Guerra Ucrania Rusia
El servicio de inteligencia ruso, objetivo de la ira de Vladimir Putin
El presidente de la Federación Rusa culpa a los informes del FSB de la incapacidad de sus tropas para someter a Ucrania
Conoce la casa como si nunca hubiera salido de ella. Por eso, la ira de Vladimir Putin parece que supera cualquier límite. El presidente de Rusia no encaja bien las derrotas por pequeñas que sean, pero la que, en términos militares, le está infligiendo Ucrania con su resistencia, le desespera. La culpa de no haber sometido ya a ese vecino del que se considera amo y señor, se la adjudica Putin al FSB (Servicio Federal de Seguridad), la agencia de Inteligencia que sucedió al KGB.
Vladimir Putin fue director del FSB entre 1998 y 1999. La agencia tiene en el periscopio la vigilancia de todo lo que se mueve dentro y fuera de Rusia. Esto incluye a ministros como Serguéi Lavrov (Exteriores), Sergei Shoigu (Defensa) o entre otros, al general en jefe del Ejército, Valery Gerasimov bajo cuyas órdenes se desarrolla la invasión de Ucrania y cuyo poder podría tener los días contados. En peor situación podría encontrarse Alexander Bortnikov, leal a Putin desde los tiempos del KGB y máximo responsable de la FSB. Aunque, dada su relación con el presidente de Rusia no sería su cabeza la que rodaría si no la de Serguéi Naryshkin, en rigor, autor de la argumentación histórica para justificar la invasión y director del Servicio de Inteligencia Exterior.
El diario The Times publica un reportaje donde atribuye a la incompetencia de la FSB la «furia» del hombre que sueña con resucitar el imperio soviético. «Los informes finales que le entregaron los agentes sobre el terreno, en los que se describía el estado de situación en la etapa previa a la invasión, sencillamente, no fueron correctos», asegura Andrei Soldatov, co fundador y editor de Agentura, una página web de investigación que sigue la evolución de los servicios secretos rusos desde hace 20 años.
Aquellos documentos habrían servido de referencia para la estrategia de Putin que creyó poder hacer un ataque similar al ejecutado en la península de Crimea. Sorpresa, rapidez y eficacia, los tres elementos indispensables para una victoria express, le fallaron.
El primero, pese a la incredulidad de buena parte de la comunidad internacional, estaba publicado por medio planeta. Volodimir Zelenski no se cansaba de advertir que la guerra era inminente, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, hasta barajaba fechas que modificaba al no concretarse la invasión y los líderes europeos se hacían eco de la amenaza con similar preocupación.
La insistencia de Biden y la seguridad de los líderes occidentales se basaba en documentos de la CIA que con este episodio certero purgo sus pecados de Afganistán y puso en evidencia a la FSB.
El zarpazo mortal que pensaba asestar Putin a Zelenski también ha sido un fracaso. La invasión a la región separatista del Donbás cumplió con la velocidad del rayo que buscaba el ruso pero la toma de Kiev y de otras ciudades capitales sigue sin ser realidad.
No ha sido una organización competente
La inteligencia rusa no se dio cuenta de la capacidad de resistencia y de los reflejos de los ucranianos. Tampoco de que la respuesta con la que amenazaban un día y otro Europa y la OTAN, iba a ser tan demoledora para la economía y finanzas rusas. «No ha sido una organización competente», insiste en The Times Soldatov. El analista coincide en que en esos informes de escasa precisión, se encuentran buena parte de las razones que explican «por qué las cosas han ido tan mal para Rusia».
Dicho esto, no descarta que los análisis fueran correctos pero que los superiores no se atrevieran a decirle la verdad al hombre capaz de envenenar con polonio a un adversario político o de mandar asesinar a periodistas.
«El problema -asegura- es que es demasiado arriesgado que los superiores le digan a Putin lo que no quiere escuchar así que adaptan la información». El traje a medida para los oídos de Putin o el corte y confección de los informes, observa, «probablemente se realice en algún lugar entre el rango de coronel y general en el FSB».
El mito de los agentes rusos se desvanece con el testimonio de Soldatov. «Son personas de mente estrecha. No son como los oficiales del M16 que han estado en Cambridge y se supone que son la flor y la nata de su generación». Conocedor del medio, añade: «Con frecuencia entran en la FSB porque su padre y su abuelo también fueron oficiales de inteligencia. Es un trabajo bien pagado y te dan un piso».
Comisarios políticos
El FSB tiene operando en Ucrania a cientos de agentes y a otros tantos en unidades militares haciendo de «comisarios políticos». Sobre el cometido de estos, opina Philip Ingram, ex oficial de Inteligencia británico. «Se asegurarán de que no haya disidencia y de que se siga la línea del partido asustando a los comandantes y por lo tanto, a las tropas en el terreno con su enfoque»
Ingram habla en The Times con desprecio del FSB: «Sigue siendo una organización relativamente anticuada que intenta jugar al espionaje a la antigua, como siempre hizo». Sobre el malestar o «la furia» de Putin dice. «Está muy enojado, se puede ver en su lenguaje corporal, en la forma que gesticula, la terminología que usa… Les culpa por haberle dado el consejo que le empujó a tomar una decisión equivocada en Ucrania».