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El presidente Vladimir Putin, a la derecha, y el presidente bielorruso Alexander LukashenkoGTRES

Bielorrusia en camino al modelo soviético añorado por Putin

Aislado por occidente, Lukashenko avanza hacia la «armonización macroeconómica» con Rusia mientras utiliza la migración como arma contra la UE

La otrora Unión Soviética (URSS) todavía despierta añoranzas en muchos rusos. No menos es el deseo del Vladimir Putin de ampliar sus influencias geopolíticas que en antaño tenía la URSS incluso en parte de la capital alemana, como efectivamente lo tuvo hasta la caída el muro de Berlín. Tanto Bielorrusia como Ucrania fueron parte de esa unión que llegó a rivalizar fuertemente en la Guerra Fría con los Estados Unidos.

En 1997, pocos años después de la disolución de la Unión Soviética, un joven Lukashenko de tan sólo 43 años, firmaba con el veterano Borís Yeltsin el Tratado de la Unión entre Bielorrusia y Rusia con miras a formar una confederación, en la que incluso el líder bielorruso podía contar con opciones para alcanzar la presidencia de la confederación ante un debilitado Yeltsin. Sin embargo, el renovado y autoritario liderazgo de Putin al frente de Rusia había detenido este proceso ante un pretensioso Lukashenko que no parecía estar dispuesto a concesiones mayores.

Ambos comparten un estilo autoritario con un modelo similar para perpetrarse en el poder de sus respectivos países; sin embargo, Bielorrusia ha sido un tanto más vulnerable a las sanciones de occidente que fueron necesarias a consecuencia de la represión violenta contra los manifestantes opositores que denunciaron un fraude electoral en los comicios de 2020 y exigían una competencia democrática.

Las sanciones impuestas tanto por Estados Unidos como Europa no han logrado mayor cambio a lo interno de Bielorrusia, ni mucho menos detenido la represión gubernamental que ha apresado a opositores y forzado a miles de bielorrusos al exilio en países vecinos. Lo que si han logrado es evidenciarlo y aislarlo en el escenario internacional, aunque no del todo, pues a Lukashenko todavía le queda la vía de la antigua y hasta ahora fría relación con Rusia.

Reimpulso del «Estado de la Unión»

Como vía de escape ante las sanciones internacionales, Lukashenko ha optado por reabrir la vía de del Estado de la Unión, el tratado ya suscrito desde hace 24 años con Yeltsin. Un movimiento que Putin ve como debilidad del líder bielorruso y una ventana de oportunidad en sus intensiones expansionistas sobre Europa.

Tras un encuentro con su homólogo bielorruso a inicios de septiembre recién pasado, Putin declaró que «antes del 1 de diciembre de 2023, Rusia y Bielorrusia firmarán un acuerdo sobre la creación de un mercado conjunto de gas» igualmente anunció que, desde septiembre de este año hasta finales de 2022, Moscú brindará a Minsk créditos que ascienden a 630 o 640 millones de dólares abriendo una importante vía de financiación que evaden las sanciones impuestas por occidente y le permiten oxigenarse financieramente.

La agencia estatal de noticias rusas Sputnik, ha anunciado estos pasos como la antesala de la «mega potencia del futuro» y en la que ubica a Bielorrusia como el «principal aliado». Sin embargo, el riesgo de la anexión es latente; algo que la BBC ha titulado una «anexión blanda» en la que a cambio de la sobrevivencia política, Lukashenko tendría que poner en riesgo la soberanía de su propio país, algo que hasta ahora había tratado de evitarlo a toda costa.

«Los pueblos de Rusia y Bielorrusia (...) son casi lo mismo, étnicamente hablando y también desde un punto de vista histórico y espiritual. Por eso, me contenta mucho que Bielorrusia y nosotros nos estemos acercando tanto», dijo Putin en diciembre del año pasado en Moscú, demostrando que no solo les une el autoritarismo, sino la necesidad de contar con Bielorrusia como punta de lanza en Europa.

Acuerdan «armonización macroeconómica»

El primer ministro ruso Mikhail Mishustin tras la reunión del Consejo de ministros del Estado de la Unión, anunció los siguientes pasos hacia la «armonización de enfoques de la macroeconomía, las regulaciones tributarias y aduaneras y la política monetaria» en la intención de «aprovechar plenamente el potencial creativo del Tratado sobre la creación del Estado de la Unión».

El consejo de ministros, siguiendo las instrucciones de Putin y Lukashenko, aprobó 28 programas de acción conjunta referidos al mercado del transporte, marcaje de productos, sistemas de pago, control veterinario y fitosanitario, protección de los derechos de los consumidores y unificación de las leyes en el ámbito social y laboral.

Tratando de minimizar la sombra de una posible anexión a Rusia, el primer ministro de Bielorrusia Roman Golovchenko señaló que «se ha dado otro paso muy importante hacia la creación de las bases de un espacio económico común funcional desde Minsk a Vladivostok para 2024» en lo que denominó como un «modelo de integración único y viable de gran potencial. Al tiempo que garantiza la preservación incondicional de la soberanía de Bielorrusia y Rusia».

Maniobras conjuntas son un «proceso corriente»

Paralelamente a los avances en materia económica, ambos países han reimpulsado ejercicios militares conjuntos denominados ZAPAD-2021. El portavoz del Kremlin Dmitri Peskov aclaró que consisten en «un proceso corriente y permanente que continuará para perfeccionar los hábitos profesionales de los militares de las Fuerzas Armadas rusas y bielorrusas» en un intento de rebajar la alerta que dichos ejercicios militares generaron en los países bálticos y Ucrania.

También agregó que «la cooperación técnica y militar es un tema ya permanente en la agenda de nuestros contactos de alto nivel, y esta cooperación seguirá desarrollándose».  En esta edición de las maniobras conjuntas se implicaron unos 200.000 militares, más de 80 medios aéreos y casi 760 piezas de material bélico, incluidos unos 290 carros de combate, 240 sistemas de artillería y una quincena de buques, según informó Sputnik.

Causa «preocupaciones adicionales»

Tanto la OTAN como los cancilleres de la Unión Europea, sobre todo los de los países bálticos, expresaron sus preocupaciones. La OTAN ha pedido a Rusia y Bielorrusia que «actúen de manera predecible y transparente, en línea con sus compromisos internacionales» debido a que «la escala y alcance de los ejercicios Zapad previos se excedieron significativamente de lo anunciado», indicó a Efe la portavoz de la Alianza atlántica, Oana Lungescu.

Así mismo, el pasado 13 de septiembre los cancilleres europeos también discutieron el alcance de los ejercicios militares ZAPAD-21 que se estaban llevando a cabo en la región «causando preocupaciones adicionales debido a la complicada situación en Bielorrusia y las circunstancias relacionadas con el ataque híbrido de Bielorrusia en la frontera exterior de la OTAN y la UE».

«El régimen bielorruso está utilizando la migración como un arma híbrida», señaló Edgars Rinkēvičs, ministro de Relaciones Exteriores de Letonia, subrayando que «es necesario seguir trabajando con los aliados de la OTAN y los socios de la UE en soluciones específicas para mejorar la resiliencia de nuestra región, incluso mediante el apoyo financiero para el fortalecimiento de la infraestructura en la frontera exterior de la UE».

Bielorrusia fue parte del antiguo Imperio Ruso y posteriormente una república integrante de la extinta Unión Soviética, ahora este país europeo parece sucumbir a los deseos expansionistas de Putin para sostener las aspiraciones vitalicias de Lukashenko en detrimento de la seguridad y estabilidad de la frontera exterior de la Unión Europea

Sergey Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, ante preguntas de los periodistas se refirió a las presiones que tanto Rusia como Bielorrusia están sometidos, respondiendo que «somos muy conscientes de la falta de fiabilidad de nuestros socios occidentales y de su capacidad para agarrar el garrote de las sanciones en cualquier momento y por cualquier motivo. Debemos confiar en nosotros mismos, que es exactamente lo que haremos».