El asentamiento español en EE. UU. que fue refugio para los esclavos que huían de las colonias británicas
Carlos II «dictó una Real Cédula en 1693 por la que concedía la libertad a los esclavos fugitivos de las colonias británicas, fueran hombres o mujeres, siempre que abrazasen la fe católica»
«Hace más de 300 años, esclavos nacidos en África arriesgaron sus vidas para escapar de las plantaciones inglesas en Carolina y encontrar la libertad entre los españoles que vivían en San Agustín. A través del coraje, la persistencia y el ingenio, ganaron su libertad» en el fuerte Mosé, el primer asentamiento donde la población afroamericana de Estados Unidos fue libre tras regirse por las leyes españolas.
Así lo explica un estudio realizado por el historiador Juan Ignacio Güenechea y publicado a través de The Hispanic Council en el que detalla el contraste de enfoques entre España y el Imperio británico con respecto a la esclavitud en sus posesiones en Estados Unidos. En este sentido, mientras que la ley española otorgaba «una personalidad moral y jurídica, así como ciertos derechos y protecciones» en los dominios ingleses se aprobaban «leyes cada vez más severas para disuadir a los esclavos de huir».
«Fue el reconocimiento de la humanidad y los derechos de los esclavos, y la influencia del humanismo cristiano en la ley y las prácticas sociales españolas, lo que hizo posible la existencia de una importante clase negra libre en el mundo hispano», subraya el informe.
Un baluarte de la libertad
Esto, según afirma el informe, explica por qué muchos hombres, mujeres y niños arriesgaron sus vidas para llegar al que es conocido como «santuario» de San Agustín: «Los esclavos de zonas británicas eran cada vez más conscientes del mejor trato que recibían en la Florida española y que tenían la posibilidad de alcanzar la liberta en ella». Así, en 1687 llegaba el primer grupo documentado de fugitivos, compuesto por ocho hombres, dos mujeres y un niño, al territorio español.
Por aquel entonces, el gobernador de San Agustín, Diego de Quiroga, reportó las noticias a España y aseguró que aquel grupo había pedido ser bautizado conforme a la «verdadera fe», razón en la que se escudó para no devolver a los recién llegados a pesar de la insistencia del gobierno británico. Los primeros fugitivos se hospedaron en casas de españoles, con el propósito de que «aprendieran las costumbres y practicaran la fe con ellos», explica el profesor. De esta manera, los hombres trabajaron en herrerías y en la construcción del fuerte de San Marcos; todos ellos con un salario.
A este primer grupo le seguirían otros que tenían la esperanza de encontrar la libertad en los dominios españoles. Ante la llegada de numerosos fugitivos, el gobernador decidió «pedir consejo al rey sobre cómo proceder ante la situación» y en respuesta, Carlos II «dictó una Real Cédula en 1693 por la que concedía la libertad a los esclavos fugitivos de las colonias británicas, fueran hombres o mujeres, siempre que abrazasen la fe católica».
Ante el creciente número de refugiados, en 1738 con Manuel de Montiano como nuevo gobernador se decidió levantar un asentamiento donde pudiesen alojar a todos aquellos que huían de las plantaciones británicas en Carolina del Sur y Georgia. «La idea era que esta nueva ubicación sirviera para que esta comunidad de antiguos esclavos pudiera desarrollar allí libremente su vida», indica Güenechea, bajo dos condiciones: abrazar la fe católica y comprometerse a la defensa del territorio.
«Derramar su sangre por la Gran Corona Española y la Santa Fe»
Así, el Fuerte de Mosé, que llegó a albergar 100 esclavos con sus respectivas familias, no solo se convirtió en baluarte de la libertad, sino, debido a su ubicación estratégica, serviría como primera defensa de la ciudad de San Agustín ante posibles ataques ingleses tras el estallido de la guerra del Asiento. De este modo, «los libertos entendieron ademán el rol de defensa que se esperaba de ellos y, tal y como relató el gobernador Montiano al rey por carta, juraron ser ‘los más crueles enemigos de los ingleses’ y ‘derramar su sangre por la Gran Corona Española y la Santa Fe’», recoge el profesor en el informe.
Se creó una milicia negra para el combate contra el vecino enemigo. Entre los que juraron servir incondicionalmente a la Corona española, destacó un refugiado que pidió el bautismo adoptando el nombre de Francisco Menéndez. Este demostró tal capacidad combativa en las milicias, que Montiano le nombró capitán del fuerte Mosé.
Como tal, desempeñó un papel clave en la contraofensiva española contra la ofensiva inglesa capitaneada por el gobernador de Georgia James Oglethorpe, que planeaba apoderarse de Florida y expulsar a España. El ataque fue masivo y repentino, por lo que los españoles junto a los libertos tuvieron que evacuar el asentamiento y refugiarse en el castillo de San Marcos.
El ataque final de los españoles y las milicias negras se realizaría poco después de madrugada para aprovechar el factor sorpresa. «Los antiguos esclavos al mando de Menéndez se batieron con denuedo, porque les iba en la lucha algo casi tan precioso como la propia vida: la libertad», relata el escritor Borja Cardelús en un artículo titulado Fuerte Mosé: el sueño de Florida. Esta acción logró frenar la ofensiva británica sobre San Agustín, dando tiempo a la llegada de refuerzos españoles desde La Habana.
Montiano escribió sobre la gran labor de todas sus tropas al rey y tuvo una recomendación especial para Francisco Menéndez, según detalla el informe publicado por The Hispanic Council. El gobernador de Florida ensalzó la actitud con la que Menéndez había llevado a cabo su servicio y el valor que había mostrado en la batalla de Mosé. Sin embargo, el fuerte sobrevivió a duras penas y tuvo que ser abandonado tras los graves destrozos de la batalla.
Recordar la historia de este enclave es recordar lo que aconteció en la primera comunidad de esclavos libres de Norteamérica, décadas antes de la independencia de Estados Unidos y con más de un siglo de adelanto sobre la abolición oficial de la esclavitud en suelo americano.