Hitler, «un cerdo de la retaguardia» que casi se queda ciego en la Primera Guerra Mundial
Recibió una Cruz de Hierro de Primera Clase en 1918 gracias a la recomendación de un oficial judío llamado Hugo Gutmann
Antes de ser el dictador que llevó a Alemania a una Segunda Guerra Mundial y el responsable de la ejecución de unos 6 millones de personas por el simple hecho de ser judíos, Adolf Hitler fue un joven con aspiraciones artísticas que acabó de soldado, como tantos otros, en las trincheras durante la Gran Guerra. La propaganda nazi liderada por Joseph Goebbels ya se encargó después de crear una historia de heroísmo sobre la participación de su líder en la contienda. Sin embargo, la realidad de su juventud fue muy distinta.
Adolf Hitler nació en una pequeña ciudad austriaca cercana a la frontera alemana, que por entonces era parte del imponente Imperio Austrohúngaro. Durante su infancia vivió entre la rígida educación paterna que, según algunos biógrafos, incluía palizas, y un fuerte amor maternal, que forjaron el carácter del futuro dictador, repleto de traumas que ocultó durante décadas.
Abandonó el colegio a los 16 años y a esto se sumó la muerte de su padre en 1903 y la de su madre cuatro años después. Entonces intentó cumplir su sueño de ser pintor, y se trasladó a Viena con la intención de ingresar en la Academia de Bellas Artes, aunque suspendió el examen de acceso en dos ocasiones, lo que alimentó su frustración. No quiso hacer el servicio militar que era obligatorio en la Austria de los Habsburgo, y huyó a Múnich en 1913, para evitar que lo arrestaran.
Cuando empezó la Gran Guerra, Hitler sobrevivía vendiendo alguna de sus acuarelas a duras penas y ante la falta de futuro decidió alistarse como voluntario, tenía 25 años. «El 3 de agosto de 1914 presenté una solicitud directa ante el Rey Luis III de Baviera, con la petición de ser incorporado a un regimiento bávaro», escribió. Al poco tiempo, fue admitido y enviado al Regimiento XVI de Infantería de Reserva, conocido como Regimiento List.
Un mensajero ciclista
No combatió en las trincheras como tal, su cometido fue el de trasladar montado en una bicicleta las órdenes desde la retaguardia al frente y entre los diferentes batallones destacados en las trincheras. No estaba en primera línea, pero el trabajo de los mensajeros era también arriesgado y se jugaban la vida en cada traslado, aunque para los compañeros que sí luchaban en el frente era un etappenschwein, es decir, «un cerdo de la retaguardia».
Por entonces era un soldado más, aunque sigue habiendo disputa sobre el rango que tuvo y cómo consiguió ascender tan deprisa tras la guerra, Hitler no fue cabo, sino un soldado raso que «nunca fue ascendido porque ningún oficial vio en él dotes de mando», defiende el historiador Thomas Weber en su libro La primera guerra de Hitler. Aunque también se plantea que ascendiera a soldado de primera (que en otras fuerzas armadas del momento podía equipararse a un cabo). Más allá de este detalle, durante la contienda recibió dos condecoraciones, una Cruz de Hierro de Segunda Clase en 1914, y otra de Primera Clase en 1918, que Hitler recibió gracias a la recomendación de un oficial judío llamado Hugo Gutmann.
En 1916 Hitler pasó cinco meses en un hospital militar por una herida provocada por la esquila de una granada, y regresó al frente poco tiempo después. Dos años después, Hitler se encontraba en un búnker descansando cuando las tropas inglesas del sector lanzaron un ataque químico con gas mostaza. Él fue de los pocos que sobrevivió, pero estuvo varios meses con una ceguera casi total y varias heridas. No sabía si volvería a ver, porque otros compañeros de hospital jamás recuperaron la vista o tuvieron graves secuelas de por vida. Lo que nunca se sabrá es cómo hubiese cambiado el futuro de Europa y del mundo si Hitler hubiese muerto durante la Gran Guerra. La noticia del armisticio de noviembre de 1918 llegó enseguida al hospital. La guerra había terminado.