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Votantes en Santiago durante las elecciones presidencialesMartin Bernetti / AFP

Análisis de elecciones Chile

Los chilenos ratifican su ruptura con las coaliciones tradicionales

Similar a lo que pasó en la elección de diputados constituyentes, los candidatos presidenciales de las grandes coaliciones chilenas no tuvieron éxito

Al final de la tarde del domingo empezaron las embajadas y consulados chilenos en Europa a dar a conocer los resultados del voto residente extranjero de las elecciones presidenciales. 

En Madrid el candidato de la coalición Apruebo Dignidad (Frente Amplio -equivalente al Podemos español- y Partido Comunista), Gabriel Boric obtenía 743 votos, frente a los 314 de José Antonio Kast, del Frente Social Cristiano (Partido Republicano y Partido Conservador Cristiano). Los resultados en Barcelona ratificaban las preferencias de los que contaban sus papeletas en Madrid

En otras cancillerías europeas las diferencias eran más acentuadas si cabe. En Alemania, por ejemplo, el 67,4% fue para Boric y el 12,4 % para Kast. Pero el voto de fuera y el voto de los chilenos residentes en su país fue marcadamente diferente.

Hace dos décadas los analistas internacionales bien informados afirmaban que el mito de Allende era una construcción europea y para nada chilena. Allí aún sonaban los ecos de las marchas de la ollas vacías sobre Santiago y las caravanas de los transportistas que colapsaron la capital en oposición al gobierno de Allende días antes de golpe militar del 11 de septiembre de 1973. Otro 11 de septiembre, pero en un mundo muy diferente al de 2001 si bien entre aquel y el más reciente, los Estados Unidos también tuvieron su parte.

Cada presente elige su pasado y el presente de Chile es similar al español en la cancelación de su pasado, pero también en la deificación de una democracia, la de Allende, que lo era a los ojos de La Habana y de Moscú. También lo era la del Frente Popular para politburó soviético.

La cancelación del pasado chileno va más allá pero, como el volcán de La Palma, acaba alumbrando ramales impensables. Chile decidió en plebiscito iniciar un proceso constituyente para dotarse de una nueva carta magna a modo de pasaporte que garantizase la cobertura de unos derechos sociales ahora escuálidos. Pero ha decidido hacerlo con constituyentes que no proceden de las fuerzas políticas tradicionales. El domingo los chilenos se ratificaron en su ruptura con las coaliciones tradicionales. Lo ha analizado con fineza Javier Castro-Villacañas.

Las grandes coaliciones chilenas han recibido la tarjeta amarilla electoral. Ni el centroizquierda de la antigua Concertación (demócratas cristianos, socialdemócratas, radicales y socialistas) ni el centroderecha (liberales y conservadores) consiguieron hacer pasar a sus candidatos (Yasna Provoste y Sebastián Sichel respectivamente) a la segunda vuelta presidencial del próximo 19 de Diciembre. 

Ahora los candidatos excluidos y sus estructuras de apoyo van goteando con cual de las dos opciones se alinearán. La referencia francesa que aísla al Frente Nacional en la segunda vuelta de sus presidenciales no puede tomarse como ejemplo más que para los chilenos residentes en Europa.

Las sociedades bien asentadas superviven a sus tensiones políticas. Chile lleva en convulsión desde las revueltas de octubre de 2019 cuyas conmemoraciones no ha frenado ni siquiera la pandemia. Pero ni siquiera las revueltas, ni los incendios, ni los asaltos han mellado significativamente la inversión extranjera directa en este largo país hermano aprisionado entre la cordillera y el océano. Tampoco habrá catarsis gane quien gane días antes de la Nochebuena.