros, (árboles de origen neozelandés) en la provincia de La Coruña y que se cree que tienen más de 300 años.

La coincidencia de una localidad llamada Aranga en La Coruña, (de donde partió, por cierto, la expedición de Loaysa) y una localidad llamada Aranga en Nueva Zelanda y así muchas otras piezas, incluyendo una fuerte tradición oral entre los nativos. Por cierto, que, gracias a este libro y a la excelente labor de divulgación de nuestra Embajada en Wellington, la enciclopedia oficial del país ha añadido un texto, antes inexistente, sobre el posible descubrimiento portugués y español de las islas. Una pica en Wellington.