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Abdalla Hamdok, primer ministro de Sudán

Abdalla Hamdok, primer ministro de SudánAFP

Golpe de Estado

El primer ministro sudanés es liberado bajo «estrecha vigilancia»

Desde su domicilio mantuvo una conversación telefónica con el jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken

El primer ministro sudanés Abdala Hamdok fue llevado a su casa y está bajo «estrecha vigilancia» en la segunda jornada de un golpe militar, rechazado en las calles por manifestantes que recibieron disparos de gases lacrimógenos.

Desde su domicilio, Hamdok mantuvo una conversación telefónica con el jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, que pidió a los militares que «liberen a todos los líderes civiles y garanticen su seguridad», indicó el departamento de Estado de EE.UU.

El Ejército, liderado por el general Abdel Fattah al Burhan, había declarado disueltos el lunes los órganos de gobierno de la transición que debían conducir al país a unas elecciones libres en 2023.

El primer ministro y su esposa fueron arrestados el lunes, pero ante la presión y la condena internacionales fueron devueltos a su casa el martes por la noche bajo «estrecha vigilancia», indicó la oficina del dirigente civil.

En su comunicado, la oficina recuerda que «varios ministros y dirigentes políticos siguen arrestados en lugares desconocidos».

El Consejo de Seguridad de la ONU se reunía el martes por la tarde a puerta cerrada para abordar la situación en Sudán, aunque según una fuente diplomática sus integrantes renunciaron a denunciar el golpe «en los términos más fuertes».

Gases lacrimógenos

Por segundo día consecutivo, miles de sudaneses se manifestaron contra el ejército en Jartum, bloqueando calles del centro con piedras, ramas y neumáticos en llamas. Las fuerzas de seguridad estaban desplegadas con sus vehículos blindados en puentes y grandes carreteras.

Por la noche, las fuerzas de seguridad lanzaron gases lacrimógenos contra personas que bloqueaban una carretera, según testigos. Pero los manifestantes siguieron con la protesta.

El lunes, al menos cuatro manifestantes murieron por balas «disparadas por las fuerzas armadas» y más 80 fueron heridos, indicó un sindicato de médicos prodemocracia.

Los manifestantes quieren «salvar» la «revolución» que tumbó al dictador Omar al Bashir en 2019, tras una represión que mató a más de 250 personas.

«No saldremos de las calles hasta que se reinstale el gobierno civil», declaró a la AFP Hocham al Amin, un ingeniero de 32 años.

La Asociación de Profesionales Sudaneses, un paraguas de sindicatos que participó en las protestas contra Bashir, aseguró que la violencia contra los manifestantes aumentaba. «Las fuerzas golpistas enajenadas están atacando protestas en diferentes del país», dijeron en un comunicado.

«Atacar al Ejército»

En una rueda de prensa, el general Burhan, nuevo hombre fuerte de Sudán, defendió este martes el golpe, al día siguiente de haber disuelto las autoridades de transición (el Consejo Soberano) y detenido a ministros y responsables civiles.

Según él, disolvió estas autoridades porque «algunos atacaban al ejército e incitaban contra este componente esencial de la transición».

El futuro político de este país pobre del este de África es una incógnita. Por el momento todos los vuelos desde y hacia el aeropuerto de Jartum han sido suspendidos «hasta el 30 de octubre», informó a la AFP Ibrahim Adlan, director de la aviación.

Para la troika de países (Estados Unidos, Gran Bretaña y Noruega) que mediaron antes en conflictos sudaneses, «las acciones de los militares traicionan la revolución y la transición».

Para añadir presión a los golpistas, Estados Unidos anunció «suspender» una ayuda de 700 millones de dólares destinada a la transición que debía conducir este país a sus primeras elecciones libres. La Unión Europea también amenazó con suspender el apoyo financiero «si no se invierte inmediatamente la situación».

Frágil proceso

Moscú se desmarcó de las críticas y atribuyó el golpe a «una política equivocada» y a «la injerencia extranjera» en este país, donde rusos, turcos, estadounidenses y sauditas se disputan la influencia atraídos por sus estratégicos puertos en el mar Rojo.

El proceso de transición en el país, motivo de orgullo para muchos sudaneses ante el desenlace decepcionante de otras revueltas prodemocracia en el mundo árabe, se tambaleaba desde hace tiempo.

En abril de 2019, militares y civiles acordaron expulsar a Bashir del poder y formar el Consejo Soberano, compuesto equitativamente de miembros de ambos bandos para organizar las primeras elecciones libres a finales de 2023.

El golpe expone con toda claridad la creciente fractura entre quienes pedían un gobierno exclusivamente civil y quienes reclamaban un ejecutivo de generales que sacaran a Sudán del marasmo político y económico.

El International Crisis Group advirtió ante el peor escenario de todos. «El uso de la fuerza no comportaría únicamente un baño de sangre (...), sino que podría llevar a un enfrentamiento prolongado que cerraría la puerta a la resolución de la crisis».

Michelle Bachelet, Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, afirmó que temía un «desastre». Ante las críticas, el general Burhan afirma que se respetarán los acuerdos internacionales firmados por Sudán, uno de los cuatro países árabes que normalizaron recientemente relaciones con Israel.

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