Fundado en 1910

La majestuosa fachada de la catedral parisina refulge tras su restauración

Cuatro anécdotas históricas sobre Notre Dame de París

La seo de la capital francesa vuelve a abrir sus puertas tras casi cinco años de cierre a causa del incendio que destruyó su techo y su emblemática aguja en 2019

A pocas horas de la esperada reapertura de la catedral Notre Dame de París, que el 15 de abril de 2019 fue devastada por un incendio, recogemos cuatro aspectos de su historia casi milenaria.

El sueño de un obispo

Su construcción en la pequeña isla de la Cité se debe al obispo Maurice de Sully, quien soñaba con levantar la catedral más grande del mundo occidental y acorde al estilo de la época: la luz, el color y la verticalidad se convierten en los signos más identificativos. Respaldado por el Rey Luis VII, por los nobles y por numerosas corporaciones profesionales, la primera piedra se colocó en 1163 con la presencia del Papa Alejandro III.

Dedicada a la Virgen María, este proyecto gigantesco de construcción duraría casi dos siglos: a lo largo de su historia sufriría varias remodelaciones y ampliaciones, al igual que destrucciones. Hacia el 1200 la nave central del templo estaría completada: fue una obra maestra de ingeniería gótica de la época. Con ello, comenzó la construcción de las torres de 69 metros de alto cada una y de los tres principales rosetones que datan del siglo XIII, momento de mayor esplendor del gótico. Las obras se prolongarían hasta 1345 cuando se pudo contemplar finalizada.

La primera coronación fue de un monarca inglés

Sus paredes fueron testigos de muchos acontecimientos como la desoladora Peste Negra que acabó con la mitad de la población; la guerra de los Cien Años que enfrentó a los reyes de Francia e Inglaterra por la corona gala, convirtiéndose en el conflicto militar más largo que ha conocido Europa. Sería durante aquellos años de contienda cuando Notre Dame acogería la primera coronación de un monarca: la de Enrique VI de Inglaterra en 1431.

La coronación de Napoleón (1805-1807), cuadro de Jacques-Louis David

Victor Hugo escribiría en su obra que : «La belleza de una catedral no radica en sus adornos, sino en su esencia misma de ser un lugar sagrado», y Napoleón, consciente de ello, quiso recuperar ese carácter sagrado para otorgárselo también a su propia figura y escogió la catedral para coronarse emperador de Francia, el 2 de diciembre de 1804. Un momento histórico que Jacques-Louis David se encargaría de inmortalizar en un famoso cuadro en el que Bonaparte aparece sosteniendo la corona antes de colocársela sobre su cabeza.

Convertida en un almacén de vino

Otro de los muchos episodios que vivió fue la destructiva Revolución Francesa que trajo consigo la desacralización de los templos y con ello Notre Dame se convirtió en un «templo del raciocinio», con un altar dedicado a la diosa Razón. Muchas estatuas fueron decapitadas y algunas campanas, fundidas.

En 1794, Robespierre hizo aprobar la existencia de un «Ser Supremo», cuyo culto no necesitaba edificios religiosos. Las celebraciones se realizaron al aire libre. Abandonada y deteriorada, la catedral terminó siendo un depósito de vino para el ejército.

Salvada por una novela

«Las catedrales son testigos mudos de la historia, guardan en sus muros los secretos de un pasado glorioso», o «En el corazón de una catedral late la fe de un pueblo, su esperanza y su amor por lo divino», son algunas de las reflexiones que hace Victor Hugo en su famosa obra Nuestra Señora de París (1831) donde plasma su preocupación por las demoliciones de edificios y fachadas de la época medieval e intenta convencer a los parisinos de proteger el patrimonio artístico gótico de su ciudad.

«Es difícil no suspirar, no indignarse ante las degradaciones y mutilaciones que el tiempo y los hombres han infligido al mismo tiempo a este venerable monumento», diría el escritor. En sus páginas, Hugo personifica la catedral como una mujer de carne y piedra, despertando una emoción colectiva.

Grabado de Alfred-Alexandre Delauney

El éxito de la novela llevó a la creación del servicio de monumentos históricos en 1834, que nombró a Eugène Viollet-le-Duc como arquitecto encargado de su restauración. La obra duró más de 20 años y devolvió a la catedral el aspecto que mantuvo hasta el incendio de 2019.