Picotazos de Historia
La Suma Napolitana, el timo que dio Felipe II al reino de Polonia
No solo comprometía a la Mancomunidad Lituano polaca y a la corona de España, también afectó al abono de la dote de catalina Jagellon, quien había casado con el rey Juan III de Suecia
España y Polonia mantienen relaciones diplomáticas desde le siglo XV y siempre han sido amistosas. Cuando la Mancomunidad Lituano Polaca estaba regida por la dinastía de los Jagellones ( descendientes del gran duque Jagello de Lituania) había parentesco cercano entre los Habsburgo y los Jagellonidas. Cierto que durante la guerra contra Napoleón los lanceros polacos ganaron merecida fama por como trataban a los españoles que caían en sus manos pero, cuando se daba el caso contrario, nuestros compatriotas podían mostrar un agudo ingenio y una espeluznante mala leche. He encontrado emocionantes testimonios de polacos que mantenían un afectuoso recuerdo de una tropa de alegres y simpáticos caraduras, que atravesaron esas tierras y se alojaron en sus pueblos, camino de la Unión Soviética. Ya saben ustedes: la División Azul. Pero hay un asunto que durante mucho tiempo envenenó las relaciones entre los dos reinos y dio lugar a un dicho, un sinónimo de promesas vacías.
La reina Bona Sforza de Polonia
En febrero de 1556 la reina Bona Sforza, segunda esposa del rey Segismundo de Polonia y duquesa de Bari y Rossano por derecho propio, decidió regresar a su tierra natal e instalarse en sus ducados. Fue en Bari que recibió la visita del virrey de Nápoles, Don Fernando Álvarez de Toledo, III duque de Alba de Tormes. El virrey propuso a Doña Bona que legara en testamento sus posesiones italianas al rey Felipe II de España. Doña Bona se negó en rotundo pero si estuvo de acuerdo en prestar al rey Felipe de España la importante suma de 430.000 ducados a un interés anual del 10%. Las condiciones y el acuerdo se firmaron en Bari en el mes de diciembre de ese mismo año.
El día 8 de noviembre de 1557 la reina Bona se puso malísima. Cuando parecía estar en las últimas y apenas mantenía la consciencia, su secretario la hizo firmar un documento por el cual nombraba heredero de los ducados italianos (Bari, Rossano, Ostundi y Grottaglie) al rey Felipe II de España. Doña Bona se recuperó lo suficiente para pedir que se redactara un nuevo testamento, por el que se nombraba heredero a su hijo Segismundo II y murió. Se mencionó el envenenamiento ya que durante su enfermedad y muerte fallecieron ocho miembros de su casa, lo que es una cifra asombrosamente alta.
Como se pueden imaginar cada una de las partes presentó el testamento que le era favorable como autentico y el otro era denunciado como una vulgar falsificación. Al final los representantes de Segismundo II consiguieron recuperar parte de las joyas, muebles y dinero, pero los territorios italianos pasaron a la corona de España. Cuanto a la deuda, esta se reconocía y se aceptaba el pago de los intereses pendientes. Lamentablemente la delicada situación de las finanzas del reino impidió que se abonaran. En 1564 se abonaron 300.000 ducados acuñados en Sicilia, como parte del pago por los intereses acumulados. Estas monedas directamente se resellaron y hoy constituyen una valiosa rareza numismática en Polonia.
La deuda de lo que ya era conocido como la Suma Napolitana no solo comprometía a la Mancomunidad Lituano polaca y a la corona de España, también afectó al abono de la dote de catalina Jagellon, quien había casado con el rey Juan III de Suecia. Tras la muerte de Bona la totalidad de los derechos sobre el contencioso conocido como Suma Napolitana habían ido a Segismundo II. Este falleció en 1572 y con él se extinguió la linea de varones de la dinastía de los Jagellones. Sus hermanas Ana y Catalina heredaron sus bienes pero la corona se ofreció a Enrique de Valois ( el futuro Enrique III de Francia), y con sus bienes los derechos al cobro de la deuda y sus intereses de demora. Para complicar más las cosas, los pocos dineros que llegaban desde España, que no satisfacían el interés anual de la deuda, se los guardaba íntegramente Ana de Lituania por lo que su hermana Catalina, reina de Suecia, estaba que echaba las muelas.
«Promesa sin ánimo de ser cumplida»
El asunto del cobro de las Sumas Napolitanas pasó a convertirse en un problema de Estado, cuando la Mancomunidad pasó por graves problemas fiscales y se planteó en la Dieta (Parlamento). Y se planteo muchas veces más, tantas que el nombre de Sumas Napolitanas pasó a significar, en la lengua polaca, una promesa hecha sin ánimo de ser cumplida. La reclamación del pago de la deuda se presentaría periódicamente ante la corte española por parte del embajador de Polonia hasta la desaparición de este último tras la Tercera Partición de Polonia de 1795.
Si alguna vez algún polaco les menciona este asunto, sean comprensivos e invitenle a una caña.