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El enfermo imaginario de Honoré Daumier

El enfermo imaginario de Honoré Daumier

Picotazos de historia

El complicado entierro de Molière

Cuatro días después de su muerte, el gran dramaturgo y poeta francés tuvo su entierro el 21 de febrero a las nueve de la noche. A pesar de las prohibiciones, se calcula que asistieron entre 800 y 1.000 personas

Todos habremos escuchado una infinidad de veces que el gran autor, conocido como Molière, murió el 17 de febrero de 1673, después de interpretar al protagonista de su obra El enfermo imaginario y, que para esa ocasión, utilizó ropajes de color amarillo. Por este motivo, en el mundo del teatro, se considera de muy «mal fario» el utilizar ropa de ese color sobre el escenario. Ahora, con el permiso de ustedes, me gustaría contarles algunas cosas en relación con este suceso.

Jean Baptiste Poquelin (1622 – 1673), conocido como Molière, está reconocido como uno de los más grandes dramaturgos y poetas de Francia y de su tiempo. Tal es la fuerza de su genio que sus obras de teatro, que se representan año tras año, no han perdido un ápice de viveza ni actualidad. Algo que gratamente sorprende al espectador de hoy.

El actor Charles Varlet (1635 – 16929, conocido por el nombre artístico de La Grange, actor de la compañía de Molière y una de las personas de su confianza, nos dejó escrita la relación de los sucesos de su muerte en el conocido como Manuscrito de La Grange. El autor murió el día 17 de febrero en su casa de la rue Richelieu de París. Nos explica La Grange que se encontraba muy resfriado pero, ya antes de contraerlo, estaba muy enfermo de una infección en el pecho, que le molestaba mucho y de la que hacía años que adolecía.

Ese día, y ya en su casa, sufrió un violento ataque de tos que le provocó la muerte. Con los diversos testimonios que nos han llegado, los médicos han podido dictaminar que el genial dramaturgo sufría de tuberculosis que le estaba consumiendo. El ataque de tos le provocó la rotura de un aneurisma de la arteria pulmonar y esa fue la causa de su muerte.

Molière muriendo, asistido por dos hermanas de la caridad , cuadro de Pierre-Auguste Vafflard (1806)

Molière muriendo, asistido por dos hermanas de la caridad , cuadro de Pierre-Auguste Vafflard (1806)

El enfermo, sintiéndose morir, rogó que le llevaran un sacerdote que le escuchara en confesión. Existe el documento dirigido por la viuda del escritor, Armande Bejart, al arzobispo de París solicitando que autorizara el cristiano entierro de su marido. Ocurría que el pobre Molière, además de ser actor (algo que estaba muy mal considerado) había muerto inconfeso y sin recibir los últimos ritos sacramentales.

Y es que la diócesis de París prohibía dar el viático a «gente indigna», y señalaba: «gentes en concubinato, usureros, actores y criminales notorios». Los actores, antes de poder recibir el sacramento debían de hacer pública renuncia y rechazo —por escrito y luego de palabra— ante el sacerdote. Caso contrario el sacerdote no podría administrarle ni la comunión ni la extrema unción.

Cuando Molière se sintió morir, y entonces la gente era muy atinada en ese punto, hizo llamar a los curas de su parroquia, que era la de Saint Eustache. Los párrocos Lenfant y Lechat se negaron repetidamente a acudir al lecho del moribundo. Al final el cuñado de Molière, de nombre Jean Aubry, tuvo que ir en persona y tras una violenta disputa con los sacerdotes consiguió que uno de ellos, llamado Paysant, accediera a ir. El tal Paysant se lo tomó con una calma casi criminal, de manera que cuando llegó hacía tiempo que había fallecido Molière. Jean de Aubry y la viuda no olvidarían la actuación del sacerdote y, en su momento, conseguirían que fuera expulsado de la parroquia.

Molière había muerto inconfeso y como actor por lo que, al menos oficialmente, no podía recibir un entierro cristiano. En un primer momento la desesperada viuda buscó el amparo del rey Luis XIV. Se presentó en Versalles y se arrojó a los pies del monarca para exponer su cuita. Para dar testimonio de la buena fe de su esposo, la viuda, había tenido la precaución de hacerse acompañar por el párroco del barrio de Autevil de París.

Pero el pater, en vez de cumplir el papel por el que había sido llamado, empezó a balbucear unas torpes justificaciones acerca de una acusación de tener simpatías jansenistas (movimiento religioso que negaba el libre albedrío y que había sido declarado herético). El rey se hartó de estos inoportunos y de sus balbuceos sin sentido por lo que declinó toda responsabilidad, dejando la decisión sobre los hombros del arzobispo de París. Es por esto que Armande Bejart se vio redactando el mencionado documento para elevarlo a Su Reverencia y gracias a él tenemos una información directa y de primera mano de un testigo fiable de los hechos.

Armande consiguió que el arzobispo François Harlay de Champvallon autorizase «a la vista de las pruebas recogidas y presentadas» el entierro, ya que Molière «murió como buen cristiano con intención de confesarse». El que no pudiera conseguirlo no anulaba la intención y por ello se autorizaba el enterramiento del cuerpo del difunto en terreno sagrado y con los ritos acostumbrados. Pero la autorización contenía alguna salvedad. Para empezar el entierro debía de celebrarse sin pompa alguna, pudiendo participar en él un máximo de dos sacerdotes. El entierro debía de celebrarse por la noche, sin servicio solemne y en la parroquia de Saint Eustache a la que pertenecía.

El entierro tuvo lugar el martes 21 de febrero a las nueve de la noche. A pesar de las prohibiciones se calcula que asistieron entre 800 y 1.000 personas. El entierro se realizó en un pequeño cementerio que había detrás de la capilla de Saint Joseph, sita en la rue de Montmartre.

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