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Miguel Románov en 1914

Miguel Románov en 1914

Dinastías y poder

Miguel Romanov, el último zar que pudo salvar a Rusia de los bolcheviques

Dejó su nombramiento suspendido hasta que se celebrasen elecciones libres en Rusia. Pero eso nunca ocurrió

Cuando pensamos en la Revolución Rusa nos viene a la cabeza el trágico final de Nicolás II. Su asesinato en Ekaterinburgo junto a su esposa e hijos. Sin embargo, poco sabemos sobre su hermano menor, el gran duque Miguel Romanov que recibió del zar la corona imperial en febrero de 1917: fue realmente el último depositario de la soberanía Romanov antes de que Rusia cayese en manos de los bolcheviques. Su historia es apasionante, aunque desconocida. Miguel dejó su nombramiento suspendido hasta que se celebrasen elecciones libres en Rusia. Pero eso nunca ocurrió. Partidario de una monarquía constitucional, a la inglesa, terminó sus días eliminado en Perm. Víctima de un tiro en la sien.

Miguel Romanov era el menor de los hijos del zar Alejandro III y Dagmar de Dinamarca. Era primo carnal de Alejandra de Gales y del rey de Grecia, Constantino I. Cuando nació en 1878, todavía vivía su abuelo Alejandro II, el libertador de los siervos. Eran días de una fuerte ofensiva anarquista en la considerada ya como la última autocracia europea. Miguel se educó a la sombra de su hermano mayor, el futuro zar Nicolás II. Pero él era más apuesto, atleta, aficionado a la mecánica y menos reservado que el silencioso Nicolás.

El Gran Duque Miguel (extrema izquierda) con sus padres y hermanos

El Gran Duque Miguel (extrema izquierda) con sus padres y hermanosDominio Público

Miguel Romanov vivió un romance juvenil con Beatriz de Sajonia-Coburgo, Bee, futura esposa del infante español Alfonso de Orleáns. Aunque Beatriz y Miguel, Sima y Muma, lucharon por su unión, no se les permitió continuar su romance: entre los Romanov no estaban autorizadas las uniones entre primos en primer grado. Y ellos lo eran. La correspondencia que mantuvieron durante varios años se conserva en el archivo de la Fundación Infantes Duques de Montpensier en Sanlúcar de Barrameda, procedentes del actual Archivo Estatal de la Federación Rusa. Se escribieron entre el 16 de septiembre de 1902 y el 23 de abril de 1905.

Miguel Romanov luchó en la guerra ruso-japonesa en 1905. El enfrentamiento que supondrá la humillación del imperio de los zares frente al naciente poderío nipón. Corea y Manchuria habían entrado en juego y los rusos perdieron toda la flota del Báltico. La violencia terrorista continuaba haciendo estragos en Rusia y la amenaza de revolución era cada día más próxima.

En un país con una débil burguesía, campesinos hambrientos que emigraban a las ciudades y fuertes contrastes sociales, la agitación era acusada. Pueden verse los estupendos estudios de Orlando Figes al respecto. Aunque héroe de guerra y querido entre los de su sangre, el gran duque Miguel entró en relaciones con una aristócrata divorciada que jamás fue admitida en la familia. Miguel y Natalia Serguéyevna, abandonaron Rusia ante la negativa de Nicolás II a conceder autorización para la boda.

Natalia Serguéyevna Wulfert y Miguel en 1909

Natalia Serguéyevna Wulfert y Miguel en 1909

Durante varios años vivieron exiliados viajando por las cortes europeas y disfrutando del lujo y bonanza de su condición. Pero con el inicio de la Primera Guerra Mundial y fiel servidor de la Patria, Miguel decidió volver a San Petersburgo para luchar en un regimiento de caballería como oficial en las filas del Ejército Imperial.

En aquellos días, la situación del de Rusia en el frente era precaria. Los estragos en las batallas de los lagos Masurianos llevaban cada día a millares de soldados a la muerte. Miguel seguía mostrando mayor fortaleza de carácter que su hermano el zar. Él apostaba por una evolución de la monarquía en línea con los criterios reformistas de determinados sectores del gobierno. Advirtió a Nicolás II que se encontraba en Mogilev (Bielorrusia) de la amenaza que suponía el regreso de Lenin y los exiliados a Rusia con su propaganda de abandonar la guerra. Pero ya nada pudo hacerse.

El 3 de marzo de 1917 —según el calendario juliano, aunque para nosotros día 16— Nicolás II abdicaba como zar en su hermano Miguel. No quiso hacerlo en su hijo el zarevich, sabedor como era de la débil salud causada por la hemofilia de Alexei. Miguel condicionó su aceptación a que esta fuese refrendada por la Duma y renunció temporalmente en cuanto no se celebrasen elecciones.

Las elecciones a las que aspiraba Miguel se celebraron en noviembre de 1917, justo después de que los bolcheviques diesen su golpe de Estado para estar en el poder cuando se organizasen los comicios. Perdieron y Lenin disolvió a tiros la Asamblea Constituyente.

Para todos los Romanov comenzaba el calvario. Miguel siguió luchando junto al Ejército Imperial devastado ya en una Guerra Civil hasta que se le impidió seguir. Después regresó a Gatchina y semanas más tarde a San Petersburgo en arresto domiciliario. Cuando se asesinó en Ekaterimburgo a los zares junto a sus hijos por orden del soviet de los Urales, desde el propio bolchevismo se lanzó el rumor de que el zar seguía con vida.

Se hizo para acallar una posible reacción contrarrevolucionaria entorno a Miguel Romanov, bandera de los opositores al régimen bolchevique. Pero su destino estaba también sellado. Miguel Romanov fue trasladado a Perm custodiado por guardias del Ejército Rojo. Lo asesinó un comando bolchevique el 13 de junio de 1918. Su cuerpo nunca se localizó. Parte de esta historia la cuenta Angela Rodicio en su novela El zar olvidado.

Tras la muerte de Miguel, su primo el gran duque Cirilo se autoproclamó zar. Aunque las posibilidades de una restauración desde el exilio eran ya remotas. Lenin se había consolidado en el poder. La esposa morganática de Miguel vivió en París y terminó en la miseria en 1952. El único hijo de la pareja, el príncipe Jorge, había muerto unos años atrás en un fatal accidente automovilístico.

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