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Sanchez y Stoltenberg

El presidente Pedro Sánchez saluda al secretario general de la OTAN, Jens StoltenbergFrancois Mori

La filtración de los papeles de la OTAN, otro golpe a la credibilidad internacional de España

El presidente Pedro Sánchez ha quedado a los pies de los caballos de la desconfianza internacional. La publicación en El País de la documentación confidencial enviada por la OTAN y Washington a Moscú es una primicia difícil de entender si no se incluye en la operación la mano amiga del Gobierno, el único en España que tiene acceso a ese material de extrema sensibilidad.

Pensar que esos folios de intercambio de propuestas, en el marco de la amenaza no confesada de invasión de Rusia a Ucrania, pueden venir de un lugar más allá de nuestras fronteras siempre es posible pero no probable. A la documentación, que poseen todos los países miembros de la OTAN, sólo le falta el sello de «top secret». Todos los aliados conocen los mecanismos imperativos de blindaje para evitar la difusión de esos mensajes. Pensar en una fisura en el proceso no parece razonable. Esbozar una teoría diferente, o tratar de ver otro gobierno detrás de este escenario, tampoco parece factible. Entre otras razones porque habría algún otro medio de comunicación beneficiado. No es casual que únicamente sea uno español y aquel que está siempre presente en las citas, selectas, de Moncloa.

Filtración OTAN El País

Un ejemplar de El País con la filtración en portadaEl Debate

Daniele Riggio, oficial de prensa de la OTAN, a preguntas de El Debate sobre este espinoso asunto, respondió: «Nosotros nunca comentamos supuestas filtraciones». En sus palabras, de forma implícita, estaría la solución de un falso enigma o la confirmación de que los papeles de la OTAN y de Washington habrían salido de donde imaginamos.

Hay que estar preparados para las negaciones del Gobierno. Es previsible, y quizás no habrá forma de demostrar con pruebas concretas lo contrario, pero la Alianza Atlántica y la comunidad internacional sabrán la verdad. Con esa verdad, la escasa credibilidad que había en este Gobierno será una historia pasada. En el futuro, que es nuestro presente, la confianza, esa palabra determinante en cualquier relación, no estará registrada y el precio que pagará España será alto.

La filtración de los papeles de la OTAN, otro golpe a la credibilidad internacional de España

La futura desconfianza hacia España

Lo previsible es que, a partir de ahora, cualquier documentación sensible de Washington lleve un cartel con la advertencia de que se mantenga lejos de la vista de Sánchez y de sus socios. Dicho de otro modo, algo así como «Sólo para tus ojos y lejos de España».

¿Por qué, si en efecto es así, habría filtrado esta documentación el Gobierno de Pedro Sánchez? Hagamos repaso. Nada es gratis en la vida y mucho menos las revanchas, vendettas o venganzas por el orgullo herido. La OTAN y Estados Unidos lo saben y toman buena nota desde hace tiempo de lo que hace España. Ese «tiempo», malo, empezó con José Luis Rodríguez Zapatero, el expresidente que alzó el telón de desplantes a la bandera de las barras y estrellas y terminó abrazado a la causa bolivariana –que ha hecho propia– para satisfacción de Nicolás Maduro, los socios de Podemos y un sector de este PSOE donde ordena y manda Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno se siente cómodo con lo que hizo Zapatero y su figura es la que le inspira más respeto en el partido. No le sucede lo mismo con Felipe González, a quien recurrió para lucir en un escenario poco sincero, en un intento por cortar la sangría de críticas, dentro y fuera del partido, y el desplome en las encuestas de las siglas que coronan el puño y la rosa. González fue el que, tras un baño de sensatez y política real, terminó por pedir el voto afirmativo para el ingreso de España en la OTAN, la bestia negra de los socios comunistas de este Gobierno de dos cabezas o del dos por uno.

A Sánchez, el hombre que soñaba con ser un estadista capaz de proyectar un liderazgo internacional, su limitación y torpezas le bajaron del precipicio de su soberbia y se estrelló de bruces con el suelo rocoso de la realidad. Para Donald Trump no existía y para Joe Biden, el demócrata por el que apostó, ha resultado ser menos que nada. El puñado de segundos en aquel pasillo de Bruselas, sede de la OTAN, donde parecía una groupie en persecución de su ídolo, resultó bochornoso. La herida abierta desde entonces no dejó de supurar. Todas las gestiones para reparar aquel desplante naufragaron. Duro encajar el golpe, más doloroso fue que el presidente de Estados Unidos le dejara fuera de la videoconferencia con los principales líderes de Europa. España, la cuarta economía de la UE, pasó en ese momento a ser, a ojos de todo el planeta, irrelevante.

El viejo continente nunca antes se había encontrado con una amenaza que, de concretarse, pudiera desatar la tercera Guerra Mundial. Elegir este momento para poner en evidencia a la OTAN e intentar devolver a Joe Biden el golpe de la indiferencia resulta peligroso por no hablar de insensato.

Abierta la caja de los truenos, el Partido Popular presenta una pregunta en el Congreso. Se trata, a fin de cuentas, de saber la verdad.

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