Cuando España derrotó a la Unión Soviética, pero no en el campo de batalla
El 21 de junio de 1964, en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid, el equipo español de fútbol derrotó al soviético en la final de la Copa de Europa de Selecciones Nacionales
Tras el Mundial de fútbol de 1958, celebrado en Suecia, la UEFA organizó el primer campeonato de Europa de Selecciones Nacionales, la copa Henry Delauney, llamada así en honor al miembro de la FIFA y secretario general de la UEFA. El sorteo emparejó a España con Polonia, un país bajo una dictadura comunista. El acontecimiento deportivo iba a marcar época pues se había evitado este tipo de encuentros hasta ese momento por parte del régimen franquista.
Pese a la ausencia de relaciones diplomáticas oficiales entre los estados comunistas del Este de Europa y España, el partido se jugó. El equipo español, entrenado por Helenio Herrera, estaba formado por Di Stefano, Kubala, Luis Suárez, Gento, Garay… se impuso al polaco por 3-0 en Madrid y 4-2 en Katowice, pasando a la segunda ronda. Pero el adversario siguiente fue la Unión Soviética, lo que el gobierno español -conocido por su anticomunismo en plena Guerra Fría- se negó a secundar. La Federación Española de Fútbol renunció al encuentro y la consecuencia fue el éxito de la URSS que, tras un partido en París con Yugoslavia, ganó la copa.
España fue sancionada por no haber jugado, pero, a pesar de ello, la UEFA designo de nuevo a nuestro país como sede de la fase final de la edición de 1964. Sin embargo, no era un buen momento para el equipo nacional tras su escaso papel en el Mundial de Chile, celebrado dos años antes. En consecuencia, se nombró un nuevo entrenador nacional, Pepe Villalonga, que ya sabía lo que era ganar dos copas de Europa al frente del Real Madrid y una recopa con el Atlético de Madrid.
Para enfrentarse en este campeonato europeo, Villalonga decidió otorgar una oportunidad a jugadores exclusivamente españoles. El primer partido fue con Rumanía –otro país del Telón de Acero– a la que derrotaron, así como a Irlanda e Irlanda del Norte en las eliminatorias previas. De esta manera, España se clasificó para la final, a celebrarse en Barcelona y Madrid en la primavera de 1964.
La Unión Soviética se enfrenó a Dinamarca y España a Hungría, que aún tenía fama de calidad técnica. La prensa puso sus esperanzas en jugadores españoles que militaban en equipos italianos como Suárez, Peiró y Del Sol y en el hecho de jugar en casa. El 17 de junio se celebró el encuentro en Madrid, ante 40.000 asistentes y las cámaras de televisión española retrasmitiendo en directo. El partido fue de infarto porque si bien Pereda marcó gol, los húngaros empataron en el minuto 39 por medio de Albert. Se tuvo que jugar una prórroga de 30 minutos donde el madridista Amancio deshizo el empate a la salida de un córner, colocando a España en la final.
El equipo soviético derrotó al danés en el Camp Nou por 3-0 y, por lo tanto, la final enfrentaría a la URSS con España. Algunos sectores de la prensa europea presentaron al equipo ruso como «una máquina uniforme de jugar al fútbol», sus jugadores eran «físicamente perfectos» y capaces de rendir al máximo toda la duración del partido.
A nadie, sin embargo, se le escapaba la dimensión política que tenía el partido. Uno de los escenarios de lucha de la Guerra Fría era el deporte y la superpotencia soviética deseaba siempre ganar para demostrar que su pueblo, su educación y sus ciudadanos eran vencedores gracias a la eficacia del sistema comunista. En 1964, celebrando el régimen sus «25 años de Paz» la apuesta era arriesgada pues su imagen podría quedar por los suelos a nivel internacional y, por efectos políticos, más de un español deseaba la victoria soviética.
Uno de los escenarios de lucha de la Guerra Fría era el deporte y la superpotencia soviética deseaba siempre ganar para demostrar la eficacia del sistema comunista
A las 18:30 horas del 21 de junio de 1964 comenzó al partido, retrasmitido por TVE. Franco hizo su aparición en el palco del Santiago Bernabéu minutos antes. ¿Los periódicos del día siguiente sacarían al caudillo español entregando la copa al capitán soviético?
El equipo nacional vestía completamente de azul marino, salvo las medias negras con vueltas con los colores nacionales, mientras los soviéticos conservaban su camiseta roja y pantalón blanco. El árbitro era inglés, Holland, auxiliado en las bandas por un linier belga y otro yugoslavo. Por España jugaron Iribar, Rivilla, Olivella, Calleja, Zoco, Fusté, Amancio, Pereda, Marcelino, Suárez y Lapetra.
A los cuatro minutos de empezar el partido, España marcó gol, pero a los ocho los soviéticos hicieron lo mismo, de un disparo de Jusainov. Tras superar el desconcierto, se pasó a fase de dominio alterno. Holland anuló un gol a Perea y pasó por alto un penalti que le hicieron al mismo jugador por lo que más de un español pensó en «la pérfida Albión». Seis minutos antes del tiempo reglamentario, Pereda centró desde el extremo y Marcelino remató de cabeza proporcionando otro gol para España.
A partir de ese momento, el entusiasmo del estadio fue paralelo al de Matías Prats, comentarista de televisión, que estiró su voz al límite cantando el gol. El marcador ya no incorporó ninguna novedad hasta el remate del partido. Finalmente, Franco entregó la copa al capitán español, el central del FC Barcelona, Fernando Olivella y concedió audiencia en El Pardo a todo el equipo, al día siguiente.
El periódico francés L´Equipe se atrevió a presentar el encuentro como el final de una etapa y el comienzo de una nueva, como el encuentro entre dos pueblos que se ignoraban en torno a un trofeo deportivo. En Madrid el fútbol había dado una nueva lección de solidaridad y de comprensión y así, «la copa de Europa fue la copa de la Paz».