«Chim», el fotoperiodista que capturó la cara más humana de los conflictos decisivos del siglo XX
David Seymour fue un fotógrafo y fotoperiodista cuya obra sigue siendo una de las más emblemáticas de la fotografía humanista contemporánea
«No podemos permanecer al margen de los acontecimientos del mundo». Esta es la frase, tan llena de sentido, que les dijo a sus colegas de la agencia Magnum, David Seymour (cuyo alias, «Chim», es una transcripción de la pronunciación francesa de Szymin, su apellido polaco), cuando intentaban, en vano, disuadirle de que viajara a Egipto para cubrir la Crisis de Suez, porque su pasión por su profesión lo cegó, le impidió escucharlos y le llevó al encuentro con la muerte el 10 de noviembre de 1956, ametrallado mientras cubría un intercambio de prisioneros.
«Chim» fue un fotógrafo y fotoperiodista cuya obra sigue siendo una de las más emblemáticas de la fotografía humanista contemporánea. Su mirada, comprometida con las causas sociales, lo llevó a capturar momentos decisivos de la historia, desde la guerra civil española hasta las devastadoras secuelas de la Segunda Guerra Mundial. Es innegable su gran valor histórico, no solo por su legado profesional, sino también por los aspectos humanos que definieron su vida y su arte.
El inicio de una pasión
Seymour nació el 20 de noviembre de 1911 en Varsovia, Polonia, en el seno de una familia judía. Desde temprana edad, mostró una gran inclinación por las artes y, aunque inicialmente estudió en la Universidad de Varsovia, su pasión por la fotografía lo llevó a abandonar sus estudios para trasladarse a París en la década de 1930. Allí, entró en contacto con la fotografía como medio de expresión social y política. Su encuentro con figuras como el fotógrafo y cofundador de Magnum, Henri Cartier-Bresson, marcaría el comienzo de una carrera que le permitió reflejar la historia de su tiempo con una mirada profundamente humana.
La década de 1930 fue crucial para Chim. En 1936, a los 25 años, se alistó como fotógrafo para cubrir la guerra civil española, un conflicto que modificó su visión del mundo. Durante este periodo, documentó la dureza de la guerra, pero también plasmó en la cotidianidad de los combatientes y civiles la verdadera humanidad detrás del conflicto. Sus imágenes no se centraban únicamente en la violencia y la destrucción, sino que mostraban a los individuos: los soldados exhaustos, los niños huérfanos, las madres angustiadas, lo que le permitió retratar el rostro humano del sufrimiento, un enfoque que marcaría su carrera.
Discreto, culto y buen conversador en ocho idiomas, «Chim» viajó como «corresponsal especial» de la revista Regards a España tras estallar la Guerra Civil en julio de 1936. En el conflicto, que causó centenares de miles de muertos, Seymour coincidió con Robert Capa y la novia de este, la fotógrafa Gerda Taro, quien perdió allí la vida en un accidente.
Con su inseparable Leica al cuello (su cámara favorita), «Chim» puso la lente en la penuria de la población civil en la España republicana ante el devastador efecto de la contienda, a diferencia de Capa y Taro, en ocasiones más centrados en la sangre derramada en el frente. Como sostiene Carole Naggar, biógrafa del fotoperiodista, «Chim se dio cuenta de que la guerra civil española fue la primera guerra que convirtió a los civiles en blanco» de los ataques.
La pasión de Seymour por el lado más humano del conflicto dio lugar, por ejemplo, a la famosa imagen Amamantando a su hijo, en la que una mujer da el pecho a su hijo en medio de una multitud durante un mitin político cerca de la ciudad española de Badajoz, en 1936.
«Esta foto tiene mucha fuerza. Refleja la maternidad, la vulnerabilidad, la ansiedad y la incertidumbre de no saber qué va a pasar», subraya Brannan, «muy contenta» de que esa icónica instantánea forme parte de la donación realizada a la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, que conserva más de 2.000 libros y 123 carteles originales de la Guerra Civil.
El humanismo como sello distintivo
El trabajo de David Seymour se distingue por su capacidad para conectar con las personas que fotografiaba. Su aproximación nunca fue fría ni distante, sino que se nutría de una empatía profunda por sus sujetos, lo que se refleja en sus famosos retratos de los refugiados y niños huérfanos tras la Segunda Guerra Mundial. Como parte de su colaboración con UNICEF, realizó una serie de fotografías en las que captó las consecuencias devastadoras de la guerra sobre los más vulnerables.
Un niño sentado solo en un campamento de refugiados, una madre abrazando a su hijo en un campo de concentración, estas imágenes de Seymour son testamentos de una sensibilidad que va más allá de lo estético; son imágenes cargadas de humanidad.
Una de las anécdotas que mejor ilustra esta sensibilidad de Seymour se refiere a su trabajo en el campo de concentración de Buchenwald. Al visitar a los supervivientes del Holocausto, Seymour no solo documentó su sufrimiento, sino que también intentó establecer una conexión genuina con ellos. En su foto más conocida de este periodo, un niño pequeño aparece mirando fijamente a la cámara con una expresión de asombro y desconcierto. Este niño, al igual que muchos otros sujetos de Seymour, no es un mero objeto de la fotografía, sino un individuo cuyas emociones y dignidad el fotógrafo se esforzó en reflejar.
Para el doble premio Pulitzer Emilio Morenatti (Zaragoza, 1969), «el periodismo es un estilo de vida». Así lo indicó el Jefe de Fotografía de la agencia estadounidense Associated Press en España y Portugal en las XXI Jornadas de Fotografía, Edición y Diseño que organiza la Universidad CEU San Pablo en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación cada curso académico. Y ese estilo, que a él le hizo perder un pie en Afganistán, mató a «Chim» en su afán por contarnos con su fotografía las consecuencias devastadoras de la guerra.