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Los presidentes de Perú, Pedro Castillo, y de Brasil, Jair Bolsonaro, en BrasilAFP

Hispanoamérica

Pedro Castillo y Jair Bolsonaro, esa extraña pareja unida por la fe evangélica

Ambos mandatarios sudamericanos pertenecen a ideologías políticas antagónicas, pero tienen un especial punto en común: la fe evangélica

Tan lejos en el pensamiento y tan cerca en la espiritualidad. Jair Mesias Bolsonaro y José Pedro Castillo Terrones, dadas sus características, deberían ser como el agua y el aceite pero su encuentro, esta semana en Porto Velho (Amazonía), demostró que, una vez más, la política hace extraños compañeros de viaje.

Los presidentes de Brasil y de Perú se abrazaron, mostraron sonrisas con apariencia de verdad y tuvieron gestos de afecto que sorprendieron a la prensa, convencida, en su mayoría, de que posiblemente saltarían chispas entre dos hombres tan distintos o dicho de otro modo, entre el representante más duro de la derecha sudamericana y el más torpe de la izquierda andina.

Las imágenes no engañan. La afinidad se tradujo en bromas que hasta permitieron ver al brasileño encajarse el sombrero que identifica al peruano. Uno de oscuro y el otro de blanco, los dos presidentes se quitaron las máscaras. Las físicas y las otras y expresaron su mejor sintonía. Firmaron acuerdos y convenios de cooperación en diferentes materias y evitaron tocar cualquier tema espinoso por decisión mutua.

Los periodistas intentaron averiguar qué había detrás de esta actitud en un hombre con el perfil tan beligerante, con los populismos de izquierda, como Bolsonaro. La respuesta del político, que busca en octubre su reelección, fue sencilla: «en política, cada uno cuida lo suyo». Dicho esto, sacó pecho de patriota: «Brasil busca las mejores relaciones posibles con todo el mundo».

En un documento rubricado por las dos firmas, diferentes hasta en la grafía, Castillo y Bolsonaro acordaron reforzar la «alianza estratégica», impulsar el intercambio comercial (en torno a los 4.300 millones de dólares) y dar algo más que un paso para garantizar la seguridad en la frontera que comparten de, nada más y nada menos, 2.822 kilómetros en la región amazónica. Como si fueran socios o amigos de toda la vida, Bolsonaro y Castillo celebraron juntos las respectivas candidaturas para que sus países puedan formar parte de la OCDE.

Conocidos los puntos divergentes la pregunta instalada seguía siendo obligada: ¿Dónde están los convergentes? ¿Dónde se cruzan sus caminos? Pedro Castillo tiene 52 años, Bolsonaro 55. El primero lleva apenas seis meses en el Gobierno y cumplir otros seis sería toda hazaña. Al otro, en octubre se le acaba la Legislatura y se prepara para lograr la reelección, algo complicado por tener enfrente como adversario a Luiz Inacio Lula Da Silva. El peruano inaugura esta semana su tercer Gabinete y el brasileño anunció que cambiará once de sus 23 ministros antes de las elecciones. En rigor, no le queda más remedio porque todos serán candidatos en las elecciones generales y la ley les obliga a abandonar sus puestos seis meses antes de que se abran las urnas.

En busca de más diferencias, Castillo por Perú Libre poco tiene que ver con Bolsonaro del Partido Liberal y menos «el profesor» de escuela que llegó a la Casa de Pizarro (sede del Ejecutivo en Lima) con el ex capitán del Ejército que ocupa el Palacio de Planalto en Brasilia.

Los presidentes de Perú, Pedro Castillo, y de Brasil, Jair Bolsonaro, en BrasilAFP

En este escenario sólo quedaba una cosa que les una y sin duda para ellos, la más importante: ser o sentirse cerca del movimiento evangélico. Lo curioso es, que ninguno lo reconoce. Bolsonaro, como Castillo, se declara católico pero el pastor Everaldo le bautizó por el rito evangélico en las aguas del río Jordán. De testigo estaba su actual mujer, Michelle Bolsonaro, evangélica confesa y la que le transmitió la fe. Una situación parecida es la de Pedro Castillo, su mujer, Lilia Paredes y sus tres hijos, Alondra, de 9 años; Arnold, de 16 y Jennifer, de 23, son fieles a la iglesia evangélica y, en especial, al templo del nazareno.