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Trinchera durante la Primera Guerra Mundial

Trinchera durante la Primera Guerra Mundial

Los héroes y villanos que cambiaron el rumbo de las guerras

Basil Zaharoff, William Walker o Thomas Jordan son algunas de las figuras que se lucraron de las guerras

En un mundo secularizado, las guerras se han convertido en un nuevo modo de estimular la economía ante la pérdida del reconocimiento de la vida humana. El presupuesto de defensa de Estados Unidos para 2025 asciende a 850.000 millones de dólares. China destina el 30 % de esa cantidad y Rusia, el 10 %.

Ya en el pasado, a finales del siglo XIX, hubo personajes como Basil Zaharoff, el más famoso comerciante de la muerte. Representante de la Maxim Nordenfelt Guns and Ammunitions Company Limited y, desde 1911, de Vickers Limited, Zaharoff obtuvo grandes beneficios con la venta de armas en conflictos internacionales. Representa la figura del hombre sin escrúpulos que incentiva la rivalidad entre países y la escalada de la confrontación con el objetivo de vender armamento, además de comprar voluntades para eliminar a la competencia.

Fue uno de los responsables de la Guerra del Chaco, que enfrentó a Paraguay y Bolivia entre 1932 y 1935, al vender armas a ambos países. Asimismo, perjudicó la carrera del español Isaac Peral al influir en el gobierno para que no adoptase su submarino, que eclipsaba al defectuoso Nordenfelt I, promovido por Zaharoff. Este sabotaje contribuyó a la derrota española en 1898, ya que España careció de una defensa naval innovadora, lo que derivó en la pérdida de sus provincias de ultramar.

Otro de estos hombres infames fue William Walker, mercenario estadounidense conocido como filibustero, lo que hoy equivaldría a un contratista privado. Inició su carrera en México en 1853, al intentar la secesión de Sonora y Baja California. Tres años después, se proclamó presidente de Nicaragua, donde impuso el inglés y la esclavitud en representación de intereses privados estadounidenses. Derrocado, fue ejecutado en Honduras. Una década después, el general Thomas Jordan llegó a Cuba el 11 de mayo de 1869 y se convirtió en jefe del Estado Mayor de los secesionistas cubanos, iniciando la Guerra de los Diez Años contra España, acompañada de una intensa campaña de propaganda en la prensa de la época.

Sin embargo, también han existido grandes hombres que han procurado la paz. Los diplomáticos han desempeñado un papel crucial en la reducción de tensiones gracias a su conocimiento del país donde ejercen. Un ejemplo de ello fue el Tratado Clayton-Bulwer, firmado el 19 de abril de 1850 entre Estados Unidos y el Reino Unido, que garantizaba que ninguna de las dos potencias construiría un canal en Nicaragua en solitario. Desde la guerra anglo-estadounidense de 1812, ambas naciones han evitado enfrentamientos y, por el contrario, han estrechado lazos hasta convertirse en aliados indisolubles en la actualidad.

No obstante, se han vivido momentos de tensión, como en 1905, cuando el káiser Guillermo II, durante una visita a Tánger, declaró que Alemania no permitiría que Marruecos pasara a manos francesas. La crisis se resolvió en la Conferencia de Algeciras de 1906, pero en 1911, la presencia del cañonero alemán Panther en Agadir provocó un nuevo conflicto diplomático. Finalmente, Alemania reconoció los derechos de Francia sobre Marruecos, a cambio de una compensación en Camerún. Aun así, años después, no se pudo evitar la Primera Guerra Mundial.

Durante la Guerra Fría, la crisis de los misiles en Cuba, en octubre de 1962, fue el episodio que más cerca estuvo de desencadenar la Tercera Guerra Mundial, con el agravante de que habría sido un conflicto nuclear. El descubrimiento de misiles soviéticos en la isla llevó al presidente Kennedy a adoptar una postura firme que resultó en la retirada soviética, la posterior caída del líder comunista Nikita Jrushchov y la suspensión de algunas medidas de presión de Estados Unidos contra Fidel Castro.

En Sudamérica, en septiembre de 1978, estalló una grave crisis diplomática entre Argentina y Chile por la soberanía del canal de Beagle y las islas Picton, Nueva y Lennox. La tensión aumentó y, tras una decisión internacional desfavorable para Argentina, la Junta Militar movilizó tropas contra Chile. En ese contexto, el recién elegido Papa Juan Pablo II, nacido en una nación marcada por la guerra y defensor de la paz, ofreció su mediación el 22 de diciembre de 1978.

Envió como emisario al cardenal Antonio Samoré, un experimentado diplomático, y logró que el Estado Mayor argentino suspendiera las operaciones militares. Finalmente, el 29 de noviembre de 1984, los cancilleres de Argentina y Chile, Dante Caputo y Jaime del Valle, firmaron en el Vaticano el Tratado de Paz y Amistad, en presencia del pontífice. Este acuerdo evitó una guerra que, según los analistas, habría dejado unas 20.000 víctimas.

A pesar de los esfuerzos de diplomáticos y líderes pacifistas, los conflictos han continuado. La Organización de las Naciones Unidas, creada con el propósito de eliminar la guerra, no ha logrado prevenir los enfrentamientos. Su principal órgano, el Consejo de Seguridad, cuenta con 15 miembros, de los cuales cinco son permanentes: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China.

Estos países tienen derecho a veto, lo que les permite bloquear cualquier resolución incluso si los demás están de acuerdo. Este sistema, lejos de evitar conflictos, ha servido para que las potencias protejan sus intereses expansionistas y desestabilicen a otros países, permitiendo genocidios como el de los cristianos en África y Oriente Próximo.