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Central nuclear de Zaporiyia, escenario de combate durante la guerra

Guerra Ucrania-Rusia

Disuadir a Putin, el gran desafío para evitar una confrontación nuclear

Ningún conflicto reciente ha estado tan cerca de convertirse en la Tercera Guerra Mundial

Estamos bajo una gran amenaza. En Viena, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) está preocupado por la ocupación de Ucrania por Rusia. Una gran potencia nuclear ha invadido un territorio con varias centrarles nucleares. Ninguna guerra en la historia se ha iniciado con una amenaza nuclear tan fuerte como esta invasión de Ucrania. Ningún conflicto reciente ha estado tan cerca de convertirse en la Tercera Guerra Mundial.

No es una exageración: una semana antes de iniciar la ofensiva, Moscú realizó ejercicios planificados de sus sistemas de lanzamiento nuclear. Días después, Vladimir Putin acusó falsamente a Ucrania de construir armas nucleares. Al comenzar la ofensiva, Putin advirtió que cualquier intervención exterior que se interpusiese en su camino: se enfrentaría a «consecuencias como nunca se han visto en la historia».

Los actores occidentales le acusaron a él y a su ministro de Exteriores de gravísima irresponsabilidad por hacer afirmaciones de este tipo y manifestar amenazas de este calibre.

Durante la ocupación de Ucrania, las tropas rusas atacaron y se hicieron con el control de instalaciones nucleares ucranianas, justificando que Kiev quería construir bombas sucias. Vimos explotar un misil balístico junto a la planta de Zaporiyia, la central nuclear más grande de Europa que cuenta con seis reactores nucleares y tiene una capacidad total de casi 6.000 megavatios. Todos temimos que la ocupación de Chernóbil nos devolviese a aquella catástrofe de 1986, incluso, en la vecina Rumanía la población se ha hecho masivamente con pastillas de yoduro de potasio por miedo a verse afectados por radiación.

Tanques en la central nuclear de ChernóbilAFP

Después, Putin puso en «alerta elevada» a sus fuerzas de disuasión, justo cuando las fuerzas rusas encontraron mayor resistencia de la esperada y, de hecho, pasaron a «un régimen especial de servicio de combate». Luego, el Kremlin probó una serie de simulacros de lanzamiento, posiblemente rutinarios, pero que según muchos analistas y observadores eran motivo justificado de pánico.

La cuestión es clara: «si el líder de un Estado con armas nucleares manifiesta su disposición de utilizarlas, hay que tomárselo en serio». En este caso, hay un gobierno que controla el mayor arsenal nuclear del mundo y que ha iniciado una invasión a gran escala con uso de una fuerza extrema contra una nación vecina, desafiando a toda Europa.

Lo más previsible es que Vladimir Putin use este «fantasma de la escalada nuclear» como cobertura para aplicar «tácticas cada vez más brutales sobre el terreno y para presionar a Kiev a que se rinda», como analizaba Olga Oliker, directora del programa de International Crisis Group para Europa y Asia Central (Foreing Affairs, marzo-2022). También busca atemorizar a la OTAN y disuadirla de toda tentación de intervenir en el conflicto, algo que hasta ahora está consiguiendo.

Occidente ha evitado cuidadosamente gestos y lenguaje que les involucre. Se ha limitado a imponer fuertes paquetes de medidas económicas y comerciales que, por el momento, no disuaden la decisión bélica del mandatario ruso, conscientes de los peligros que entrañarían otras medidas y para evitar que la situación se desborde. Solo queda ver desangrarse a Ucrania, sin intervenir, y, al tiempo, sostener el pulso a una federación rusa belicista y decidida a llevar esta guerra hasta el final.

Imágenes de la prueba de misiles guiados realizados por Corea del NorteKCNA / AFP

No es nada fácil. Incluso la UE se ha mostrado torpe en su aparente transparencia al aportar a Ucrania ayuda militar y logística cada vez más directa. La OTAN se arriesga, cada vez más, a tener un encontronazo con Rusia a pesar de tener toda la intención de evitarla. Todos queremos pensar que estamos lejos de llegar a un choque, pero un riesgo controlado no es lo mismo que «sin riesgo» y muchos creemos que el Kremlin está más dispuesto a utilizar armas nucleares de lo que se sugiere públicamente.

El uso de la energía nuclear, por parte de Rusia, se activaría si hay participación militar directa de la OTAN porque, según su doctrina rusa sobre «el uso de las armas nucleares», Occidente atacaría preventivamente sus capacidades nucleares lo que haría a Moscú adelantarse y lanzar la primera bomba.

Aun con todo, quienes seguimos con atención el día a día del conflicto y, a pesar de los elevados riesgos expuestos, mantenemos la esperanza (una dramática esperanza) de que Putin, hoy por hoy, no se enfrenta a ninguna amenaza seria a su poder para sobrepasar los límites de la guerra convencional.

Sus tropas conservan una enorme capacidad de combate para alcanzar y destruir sus objetivos militares y civiles en Ucrania. Lo que nos lleva, como se ve, a una gran contradicción en Europa: de un lado, apoyamos sincera y, diríamos, emocionalmente a esta nación valiente y, hasta ahora, libre que es Ucrania, pero de otro lado (y en contradicción) deseamos que Rusia no sufra un fuerte revés que le lleve a ascender una escalada «no convencional».

Realmente la amenaza, la gran amenaza nuclear rusa ha logrado su objetivo: disuadir la intervención directa de Occidente.