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Hugo Chávez en un evento de PDVSA (Archivo)twitter.com/pdvsa

Después de 23 años de chavismo en Venezuela, el gigante mundial del petróleo está en ruinas

En 1998 Venezuela era el sexto productor de petróleo con 3,3 millones de barriles diarios y para 2020 a duras penas superó el millón de barriles por día

Una decena de pozos con tuberías oxidadas, piezas desprendidas y escaleras desvencijadas que no conducen a ninguna parte: es todo lo que queda en uno de los campos petroleros que durante décadas hizo de Venezuela uno de los países más ricos del continente.

Este yacimiento, ubicado en el Lago de Maracaibo (estado Zulia, oeste), región de altas temperaturas y sol perenne donde nació la industria petrolera venezolana hace más de un siglo, lleva años abandonado, símbolo de la decadencia de esta otrora potencia productora y exportadora de 'oro negro'.

De 3,3 millones de barriles por día (bd) que extraía hace 23 años, cuando Hugo Chávez tomó el poder, Venezuela cerró 2020 en 500.000 bd, su peor desempeño en décadas. Y aunque en diciembre de 2021 superó el millón de barriles diarios, aún no llega a los 1,5 millones que prometió el régimen de Nicolás Maduro, en medio de una crisis sin precedentes que ha llevado el PIB per cápita de ese país al nivel del empobrecido Haití.

La corrupción reinante en la empresa estatal de petróleos PDVSA, la politización de las decisiones técnicas, la confrontación política con Estados Unidos su principal comprador, la falta de mantenimiento, el incremento en los costos de producción y el envejecimiento de pozos, explican la ruina de la industria petrolera venezolana. 

«Venezuela saudí»

Los sindicatos y los líderes de la oposición denuncian con frecuencia los accidentes en la industria, pero el régimen chavista habla de «sabotaje» y de «acciones criminales» que forman parte de una «guerra permanente dirigida por grupos pertenecientes a la extrema derecha venezolana (...) amparados por el imperialismo» de Estados Unidos.

La situación contrasta con la prosperidad de la industria en los años 70, cuando el petróleo fue nacionalizado y el país entró en la etapa popularmente conocida como «la Venezuela saudí».

PDVSA tuvo el monopolio del crudo hasta la llamada «apertura petrolera» en la década de 1990, que dio la bienvenida a empresas extranjeras. Esa liberación del mercado se vio limitada con la llegada al poder de Hugo Chávez (1999-2013), quien impuso a las transnacionales asociarse, en minoría accionaria, con PDVSA.

«Un partido político»

Los cambios en las reglas del juego en el sector, llevó a una paro petrolero que se prolongó entre diciembre de 2002 y marzo de 2003, llevando a un descenso histórico de la producción que se ubicó entonces en tan sólo 25.000 barriles por día.

Chávez denunció la paralización como un «sabotaje petrolero» y despidió a directivos y a miles de empleados, para contratar a personas «leales con la Revolución», aunque no necesariamente formados para trabajar en la industria.

PDVSA se convirtió así en «la vaca lechera del Estado», con «fieles servidores» dejando de lado las necesidades de la empresa, según expertos

El paro petrolero fue la oportunidad de Carlos –un trabajador de PDVSA que brindó declaraciones a AFP en condiciones de anonimato– para entrar con tan sólo 18 años en la nómina de la estatal petrolera, en una época donde los cargos eran muy codiciados por las atractivas condiciones que ofrecían. Carlos vivió las mieles de la industria, pero luego «PDVSA se convirtió prácticamente en un partido político» y todo se vino abajo, señaló.

La malversación de fondos y las expropiaciones de contratistas petroleras hirieron mortalmente a la industria, subraya el técnico petrolero. En Zulia, por ejemplo, fueron expropiadas unas 70 empresas de servicios desde 2009, según expertos en el sector.

«Con las expropiaciones llegó la falta de mantenimiento y (la) desmotivación de los trabajadores» que vieron caer sus salarios, resume Carlos.

«Se me salieron las lágrimas»

María, una analista en computación con casi 20 años de servicio en la empresa contempló desconcertada los efectos de estas expropiaciones y de la corrupción.

La última vez que visitó un muelle en el Lago de Maracaibo había lanchas varadas, un cementerio de buses destartalados y trabajadores sentados leyendo el periódico. «Se me salieron las lágrimas», recuerda.

«Sentí mucho dolor», relata María en condición de anonimato a la AFP sobre la escena que según recuerda data de 2016, cuando la mitad de los 34.000 pozos en capacidad de producir ya estaban paralizados. Considera que la politización fue causa crucial en el hundimiento de la estatal petrolera.

«Designar a personas por política afectó muchísimo la producción. Se comenzó a hacer de lado drásticamente al personal con experiencia, la meritocracia desapareció», reflexiona.

Vista de un oleoducto abandonado de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA)Yuri Cortez / AFP

Instalaciones carcomidas por el óxido

En el Lago de Maracaibo, 'La Casona', una plataforma para almacenar insumos que sobresale entre los 13 pozos de las 'Siete planchadas' que la circundan y cuyo nombre proviene de su parecido con una casa con robustos pilares, es un símbolo de decadencia.

Hay agujeros en sus paredes de concreto. Hasta los pasamanos de las escaleras están desprendidos. Las partes que sobreviven al saqueo están carcomidas por el óxido.

«Hay corrupción vieja y corrupción nueva», observa Carlos Mendoza Pottellá, experto petrolero quien señaló a AFP que ya desde la década de los 80 se sabía de compras irregulares y otros malos manejos en PDVSA.

Los racionamientos eléctricos desde hace 15 años en Zulia, también pasaron factura a estas enormes instalaciones. Llegó un punto en que solo trabajaban hasta mediodía por los apagones en el primer estado de Venezuela en conocer la electricidad.

Para el año 2013, muchas empresas desistieron de ofrecer servicios o materiales a PDVSA, por la mora en los pagos. La estampida afectó a operaciones neurálgicas, así como a suministros de alimentos al personal.

Con pocas provisiones en los comedores, algunos trabajadores esenciales para la extracción petrolera «se ponían a pescar para poder comer durante sus jornadas» en instalaciones ubicadas en zonas marítimas o en el lago, asegura la veterana trabajadora de la petrolera.

El deterioro ha llevado a muchos empleados a buscar trabajos alternos y ahora son taxistas o laboran en supermercados.

«En la actualidad ningún trabajador petrolero vive del salario de PDVSA», apunta María, que lamenta la fuga de talentos, como reconocidos geólogos, que completa el panorama de catástrofe. «Dejaron ir a muchos empleados con adiestramientos pagados por PDVSA. Al gobierno no le importó».

«El mega disparate» de Chávez

El gobierno de Chávez apostó por el «sueño faraónico» de la Faja Petrolífera del Orinoco (FPO), un enorme reservorio de crudo extrapesado de costosa extracción y procesamiento, pero que igualmente atrajo muchas inversiones.

Su desarrollo se hizo a costa del abandono de campos en el Lago de Maracaibo, donde abunda el crudo liviano, mucho más rentable.

Mendoza Pottellá, crítico de lo que llama un «megadisparate», observa que si se recuperaran algunos de los campos del occidente de Venezuela se podría «producir dos millones de barriles diarios durante 60 años».

«Diez campos del Zulia entre los que está Mene Grande», el primero en explotarse hace más de un siglo, «tienen más reservas que Argentina, Perú, Bolivia y Ecuador juntos; tienen reservas equivalentes a las de Brasil», subraya. Pero no es sencillo reactivar las operaciones, pues muchos equipos pasaron años varados.

Las mayores reservas de petróleo del mundo están en Venezuela

Según información de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos sobre las reservas mundiales de petróleo, Venezuela, es el país con la mayor cantidad de crudo soberano del mundo y Arabia Saudí el histórico líder mundial en la parcela productiva. 

El caso de Venezuela es sintomático: disfruta de una cantidad de petróleo muy superior a la de sus vecinos o al resto de actores globales, pero la ruina institucional y económica a la que la ha llevado el chavismo y el Socialismo del Siglo XXI le impide sacar un provecho real de su enorme potencial.