Picotazos de historia
El Krampus, un aterrador personaje de la Navidad
En la víspera de la festividad de san Nicolás, este santo reparte regalos entre los niños que se han portado bien, pero aquellos que se han portado mal, serán castigados por el Krampus, quien les azotará con varas de abedul, según la tradición
Así como en España tenemos nuestras propias tradiciones para las fechas de Navidad, algunas de origen religioso, otras de un origen más discutido; en Europa existen múltiples y diferentes tradiciones como corresponde al complejo mosaico cultural, racial y religioso que lo compone. Una de sus tradiciones, común en aquellos países o zonas más montañosas, por algún motivo que desconozco, es la figura del Krampus.
Durante la noche del 5 de diciembre (la Krampusnacht), víspera de la festividad de san Nicolás, este santo desfila por la ciudad para repartir regalos entre los niños que se han portado bien. Los otros niños, los que se han portado mal, serán castigados por el Krampus, quien les azotará con varas de abedul. El Krampus acompaña a la figura del santo, siempre detrás de él, haciendo evidente el contraste entre ambas figuras.
El Krampus destaca por su rostro demoniaco, orejas puntiagudas, larga lengua, etc. Se viste con prendas hechas con pieles de oveja o de cabra. El aldeano que lleva el disfraz, siempre un individuo joven, lleva una máscara que pretende ser aterradora, cuernos de macho cabrío en la cabeza, cencerros atados en torno a su cintura, que hará sonar con el movimiento de su cuerpo. Se adornará con colas de vaca o de caballo y porta la vara de abedul con las que castigará a los niños (y a quien se ponga en medio) díscolos.
Muy posiblemente el origen del Krampus se encuentre en las tradiciones y mitos anteriores al cristianismo. Sin embargo, no existe documentación anterior al siglo XVI que lo nombre. Y es que la tradición de la figura del Krampus empieza a ser discutida con la Reforma religiosa de Lutero y los lugares donde más firmemente se mantenga será en las zonas católicas. En las regiones y países predominantemente luteranos, la Krampusnacht fue adquiriendo un carácter cada vez más clandestino, celebrándose solo en la intimidad familiar, incluso derivando en juegos.
Con todo la tradición y la figura del Krampus sobrevivieron. La pregunta es: ¿Era una tradición tan aceptada e indiscutida que hasta que no es atacada no merece la pena ser nombrada en documento alguno? No se sabe.
Será a partir a finales del siglo XIX cuando, poco a poco, reaparecerá el Krampus en el desfile de san Nicolás. Tímidamente al principio, pero con el movimiento romántico se empezó a identificar al Krampus como un elemento importante del folklore propio y un símbolo cultural identitario. Su figura empezará a ser defendida por antropólogos e historiadores.
En el siglo XX, con el auge de los movimientos autoritarios y totalitarios (comunismo, socialismo, nazismo, fascismo, etc.) la figura del Krampus será perseguida y en algunas partes prohibida (Austria, Luxemburgo, partes del norte de Italia. Terminada la Segunda Guerra Mundial resurgirá el Krampus, gozando de una cada vez mayor aceptación, aunque durante los ingenuos setenta y locos ochenta algunas voces se alzaron contra lo que se consideraba origen de terrores y traumas infantiles.
Llegó un nuevo siglo y milenio y a partir del 2000 la figura del Krampus se ha hecho más y más popular, incluso llegando a eclipsar a la figura de san Nicolás. Hoy los disfraces son tan elaborados e impactantes que si nos encontráramos a uno en el salón de casa pocos dudarían en salir por la ventana gritando.
Una de las costumbres que han arraigado, o al menos se han recuperado, es la de la carrera de los Krampus. Varios individuos disfrazados, a veces varias docenas de ellos, debidamente motivados por el aguardiente que liberalmente les distribuyen los vecinos, corren atravesando la ciudad mientras azotan a quienes se encuentran en su camino. Ocurre que algunas veces los Krampus se dejan llevar por el entusiasmo o por el alcohol. También puede suceder que el exceso de supercarburante se encuentre en un grupo de vecinos que no estén dispuestos a aceptar las atenciones de los Krampus, o haya agravios pendientes…
De una manera u otra hay veces, cada vez más a menudo, en que la carrera de los Krampus termina como el rosario de la aurora. Un buen ejemplo lo tenemos en la pequeña población de Lienz, en el Tirol Oriental. En el año 2013 la carrera del Krampus se saldó con ocho heridos graves y más de sesenta leves. Una noche aburrida.