Picotazos de historia
El tesoro del monte Esquilino que escapó a la furia goda
Fueron enterradas en el siglo V para salvar el ajuar de la invasión goda
En el año 1793, en las laderas del monte Esquilo de Roma, en el denominado distrito de Monti, un grupo de operarios se encontraba trabajando en –no hay seguridad absoluta– el monasterio de San Francisco de Paula de la orden de los Mínimos, cuando descubrieron las entradas a unas antiguas estancias.
Estaban en buen estado de conservación aunque llenas de escombros por lo que procedieron a su limpieza. «...Después de un duro trabajo que duró poco más de dos meses, surgieron diversas piezas de plata cuyo hallazgo fue maliciosamente mantenido oculto», narra una carta anónima que se encuentra en el Archivo del Estado de Roma y que está fechada en 1794.
La venta de las piezas se hizo en secreto, pero descubiertos los trabajadores confesaron y se pudo recuperar las piezas. Estas fueron trasladadas al Museo Capitolino donde fueron estudiadas e inventariadas. Se identificaron como pertenecientes al ajuar funerario de una mujer cristiana romana de la clase patricia y en torno al siglo IV d.C.
El obispo a cargo decidió la venta de tesoro y que el producto de este se entregara a las monjas de la orden. La venta se realizó y el comprador fue el barón von Schellersheim, quien pagó 1.400 escudos por todo el lote. El denominado como Tesoro del Esquilino permaneció en propiedad del barón hasta que, en 1827, éste lo vendió al diplomático y anticuario francés Pierre Louis de Blacas d´Aulps, duque de Blacas.
En 1866 el hijo del duque vendería un lote de la colección de su padre, entre las que se encontraban el Tesoro del Esquilino, al Museo Británico. En total vendió 59 piezas de las cuales 27 aparecían descritas en la descripción que redactó el director del Museo Capitolino en 1793.
Las piezas que forman el tesoro, gracias a las numerosas inscripciones que tienen, se ha identificado que pertenecieron a tres miembros de la misma familia: a Pelegrina, Projecta y Secundo, todos ellos miembros de la familia o gens Turcia. Esta fue una familia consular romana y se cree que Secundo pudiera ser un hijo o el propio Lucio Turcio Secondo Asterio, político romano del siglo IV, hijo de cónsul y hermano del prefecto de Roma.
Este tesoro, que actualmente pueden ustedes admirar en las salas del Museo Británico, se compone de: cuatro Tiques –figuras antropomorfas que representan el destino y la buena fortuna en la mitología greco-romana– de plata sobredorada; el denominado como cofre de Projecta que está considerado como una de las mejores ejemplos de la platería de la época tardo romana; el cofre de las Musas, otro magnifico ejemplo de artesanía con una tapa abovedada y en cuyo interior se encuentran un tarro y cuatro botellas idénticas de plata para contener perfumes y ungüentos.
El nombre le viene por la decoración que representa a estas figuras mitológicas. La colección continúa con platos: uno grande y dos juegos de cuatro algo más pequeños. Estos platos contienen inscripciones que nos indican la cantidad de plata que se utilizó para su elaboración y, en varios de ellos, aparece la inscripción latina Vivas In Deo Marciana Vivas («Vive en Dios Marcia. Vive»).
De la totalidad de las piezas, que se han conseguido identificar, que fueron descubiertas en el monte Esquilino, hay dos que no se encuentran en el Museo Británico: una es la Pátera de plata de la colección Dutuit de París y la otra es un jarro de bronce que podemos encontrar en el Museo Arqueológico de Nápoles. El tesoro se completa con tiradores y apliques para muebles, arneses de caballos y un lote de jarras y botellas, todo ello de plata.
Modernas investigaciones han datado las piezas entre el 350 y el 380 d.C., identificándolas como muestras de la pericia de los plateros del Esquilino y basadas en modelos anteriores. Esto se puede apreciar en la representación de unas mujeres con un tipo de peinado que no corresponde con la época y que corresponde a los retratos existentes de Helena, madre del emperador Constantino. Otro dato interesante es la continua utilización de decoración representando figuras y modelos de la mitología pagana a pesar de que los propietarios claramente son cristianos.
Esto demuestra una tolerancia y que el sentido de la estética no tiene incompatibilidad con la religiosidad. Esto es cierto en las culturas de origen romano y más raro a medida que se adentra uno en los países del norte y del este.
En definitiva, el llamado Tesoro del Esquilino es una magnifica prueba de la habilidad y pericia de los artesanos romanos, que muestra un tiempo en el que se conjugan los viejos modelos con las nuevas creencias y que tiene la excepcionalidad de que ha llegado prácticamente intacto hasta hoy en día.