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Soldado pertrechado con un misil anti tanquesJosé Juan Kindelan

El despliegue militar de Rusia alimenta la idea de una invasión pese al discurso de Putin

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, informó que está previsto la llegada de 30.000 soldados de combate que se sumarían a los 130.000 que ya están desplazados. Se trataría del mayor despliegue militar desde el final de la Guerra Fría

Vladimir Putin, a la par que ha conversado en Moscú con distintos líderes, manteniendo desiguales distancias con unos y otros, no cesa de aumentar el despliegue de tropas en la frontera con Ucrania y en el resto de la región. Su estrategia militar gana millas por tierra y en los últimos días, por mar. El derroche de efectivos alimenta la idea de que Rusia, pese a su discurso pacifista, tiene la firme voluntad de invadir un territorio que considera históricamente suyo.

A Bielorrusia han llegado numerosas unidades militares. El número de tropas terrestres cerca de la frontera actualmente es de 130.000 hombres, según fuentes occidentales. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, informaba a principios de semana, que está previsto el desembarco de 30.000 soldados de combate adicionales, lo que supone el mayor despliegue militar desde el final de la Guerra Fría.

Despliegue de tropas rusasJosé Juan Kindelan

Llegados a este punto de movilización y despliegue militar de una y otra parte se imponen dos preguntas: ¿Cabe la esperanza de que la situación se pueda revertir? ¿Qué sólo estemos ante un pulso para ganar terreno militar y económico?

Los servicios de inteligencia ven, cada vez ven más cerca, la conflagración real y abierta

Los servicios de inteligencia ven, cada vez ven más cerca, la conflagración real y abierta. Sus analistas consideran que incluyendo la Marina y la Fuerza Aérea hay 150.000 efectivos, más otras unidades que están en camino, lo que supone que «Rusia puede tener suficientes fuerzas para una invasión decisiva a finales de este mismo mes». Así lo ha dicho el presidente del comité militar de la OTAN, Rob Bauer, este 7 de febrero en Vilnius (Lituania).

Se observan, más y más, «especialistas estratégicos» en la frontera, algo muy necesario para una invasión; pero el plato fuerte, calculan los analistas militares, lo ponen los «Grupos de Combate Táctico», compuestos por batallones de infantería, reforzados con blindados que se pueden desplazar rápidamente sobre el terreno. Cada uno de los grupos cuenta con entre 700 y 1.000 efectivos. También, se han observado, otras unidades de apoyo: médicos, equipos logísticos, ingenieros y regimientos de misiles y artillería.

La OTAN y Washington llevan semanas advirtiendo de la cercana posibilidad de invasión. Moscú lo niega, el suspense aumenta y los análisis más esperanzadores se aferran a que «el Kremlin quiera sembrar más miedo para persuadir a la OTAN y que ceda a sus exigencias de garantías de seguridad».

Pero hoy hay más noticias acerca de un aumento de la escalada, un nuevo factor muy decisivo: los últimos movimientos de la marina rusa. Se sabe que seis buques de desembarco de las flotas del Norte y del Báltico han entrado en el mar Negro. Son barcos diseñados para operaciones de desembarco anfibio que se dirigen a la costa de Ucrania. Tres de ellos han partido de Kaliningrado y entrado en el mar Negro, este mismo martes por la noche.

La flota del norte

Otros tres buques pertenecientes a la Flota del Norte han entrado en los Dardanelos, el miércoles por la mañana. «Esto duplica la capacidad de los barcos de desembarco rusos en el mar Negro» ha afirmado un alto funcionario de los servicios secretos a la prensa alemana. Observadores de inteligencia de la OTAN han seguido con atención estos movimientos navales «con ojos de águila» desde el mar del Norte y el Báltico.

El Ministerio de Defensa ruso no proporciona ninguna información sobre su destino y la inteligencia occidental afirma que los buques harían escala en la base naval de Sebastopol, en la Crimea anexionada a Rusia. Entonces, es muy probable que inicien un ejercicio que podría convertirse finalmente en una operación de desembarco real.

Odessa

El incremento de preocupación para los estrategas occidentales es alto pues calculan que usarán la movilidad de los infantes de marina, tras un desembarco, que les permitiría, «ocupar el corredor terrestre entre Crimea y Moldavia y aislar a Odessa». Lo que deja a Ucrania sin salida al mar Negro y a Odessa, su principal puerto naval y comercial. De esta forma: Rusia, vincularía la Crimea ocupada con la república moldava de Transnistria, una «Unidad territorial autónoma» con un estatus jurídico especial y controlada por un régimen pro ruso, donde hay ya estacionado un contingente de 1.500 soldados rusos.

Los barcos desplazados son de «clase Ropucha» (su designación soviética es «Proyecto 775») un tipo de barcos de desembarco grande que, entre 1985 y 1991, fueron construidos en Gdańsk, Polonia, para la Armada rusa. Cuentan con una capacidad de carga de 450 toneladas y compuertas a proa y popa para cargar y desembarcar vehículos.

630 metros cuadrados de cubierta

Su extensión de 630 metros cuadrados de cubierta les permite transportar hasta 25 vehículos blindados o diez tanques y llevar consigo 340 infantes de marina. El sexto barco movilizado es un «Pyotr Morgunov», buque de desembarco más moderno (de la clase «Ivan Gren») que puede llevar 13 tanques de combate principales y hasta 40 vehículos blindados ligeros, junto con dos helicópteros de ataque pesados y 300 soldados de infantería.

Es muy «probable» que los barcos estén al máximo de carga, según han comprobado los analistas de inteligencia por el nivel de profundidad de su casco. Los barcos se han desplazado acompañados por un submarino de clase «Kilo», código que la OTAN usa para identificar submarinos soviéticos de propulsión diésel y eléctrica, y que en la nomenclatura soviética pertenecían al «Proyecto 877 Paltus». El submarino salió de la base naval rusa de Tartus, en Siria, el pasado fin de semana. El Ministerio de Defensa ruso dijo que tan solo estaba «participando en ejercicios dirigidos por la Armada».

Desde el final de la Guerra Fria

Los analistas hoy afirman que Rusia no ha tenido tantos barcos de desembarco en el mar Negro desde el final de la Guerra Fría. Fuentes bien informadas, nos indican que «si el conflicto se desencadena la OTAN calcula que la invasión puede durar entre cuatro y seis semanas»; es el tiempo, consideran, que podrían aguantar las defensas ucranianas. Pero no creen que el ataque de los rusos se produzca hasta que finalicen los juegos de Pekín.

El mayor contingente se sitúa en las fronteras de Crimea, Bielorrusia y Donbás. Además del movimiento indicado, con buques de desembarco, también han movilizado la flota del Pacífico. Ya hay instalado un segundo hospital de campaña. Por lo que la inteligencia militar entiende, en este punto, que no van a disuadir. «Van a atacar», aseguran.

Por el momento, nuestras fuentes informadas confirman que la OTAN está reforzando las fronteras de Letonia, Lituania, Estonia, Rumanía y Bulgaria; se trata de impedir que el conflicto afectara a los países bálticos y el este de Europa.

Ataques cibernéticos

La OTAN no contempla, por supuesto, participar de un escenario de guerra; por lo que están pidiendo a todos los ciudadanos occidentales que salgan de Ucrania. Ahora bien, si se matara a un ciudadano o soldado estadounidense, por ejemplo, tendrían que entrar en conflicto. Asimismo, fuentes de inteligencia confirman un incremento de ataques cibernéticos, el último en Amberes.

Pensemos que el menor de los efectos previsibles, de una invasión en Ucrania para el resto de Europa, sería 1,2 millones de personas refugiadas que necesariamente se habrían de desplazar hacia el oeste. Una crisis humanitaria enorme.

Nuestro ministro de Exteriores, José Manuel Albares, llegando muy a la zaga a Kiev, llamaba el otro día al «diálogo, desescalada, distensión y si fuera necesario disuasión», pero un despliegue tan imponente apunta, lamentablemente, a otro escenario. Basta una escaramuza, un malentendido, una orden imprudente o un pulso firme que trate de imponer su voluntad para que se inicie una contienda capaz de dislocar de modo imprevisible el curso histórico del siglo XXI.