La Lotería de Navidad, el sorteo que nació para financiar la guerra contra Napoleón
El ganador podía comprarse un caballo de zara andaluza, que costaba unos 2.000 reales, e incluso una casa modesta
La suerte en España también tiene su historia. Ahora comprar el décimo de Navidad es una tradición para muchos españoles, donde lo importante, como dice su anuncio, es compartirlo. Sin embargo, el origen de este sorteo es muy distinto al que podamos imaginar. Para descubrirlo hay que situarse más de 200 años atrás, en plena Guerra de Independencia española, en un contexto de poca ilusión, guerra total y necesidad económica.
La primera Lotería de Navidad se celebró el 18 de diciembre de 1812 en Cádiz, que por entonces era el refugio de muchos españoles que habían huido de la invasión napoleónica, pero también de las Cortes que dieron forma a la primera Constitución en España. ¿Por qué hacer un sorteo en este contexto?
Sorteo en plena guerra
Las tropas de Napoleón habían tomado las principales plazas, pero las tropas y voluntarios seguían combatiendo contra los franceses. Para mantener el esfuerzo bélico y tener alguna posibilidad de victoria, el gobierno español necesitaba aumentar los fondos. Solo había una solución, aumentar los impuestos, pero en medio de una guerra era una decisión difícil de tomar, porque podría generar gran descontento en la población.
El Estado necesitaba recaudar más fondos sin aumentar los impuestos. La solución la encontró Ciriaco González Carvajal, ministro del Consejo y Cámara de Indias, que tuvo la idea de instaurar una lotería al estilo de la que ya se realizaban en la Nueva España. No era algo nuevo, el marqués de Esquilache impulsó la creación de la «Lotería Real» en 1763, durante el gobierno de Carlos III. Unos 80 años después, ese proyecto de ley que buscaba «establecer en Madrid una lotería… para que se convierta en beneficio de Hospitales, Hospicios y otras obras pías y públicas», se celebraría en el Teatro de Cádiz.
El sistema era muy parecido al actual: contaba con una serie de bombos, y también se cantaban los números. El cupón o billete costaba 40 reales, que no son ni 10 céntimos de euro. Según las crónicas de la época la celebración del sorteo tuvo mucho éxito, y el primer premio fue el equivalente a unos 6.800 euros. Puede parecer poca cantidad, pero el ganador podía comprarse un caballo de raza andaluza, que costaba unos 2.000 reales, e incluso una casa modesta. No solo ganó una persona, el gobierno consiguió recaudar una buena cantidad que destinó a la guerra contra los franceses.
Los niños de San Ildefonso y la Lotería de Navidad
El sorteo se popularizó y otras ciudades también celebraron los suyos. Aunque no fue hasta 1939 cuando adoptó oficialmente el nombre de «Lotería Nacional». Dentro de los diferentes premios, el de Navidad era uno de los más populares y a finales del siglo XIX tomó personalidad propia y empezó a llamarse «Sorteo de Navidad». Desde entonces esta tradición se consolidó en toda España. Las monedas han ido cambiando de reales a pesetas y ahora a euros, pero un elemento que se ha mantenido en el tiempo es la participación de los niños de San Ildefonso. La relación de estos niños huérfagos y los sorteos es anterior al de la Lotería de Navidad.
La primera vez que un niño de San Ildefonso cantó los números de la Lotería Nacional fue en 1771, y desde entonces esa participación ha continuado. Tanto es así que ahora son los garantes de repartir suerte al cantar los premios en la Lotería de Navidad. El colegio de San Ildefonso lleva desde el siglo XV ofreciendo enseñanza y formación a niños huérfanos, y aunque se ha ido adaptando a los tiempos sigue manteniendo la misión inicial.
Si hay algo que ha unido a los españoles es la lotería, y en especial, la Lotería de Navidad, que se ha seguido celebrando desde 1812, incluso durante la Guerra Civil. En 1938 se organizó un doble sorteo en ambos bandos del conflicto. Acabada la guerra, la lotería continuó, empezó a retransmitirse por radio y televisión hasta convertirlo en una actividad que forma parte de la tradición navideña de muchos españoles, que lo viven de una forma que trasciende lo económico.