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El presidente Biden en su avión presidencial Air Force One, de camino a la COP26Brendan Smialowski / AFP

COP26

Millones de euros y de toneladas de carbono: el verdadero impacto climático de la COP26

Frente al desafío de las emisiones netas cero, los líderes mundiales olvidan la contaminación de sus aviones

La ciudad escocesa de Glasgow es pintoresca pero humilde; en sus calles encontramos tantos vestigios de su turbulenta expansión industrial como pubs abiertos hasta el amanecer. Es también el sitio elegido por las Naciones Unidas para organizar la cumbre de la COP26, conferencia climática más importante de la historia y lugar de reunión de 120 líderes mundiales.

Con la crisis del calentamiento global en el eje, la presión sobre la conferencia es tanto externa –más de 25.000 ecologistas se reúnen frente al recinto Scottish Events, sede de la cumbre– como super externa: la estratosfera de la tierra aguantará, tan solo, siete años más las emisiones de carbono que emitimos diariamente, a no ser que cambiemos el ritmo. Por ello, ya se han desarrollado una sarta de compromisos, que incluyen una alianza de cien países para reducir al 30 % las emisiones de metano, o los distintos acuerdos que buscan cero emisiones netas de dióxido de carbono antes del 2030.

Pero las cifras indican que, para llegar a ese ambicioso objetivo de reducción del C02, sería buena idea empezar por la cumbre misma, que en sus dos semanas de existencia contaminará lo mismo que una pequeña ciudad en un año entero.

Datos clave de la COP26; es la «última esperanza» de la humanidad, según el primer ministro de Reino Unido Boris Johnson. A lo largo de doce días, reunirá a 90.000 personas en la ciudad de Glasgow, conllevando lo que un informe de la Scottish Police Authority denomina «el mayor despliegue de oficiales de la historia de Reino Unido».

La cumbre costará al Gobierno de Westminster 500 millones de libras en sus peores predicciones, mientras que las más optimistas prevén un coste de 200 millones. Mientras tanto, Escocia pagará 70 millones de libras en transportes y medidas sanitarias, el precio de albergar a casi un millón más de personas durante menos dos semanas en el «epílogo» de una pandemia.

Por carretera: mal

Tanto la ciudad de Glasgow como su vecina Edimburgo verán en los próximos días una saturación de gente, que implicará una fuerte presión sobre sus servicios de transporte y precios de alquiler. Frente a las 90.000 personas que buscan asistir a la cumbre, Glasgow solo cuenta con 15.000 habitaciones de hotel; Airbnb y alquileres diversos no serán una opción para el ciudadano medio, ya que los precios en la ciudad han subido un 400 %, con propietarios pidiendo desde 7.000 libras hasta 36.000 por hospedaje estos 12 días.

Por ello, muchísimas personas optarán por viajar desde Edimburgo hasta Glasgow diariamente con la contaminación que ello conlleva. Cammy Day, diputada de la junta de la alcaldía de Edimburgo, advirtió a sus residentes: «Cuidado con viajar estos días, planificad todo con adelanto, porque la ciudad va a estar muy concurrida, llena de gente yendo y viniendo en nuestros trenes y buses. Miles de personas van a venir a la ciudad».

También sabemos que una quinta parte de las delegaciones de los líderes globales se hospedarán en Edimburgo, ciudad más cosmopolita que Glasgow, y efectuarán el trayecto diario en coche con sus respectivos séquitos. El trayecto en coche, de 79,6 kilómetros, produce de media 0,025 toneladas de CO2.

Por aire: peor

A los residentes cercanos a los aeropuertos de Glasgow, Edimburgo y Prestwick les habrá costado un poco más dormir estos últimos días; con motivo de la cumbre, Escocia ha visto doblarse la cantidad de vuelos que recibe semanalmente.

Además de que los vuelos comerciales han incrementado a un 53 % más, la web especializada FlightRadar24 reporta que 182 vuelos no comerciales han aterrizado en los tres aeropuertos escoceses en los pasados tres días. Por último, la compañía de analítica Cirium cuenta a la BBC que un total de 76 aviones privados habían aterrizado en las proximidades de Glasgow en los cuatro días previos al primero de noviembre.

Un total de 999 aviones, comerciales o privados, han viajado a Escocia para asistir a la COP26. Destacan ciertas anécdotas; en el pequeño aeropuerto de Prestwick, a menos de 50 kilómetros en coche de la sede de la cumbre, cinco vuelos fijaron hora para volar desde este al de Glasgow, a 15 minutos del centro. Uno de ellos, el vuelo presidencial de Bolivia despegó en Prestwick a las 12:23  y aterrizó en Glasgow a la 1:05. Por carretera, el trayecto habría durado 40 minutos.

Los vuelos producen grandes cantidades de gases de efecto invernadero –sobre todo, CO2– al quemar gasolina. Sus emisiones por kilómetro son mayores que las de cualquier otro modo de transporte, convirtiendo los aviones en la forma menos ecológica de viajar.

Peor aún son los jets privados, que producen más emisiones por pasajero que los vuelos comerciales. Hay muchos modelos diferentes de avión privado, pero el más popular, el Cessna Citation XLS, quema 857 litros de gasolina por hora. El departamento de Negocios, Energía y Estrategia Industrial estima que 2,52 kilogramos de dióxido de carbono se emiten por cada litro de gasolina quemado. Eso significa que un Cessna tiene el potencial de emitir 2,38 toneladas de CO2 por hora.

Pensemos ahora en el trayecto Roma-Glasgow, que efectuarán muchos de los líderes globales –entre otros Pedro Sánchez–, que empalma el G-20 con la COP26. En las dos horas y 45 minutos de vuelo, la atmósfera se ha cargado de 5,9 toneladas más de CO2 por este trayecto en avión. Para comparar: un coche, de media, produce 4,5 toneladas de CO2 al año.

Pongamos que hablo de Joe Biden

El presidente Joe Biden, por ejemplo, aterrizó en Edimburgo a bordo de su Air Force One. Este modelo de Boeing 747 quema 11 toneladas de carburante por hora. En lo que tarda desde Roma, el presidente de Estados Unidos contribuyó con 72,441 toneladas de CO2 a la atmósfera. 

Él y sus 13 oficiales se hospedarán en el lujoso hotel Dalmahoy Hotel & Country Club, a las afueras de Edimburgo. Eso implica que, cada mañana y cada anochecer, la comitiva de 20 vehículos que Biden tiene por escolta se embarcará en la hora de trayecto que separa la capital escocesa y Glasgow. Esos 79 kilómetros, multiplicado por veintiún coches y por veinticuatro veces, acarrearán 15,624 toneladas de CO2. En doce días, Biden contamina lo que tú de ruta en toda la secundaria.

Como Biden, no muchos, si no todos; líderes, presidentes, primeros ministros, predicadores ecologistas y mirones. Aportando su tonelada de carbono a la crisis mundial mientras urge la pregunta, ¿y no podía haber sido la COP26 virtual?