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Ubicación de Condado de Gévaudan

Picotazos de historia

El condado francés que perteneció a Aragón y es conocido por sus 'hombres lobo'

Así fue como se ganó y perdió para la corona aragonesa el condado de Gévaudan, tierra que se haría famosa a lo largo del siglo XVIII por sus «bestias»

En el departamento francés de Lozère, en el norte de la región francesa de la Occitania en la Francia actual, existió un territorio histórico, una antigua provincia que fue propiedad de los condes de Barcelona: el condado de Gévaudan.

Conocemos por los escritos de Plinio el Viejo, que murió en la erupción del Vesubio, que esta tierra estuvo habitada por una tribu que se denominaba Gabales y que acabarían dando su nombre al territorio. A partir del año 472 d. C. los visigodos tomaron el territorio en nombre de su rey Eurico, pero poco les duraría, ya que el merovingio Clodoveo, en el año 507, derrotó a los visigodos en la batalla de Vouillé y se quedó con el territorio de Gévaudan para el reino franco de Austrasia.

Pipino el Breve, llamado así por lo bajito que era, sustituyó a la dinastía merovingia, o de los reyes vagos como se la conocía, por la suya propia. Así que, a partir de entonces, hablamos de la dinastía de los pipinidas o carolingios (por su hijo Carlomagno). Como les estaba contando, Pipino pasó el territorio de Gévaudan a la gobernación del ducado de Aquitania y permanecería allí hasta el fallecimiento sin descendencia del duque Guillermo el Piadoso (875 – 918 d. C.).

Se disputaron los territorios entre los diferentes herederos y Gévaudan cayó en manos del conde de Tolosa con categoría y jurisdicción de vizcondado. Con el tiempo los vizcondes de Gévaudan fueron adquiriendo cierta autonomía, que no independencia, con respecto a sus señores los condes de Tolosa (en francés Toulouse). Para el año 1112 Gévaudan estaba en la jurisdicción del condado de la Provenza, que a su vez eran condes de Tolosa. Tal vez el más conocido de ellos fue Ramón (o Raimundo) IV de Tolosa, más conocido como Raimundo de Saint Gilles. Este fue el caballero más conocido e importante de a primera cruzada y primer conde de Trípoli.

Es durante esos años en que el condado de Provenza recaerá por herencia en Doña Dulce, hija del vizconde de Gévaudan y Doña Gerbega de Arlés, condesa de Provenza. La hermosa Dulce se casará con Ramón Berenguer III (1082-1131) que era conde de Barcelona. El día 3 de febrero de 1112, Ramón Berenguer, en nombre de su esposa, recibió el condado de Provenza y los vizcondados de Carladés, Millau y Gevaudán. La corte de Doña Dulce se convertiría en una de las más cultas de Europa, en ella se desarrolló el «amor cortés» de los trovadores, que viajaría por todas las cortes europeas de la mano de la lengua occitana.

Heredó, en su momento, el condado de Provenza Berenguer Ramón, segundo hijo del conde de Barcelona, que sería asesinado durante la guerra que mantuvo contra la familia rival de los Baux. Su hijo, Ramón Berenguer, estuvo bajo la tutela de su tío, el conde de Barcelona y acabaría casando con la viuda del rey Alfonso VII de Castilla, Riquilda de Polonia que era hija de Vladislao II el Desterrado.

Fruto de este matrimonio fue una única niña, a la que llamaron Dulce, y que quedó huérfana a la tierna edad de cuatro añitos. Su tío, el rey Alfonso II de Aragón quedó como tutor suyo, pero la pobre niña no llegó a cumplir los siete años de edad. Su desconsolado tío Alfonso, enjugó su pena al quedarse con todos los territorios que pertenecían a la niña (Provenza, Gevaudán, Mergueil, Millet, etc).

Aragón era el reino hegemónico en los territorios del sur de Francia, el Languedoc y antigua Septimania. A principios del siglo XIII la herejía albingense, la cual planteaba cosas tan radicales como la negación de un dios único (también había un dios malo para los albingenses), la Trinidad o la salvación por medio del conocimiento y no por la fe, campaba por el sur de Francia.

Su doctrina, denominada cátara, se extendió rápidamente y ganó apoyo entre el pueblo. Hubo crueles guerras de religión, se declaró la cruzada contra los cátaros y los señores del sur se volvieron hacia quien consideraban su señor natural: Aragón. El rey Pedro II, a quien la historia conoce cono «el Católico», murió combatiendo junto a los condes cátaros contra las tropas católicas de Simón de Montfort, el rey de Francia y el papado. Esto fue el año 1213 en la batalla de Muret.

La Batalla de Muret , miniatura de Grandes Chrónicas de Francia

Entre los acuerdos que se vio obligado a firmar su hijo, el rey prisionero Jaime I, estaba la cesión del condado de Gévaudan a los reyes de Francia. Esta cesión de derechos sería ratificada entre Luis IX, «San Luis de Francia», y Jaime I «el Conquistador» en el Tratado de Corbeil (1258) que fijaría las fronteras entre los dos reinos.

Así fue como se ganó y perdió para la corona aragonesa el condado de Gévaudan, tierra que se haría famosa a lo largo del siglo XVIII por sus «bestias». Y es que al día de hoy todavía se discute si los 113 muertos y 49 heridos que hubo en esa zona fueron debidos a los ataques de unos lobos desproporcionadamente grandes o hubo casos de licantropía. Estos sucesos fueron dramatizados y se han realizado películas sobre el tema.