El inoportuno viaje de Alberto Fernández a Moscú
El presidente de Argentina, Alberto Fernández, no parece que tenga buen olfato para organizar su agenda internacional. Cuando suenan tambores de guerra en la frontera de Ucrania, por una posible invasión de tropas rusas, el Gobierno argentino ultima los detalles de un viaje del jefe del Estado a Moscú.
El momento no parece ser el más adecuado y Fernández lo sabe. Si el presidente tiene suerte y de aquí al día 3 de febrero, fecha del encuentro con Putin, y un día más tarde con Xi Jinping, no se produce derramamiento de sangre, podría salir indemne de una cita en la que asume más riesgos que ventajas. Al menos, esa es la conclusión a la que se llega si se hace repaso a la actual situación de Argentina.
El país no logra salir de esa relación agónica que mantiene con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para renegociar una deuda que se le hace imposible saldar. Las negociaciones se arrastran, prácticamente, desde la llegada de Fernández a la Casa Rosada (2019) pero no terminan de cerrarse y los vencimientos se acumulan. El objetivo es reemplazar el crédito suscrito por la Administración de Mauricio Macri en 2018 de 57.000 millones de dólares (Argentina ya recibió 44.000) por otro con más facilidades de pago.
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Argentina, para lograrlo, necesita el apoyo del principal socio del FMI que no es otro que Estados Unidos. Sin el respaldo de la primera potencia del mundo, Alberto y Cristina Fernández, podrían pasar a la historia como el presidente y la vicepresidente que hicieron que Argentina cayera en cesación de pagos con el organismo financiero más importante del planeta. Un nuevo default, en toda regla, hundiría más la de por sí maltrecha economía argentina.
Brian Nichols, subsecretario de Estado para las Américas, declaró hace apenas unos días. «Queremos ver una Argentina fuerte, próspera y exitosa. Esperamos que llegue a un acuerdo con el FMI y poder apoyar este proceso». El viaje de Fernández a Moscú, en este contexto, no parece una buena idea pero animarles. Además, resulta un tanto extraño, ya que el presidente emprenderá vuelo en compañía de una comitiva de apenas quince personas y… ninguna de ellas pertenece al círculo empresarial. Además, como recogía Silvia Naishtad en el diario Clarín, el embajador de Argentina en Moscú, Eduardo Zuain, padece las tensiones existentes con las empresas rusas con intereses en Argentina y el ministro de Finanzas, Anton Siluanov, le hizo saber su malestar.
La visita relámpago, de apenas 48 horas, y vendida como una escala previa a China, tiene un programa escueto en el que el plato fuerte, salvo cambio de última hora, sería el almuerzo que mantendrán Vladimir Putin y Alberto Fernández. Según la portavoz de la Casa de Gobierno, la ex periodista Gabriela Cerruti, el contacto bilateral tendrá como asuntos a tratar, «la colaboración en el tema de vacunas, inversiones, ciencia y otros de interés común». Asimismo, recordó una conversación entre ambos mandatarios, del pasado mes de noviembre por videoconferencia, en la que Alberto Fernández valoró la «disposición mutua» para «fortalecer la asociación estratégica ruso argentina y la cooperación práctica en varios campos».