La Dama de Arintero, la doncella que se hizo pasar por hombre para luchar en favor de los Reyes Católicos
Cada familia debía enviar al menos un hombre a luchar en favor de Isabel y Fernando, pero en la familia de García de Arintero no había ningún varón en condiciones de batallar
La lista de personajes excepcionales, pero desconocidos en la Historia de España es interminable. Pocos han oído hablar de Fernando de Leyba, el capitán ceutí afincado en la Luisiana española que junto a Bernardo Gálvez fueron fundamentales en la independencia de Estados Unidos. O de Isabel Barreto, la primera mujer almirante de la historia de la navegación. Por no mencionar a Juan Latino, un afroespañol que pasó de ser esclavo al primer catedrático negro de la historia, admirado y respetado por grandes literatos como Cervantes o Lope de Vega.
A esta lista podríamos añadir a la Dama de Arintero, la joven que se hizo pasar por hombre para defender a España de los portugueses en tiempos de los Reyes Católicos. «Conoced los de Arintero vuestra Dama tan hermosa, pues que como caballero con su Rey fue valerosa. Si quieres saber quién es este valiente guerrero quitad las armas y veréis ser la Dama de Arintero», reza una inscripción en honor a esta doncella del pueblo leonés que sustituyó a su padre en el campo de batalla.
Luchar en favor de los Reyes Católicos
De nombre Juana, la doncella era una de las hijas del conde García de Arintero quien había luchado en múltiples batallas en las fronteras del Reino de Granada. Era el año 1474 cuando, tras la muerte de Enrique IV sin heredero al trono de Castilla, Isabel y Fernando fueron proclamados reyes. Esta decisión no fue aceptada por todos: algunos sectores de la nobleza reclamaban el trono para la infanta doña Juana, única hija del difunto monarca, pero legítima para algunos y bastarda para muchos.
Fue entonces cuando los partidarios de la que apodaron la Beltraneja empezaron a tramar una sublevación encabezada por el rey Alfonso V de Portugal, que pretendía expandir su reino anexionando Castilla. Así las cosas, los rumores de guerra empezaron a florecer y docenas de mensajeros partieron por todo el reino llamando a las armas en defensa de los futuros Reyes Católicos.
Cada familia debía enviar al menos un hombre a luchar en favor de Isabel y Fernando, pero en la familia de García de Arintero no había ningún varón en condiciones de batallar: sus descendientes eran todas mujeres y él era demasiado mayor para luchar en el campo de batalla.
Según relata el historiador Juanjo Sánchez Arreseigor en su obra ¡Caos histórico!: mitos, engaños y falacias (Actas), enviar a un representante de la familia a la guerra «era algo más que una cuestión de orgullo» pues el conflicto estaba cerca de casa y «se trataba de una guerra civil, donde quedarse al margen podría verse como una forma de escurrir el bulto con excusas hasta ver quién ganaba».
La Mulán española
Iba a ser la primera vez en siglos que ningún señor de Arintero, un pequeño pueblo de la montaña leonesa no acudiría al llamamiento real. Por lo que, conmovida por la angustia de su padre, Juana decidió ser ella la persona que iría al campo de batalla para luchar en defensa del honor y el nombre del linaje. «Cómpreme armas y caballo, que a la guerra me voy yo. Cómpreme una chaquetilla de una tela de algodón para apretar mis pechos al lado del corazón», dijo la joven a su padre.
Aunque éste se opuso inicialmente, la firmeza de su hija hizo que el conde García diese su consentimiento. Así, adoptó el nombre de Diego Oliveros de Arintero y durante dos meses entrenó como guerrera para dominar al caballo en mitad del combate, aprender a desenvolverse con la espada y lanza, así como acostumbrarse al peso de la armadura. Una vez preparada, la Dama de Arinterio marchó para unirse a la hueste real.
Los portugueses ya habían realizado una serie de ofensivas y ocupado Plasencia, Toro y Zamora. La leyenda dice que la joven escondida bajo armadura y el nombre de Oliveros luchó durante 10 años; pero lo más probable es que su aventura bélica durase unos pocos meses.
Al final fue descubierta, pero su valentía y coraje no fue en balde. Su gesta llegó a oídos de Fernando el Católico e hizo llamar a Juana, quien acudiendo al encuentro del monarca explicó su historia, quién era y el porqué de su atrevida decisión. Y aprovechando la audiencia real, exigió para su pueblo natal ser reconocido como solar de hijosdalgo notorios, al igual que los vecinos estuvieran exentos del pago de tributos y del servicio militar.
Fernando el Católico asombrado por la lealtad de Juana accedió a sus peticiones con la condición de que volviese a su hogar y abandonase el campo de batalla. Tiempo más tarde, Felipe V renovó los privilegios concedidos por el rey católico.
La historia de Juana de Arintero, a pesar de ser digna de recordar, quedó atrapada entre la leyenda y realidad al perderse los documentos oficiales que atestiguaban su existencia y su gesta en la historia de España. Además de la inscripción, su recuerdo aún permanece en el escudo de armas de su familia: un cuartel que llevaba una dama empuñando lanza y adarga.