
Ilustración del Juicio del Cadáver pintado por Jean-Paul Laurens. El Papa Formoso y Esteban VI
Sínodo del Cadáver: cuando un Papa fue juzgado después de muerto
Exhumaron el cuerpo de Formoso I, le vistieron con sus ropajes papales y lo sentaron en un trono para juzgarlo
Año 897, en la basílica constantiniana donde hoy se alza la de San Pedro, sucedió uno de los episodios más insólitos de la historia del papado. Dentro del templo, el Papa Esteban VI presidió lo que hoy se conoce como el Sínodo del Cadáver o Cadavérico. ¿Por qué se llamó así? Frente a varios obispos, parte de la curia romana y el nuevo pontífice estaba sentado su antecesor, el Papa Formoso, que había muerto meses antes. Esteban VI ordenó exhumar su cadáver para someterlo a un juicio póstumo por supuestos delitos. ¿Cómo se llegó a esa situación y qué pasó después con el cadáver?
Entre finales del siglo IX y principios del XI, el papado vivió su saeculum obscurum, o «siglo oscuro». Un periodo marcado por la sucesión de más de 40 papas y antipapas, el nepotismo, el asesinato de pontífices, la sucesión hereditaria y el remplazo en la Cátedra de San Pedro según los intereses partidistas de familias romanas y poderes imperiales. Más allá de los territorios pontificios, también surgió la inestabilidad en el Sacro Imperio Romano Germánico, tras la muerte de Carlomagno, que provocó su fragmentación y la sucesión de conflictos por el poder terrenal entre los emperadores y varias familias italianas.
En este contexto aparece la figura de Formoso, un sacerdote consagrado como obispo de Porto en el 864 por el Papa Nicolás I. Pero su vida dio un giro inesperado en el año 877, cuando en ese contexto de luchas de poder, el obispo apoyó públicamente la investidura de Arnulfo de Carintia, rey de Francia Oriental y sobrino de Carlomagno, como nuevo rey de Italia, en contra de los deseos del santo pontífice del momento, Juan VIII, que apoyó al otro pretendiente, el emperador Carlos II el Calvo.
Este enfrentamiento le costó a Formoso el puesto y la excomunión, pero con la llegada de Marino I al pontificado en el 882, el obispo recuperó su cargo. Casi ocho años más tarde, en el año 891, Formoso I ocupó el trono de San Pedro en Roma, casi al mismo tiempo que el duque Guido III, que pertenecía a la familia de los Spoleto, fue proclamado emperador del Sacro Imperio.
Formoso. Retrato grabado por Cavallieri realizado en 1588
Ahí empezaron las enemistades y desconfianzas entre la familia Spoleto y el Papa. El emperador exigió al Papa que dirigiera la ceremonia en la que nombraría a su hijo Lamberto, de solo 12 años, cogobernante, algo que no gustó nada a Formoso, porque lo consideraba «mal cristiano». Para su desgracia, con la muerte del padre, Lamberto pasó a liderar el Imperio en solitario y fomentó incursiones de sus tropas en los territorios pontificios y abusó de su poder terrenal, una situación ante la que el Papa no se quedó de brazos cruzados.
Pidió ayuda al rey de la Francia Oriental, Arnulfo, al que le ofreció el trono imperial si conseguía acabar con los Spoleto. En el año 895, Arnulfo reunió a su ejército, cruzó los Alpes y avanzó hacia Roma. Mientras, los Spoleto detuvieron y encarcelaron al pontífice en Sant’Angelo. Sin embargo, cuando Arnulfo entró en Roma un año después, liberó a Formoso y éste le coronó emperador en el atrio de la antigua basílica de San Pedro. Parecía que todo había salido a la perfección, pero en abril del 896, Formoso I murió en circunstancias algo sospechosas, su sucesor duró solo 15 días en el cargo y después los Spoleto aprovecharon para colocar en la Cátedra de San Pedro a Esteban VI, aliado de Lamberto.
La venganza de los Spoleto
La familia Spoleto impulsó un juicio contra Formoso por no apoyar sus reivindicaciones durante su papado, y meses después, el Papa Esteban VI convocó un sínodo peculiar. En el templo se reunieron obispos, parte de la curia romana y otros sacerdotes. El objetivo era invalidar el papado anterior y juzgar al difunto Formoso por supuestos crímenes contra la Iglesia, aunque en verdad era una vendetta de la familia Spoleto.
Las acusaciones contra Formoso eran: haber aceptado el papado cuando aún era obispo de Porto, que por entonces iba en contra del derecho canónico; haber regresado a Roma cuando lo tenía prohibido por su excomunión; y por traición al Sacro Imperio por llamar al rey franco para derrotar a Lamberto. Siguiendo la doctrina del corpus delicti, en la que se requería la presencia del acusado de los delitos en el juicio, exhumaron el cuerpo de Formoso I, le vistieron con sus ropajes papales y lo sentaron en un trono para juzgarlo, pese a su avanzado estado de descomposición.
Por supuesto, no podía defenderse, por lo que pusieron a un diácono para que actuase como defensor, aunque el resultado del proceso estaba claro antes de empezar. Formoso I fue condenado, se anularon todas sus decisiones y nombramientos de sacerdotes y obispos, y se le aplicó la damnatio memoriae –una condena al olvido similar a la cancelación actual–, y que ya practicaron los egipcios y, por supuesto, los romanos. Esteban VI ordenó destruir todos los documentos, registros y objetos que pertenecieran a su antecesor, borrando su legado y su figura de la historia para siempre.
Pero la cosa no acabó ahí. Como último castigo, según cuenta la leyenda, al cadáver del difunto Papa le cortaron los tres dedos de la mano derecha con los que impartía bendiciones y el cuerpo fue arrojado al río Tíber.
El destino final de los restos de Formoso sigue siendo un misterio. Una versión sostiene que un pescador encontró su cuerpo en el río y le dio sepultura cristiana en secreto. Otra versión afirma que el Papa Teodoro II ordenó rescatar el cadáver y lo enterró con honores en la Basílica de San Pedro para limpiar su nombre. Lo que es seguro es que el juicio generó una fuerte reacción en Roma. Pocos meses después, los seguidores de Formoso I iniciaron una revuelta en Roma y encarcelaron a Esteban VI, que murió, tal vez, estrangulado durante su cautiverio. Con su sucesor, Juan IX, la situación de la Iglesia mejoró, anuló las decisiones del juicio y prohibió futuros procesos póstumos contra papas.