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Locusta prueba ante Nerón en un esclavo el veneno preparado para Británico, pintura del siglo XIX

Locusta prueba ante Nerón en un esclavo el veneno preparado para Británico, pintura del siglo XIXDominio Público

Las envenenadoras de Roma: la familia que pasó de generación en generación la receta de un veneno letal

Entre la historia y la leyenda, una oleada de crímenes cometidos en Italia se adjudicó a las creadoras del «agua tofana», un veneno indetectable

En la ciudad de Palermo, a principios del siglo XVI, la multitud se reunió para ver la ejecución de una mujer. Se trataba de Teofanía d'Adamo, acusada y condenada por la muerte de su marido, al que había envenenado. La hija de Teofanía, la joven Giulia, conocía las verdaderas razones del asesinato, así como la receta del veneno que su madre había usado. En una época en que muchas mujeres se veían forzadas a permanecer en matrimonios infelices, su madre había usado el veneno como forma de acelerar la disolución del vínculo matrimonial, y Giulia estaba dispuesta a ayudar a otras mujeres a escapar de sus esposos de la misma manera.

Los detalles de la vida de Giulia, su madre y su hijastra a veces se confunden, y las fuentes nos dejan con muchas lagunas que la imaginación popular ha rellenado. Pero sí parece ser que Giulia perfeccionó la receta del veneno que usó su madre, que pasó a ser conocido como «agua tofana».

Esta sustancia era incolora e indetectable, y contenía arsénico, plomo y belladona, si bien la composición exacta de la mezcla nunca fue desvelada. Los síntomas del veneno se confundían con los de enfermedades comunes de la época, como los de la fiebre tifoidea o la temida peste, por lo que resultaba relativamente sencillo envenenar poco a poco a alguien sin levantar sospechas.

Poción en un cuadro de Evelyn De Morgan

Poción en un cuadro de Evelyn De MorganDominio Público

Giulia se mudó a Roma, y al parecer sentía debilidad por las mujeres de clase baja atrapadas en matrimonios en los que sufrían malos tratos, por lo que suministraba el veneno a aquellas que solicitaban su ayuda, junto a las instrucciones para administrarlo en pequeñas dosis para simular una muerte por enfermedad.

Giulia tenía una excelente relación con su hijastra, Gironima Spana, conocida como la Astróloga, a quien enseñó la receta el agua letal. Una vez que Giulia falleció de muerte natural, Gironima expandió el negocio, comercializándolo con varias compañeras, y la receta llegó a circular entre la alta sociedad para librarse, además de maridos, de amantes y enemigos molestos. Se dice que el veneno se comercializaba en frascos con la imagen de san Nicolás de Bari, por lo que también fue conocido como «agua de Bari».

En Roma se vivía un ambiente de desconfianza. Los brotes de peste y fiebre, provocados por el hacinamiento y la mala calidad del agua, junto con la oleada de envenenamientos, hacían difícil distinguir los unos de los otros. Finalmente, la condesa de Cesi, supuesta clienta de Gironima, hizo saltar las alarmas al hacer un mal uso del veneno: vertió una cantidad demasiado grande en la copa de su esposo, por lo que, en vez de simular los síntomas de una enfermedad, el conde cayó desplomado en medio de la cena, alertando así a sus parientes.

Veneno de la "manna di San Nicolà" (Acqua Tofana), dibujo de Pierre Méjanel

Veneno de la «manna di San Nicolà» (Acqua Tofana), dibujo de Pierre Méjanel

Las autoridades estaban dispuestas a acabar de una vez por todas con la plaga de envenenamientos, y aumentaron la vigilancia. Poco después, una de las vendedoras que trabajaba para Gironima fue detenida mientras vendía veneno en Roma, y el análisis del contenido de la botella no dejó lugar a dudas: el frasco, entre otras sustancias, contenía arsénico. Aunque era cierto que el arsénico se utilizaba para crear cosméticos, las autoridades papales detuvieron e interrogaron a la vendedora, que pronto confesó los nombres de otras implicadas.

Comenzaron así una serie de detenciones, investigaciones y juicios que llevaron a la interrogación de más de cuarenta personas. De las mujeres que fueron acusadas del asesinato de sus esposos, muchas no confesaron aún bajo tortura, pero aún así fueron azotadas o exiliadas. Una de ellas, acusada de envenenar a su marido, un posadero, alegó que no usó el veneno para matarle sino sólo para «enseñarle a comportarse mejor». En algunos casos, no fueron las esposas infelices las que usaron el veneno, sino sus madres, deseosas de librar a sus hijas de un yerno que no les convenía.

A algunas de las clientas de Gironima más distinguidas les fue concedida la inmunidad por orden del Papa Alejandro VII. Entre ellas, Anna Maria Conti, que tras asegurarse la inmunidad confesó haber envenenado a su marido porque estaba convencida de que éste había asesinado a su padre. La condesa de Cesi, por su parte, aquella que tan rápidamente había fulminado a su esposo, fue excluida de las investigaciones, ya que pertenecía a una de las familias más ricas e influyentes de Roma, los Aldobrandini.

Finalmente, Gironima Spana y cinco de sus cómplices fueron ejecutadas por ahorcamiento en la plaza de Campo de Fiori. El Papa ordenó que los documentos relativos al proceso se sellaran en el Castillo de Sant'Angelo, ya que quería evitar que se difundiera información sobre el veneno, por considerar que aquel triste caso era un pésimo ejemplo para las mujeres. Los archivos permanecieron olvidados hasta finales del siglo XIX, cuando fueron rescatados dando lugar a investigaciones y especulaciones sobre las letales envenenadoras.

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