Tarfaya, la ciudad marroquí fundada por españoles
Este enclave fue, ante todo, una base militar que protegía el norte de Marruecos y Canarias
La actual ciudad marroquí de Tarfaya, situada al sur, en el límite del Sahara, es una pequeña población de apenas 5.000 habitantes que está unida administrativamente a El Aaiún. Puede decirse que su fundación es obra española. Efectivamente, un fuerte español sustituyó a una factoría británica en territorios de tribus nómadas. Este enclave es el ejemplo de la política española en África, llena de desinterés y falta de incentivos. Y es ejemplo también de la distinta manera que españoles y marroquíes tuvieron en cuanto a la configuración jurídica de los territorios sahariano y sus vínculos de soberanía.
Se ha discutido mucho acerca de la soberanía de la franja sur de Marruecos y el Sahara Occidental. Para los españoles, nunca fueron territorios bajo soberanía del sultán. Se basan en el artículo 18 de Tratado de 28 de mayo de 1767, entre Mohamed ben Abdalah, y Carlos III, que decía: «Su Majestad imperial se aparta de deliberar sobre el establecimiento que su Majestad católica quiere fundar al Sur del río Nun, pues no puede hacerse responsable de los accidentes o desgracias que sucedieren a causa de no llegar allá sus dominios, y ser la gente que habita el país errante y feroz».
Y en el Tratado de 1 marzo de 1799, que perfeccionó el anterior, estipulaba en su artículo 22: «Si algún buque español naufragase en río Nun y su costa, donde no ejerce dominio Su Majestad marroquí…». En unos casos, se consideraban territorios comunes de pueblos nómadas. En otros, era simplemente una res nullius, sin dueño.
Frente a la postura española, los marroquíes siempre han opuesto que, aunque temporalmente el poder del sultán no ejerciera autoridad, había un vínculo de Bayia, de fidelidad que, dentro de la nación árabe, era una muestra de soberanía. «La subordinación de los súbditos, en un acto simbólico de pleitesía, legitima la dominación del sultán sobre sus dominios. Una vez establecida la Bayia, ésta permanece intacta, y constituye un compromiso entre el sultán y su pueblo», escribe Ouarzazi Abdel-Wahed.
Los conceptos de Nación y Estado
Para los europeos el concepto de Nación y Estado deriva de la Revolución francesa. Los marroquíes no lo tenían de manera tan nítida, ni observaban el derecho internacional impuesto sobre todo a partir de la Conferencia de Berlín (1884-85). Pero la doctrina, y sus consecuencias, la imponían las potencias europeas. No había Estado donde la autoridad no era permanente, completa y efectiva. Ni donde la ley nacional no imperaba, ni se hacía respetar por los agentes del soberano.
Cuando los españoles se establecieron en Río de Oro en 1884, el sultán Hassan I había visitado los territorios del Sahara y Tarfaya. Su sucesor Abdelaziz nombró delegados en las mismas regiones. Eran enlaces con las tribus locales que, en la práctica, actuaban con independencia.
En 1879 una compañía británica fundó una factoría en un islote frente a Tarfaya, protegida por el mar de los ataques que no pudieron evitar en marzo de 1888 cuando soldados marroquíes atacaron la casa fuerte matando a varios europeos, lo que provocó el abandono y su venta al sultán en 1895. Todavía se levantan los muros de la construcción conocida con el nombre del fundador Mackenzie.
España siempre tuvo la vista puesta en esa parte del litoral, muy próximo a Canarias y que le serviría de protección y de base de pesqueros. Pero el reparto de África no se arreglaba entre europeos y africanos, sino mediante laboriosos pactos entre Estados europeos, con predominio de Francia y Gran Bretaña.
España consiguió en el Tratado de París de 1900 la delimitación de sus territorios del Sahara. Y en 1912, en el Tratado hispano-francés que creaba el protectorado español de Marruecos, se asignó una franja al sur del río Draa a título de protectorado. Esto fortaleció la tesis oficial del Majzén de marroquinidad de la región sur. Después, en 1946, se incluyó en ese engendro político-administrativo denominado África Occidental Española. Allí se situaba Tarfaya y la fortaleza de Tan Tan levantada en 1938 y que sirvió de cuartel a las tropas nómadas y de origen a la ciudad actual.
El teniente coronel Bens, gobernador de Río de Oro, acuciaba al gobierno para ocupar Cabo Juby e Ifni. Era un hombre de un colonialismo idealista que gastó su vida entre las arenas hispanas. Llevó a cabo conversaciones con las tribus locales para que se hiciera pacíficamente, pero los gobiernos de Madrid temían más a los franceses que a los habitantes de la región. Por fin, en 1916, se autorizó a Bens a ocupar Cabo Juby (cuatro años después del Tratado hispano-francés). El 29 de junio puso pie en esa tierra con un pequeño contingente militar. Le esperaban el representante del sultán Muley el Mehdi y de los notables locales. Allí se levantó un fuerte (derruido en 1990) que sirvió para asentar una población que se llamó Cabo Juby primero y Villa Bens después.
La ciudad en esta etapa española fue, ante todo, una base militar que protegía el norte de Marruecos y Canarias. Tuvo alguna importancia comercial en los intercambios con los lugareños y las pesquerías de los canarios. Y que un importante aeródromo en la época en la que los aviones necesitaban repostar en los viajes largos. De las construcciones españolas apenas queda nada porque Marruecos ha tratado de borrar esa huella. Ahora aparece como un destino turístico para amantes del surf.