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El candidato a las elecciones presidenciales francesas Eric Zemmour, flanqueado por el alcalde de Moissac, Romain Lopez y la política Marion Maréchal durante una rueda de prensa, este sábadoAFP

Francia

La pandilla de Zemmour

El más conservador de los candidatos al Elíseo se ha rodeado de un equipo en el que coinciden un teniente general, un par de banqueros y un buen puñado de tránsfugas

La escena tuvo lugar el pasado 29 de enero en Madrid, ciudad que acogía, con Vox ejerciendo de anfitrión, a los principales partidos europeos de la corriente que algunos tildan de populistas y otros de derecha extrema. La delegación de la Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés), encabezada por su presidenta, Marine Le Pen, también incluía a uno de sus vicepresidentes, Nicolas Bay. Este último, preguntado a media mañana por un canal galo de información continua, dijo que no sabría a qué candidato estaría apoyando dentro de un mes. Una declaración lo suficientemente ambigua y grave como para que Le Pen replicara casi de inmediato: «Los que se quieran marchar, que lo hagan ahora».

Aludía no solo a Bay, sino también al eurodiputado Jérôme Rivière y al senador (por la provincia de Bouches-du-Rhône, la de Marsella) Stéphane Ravier. Los tres terminaron por aclarar sus posturas y se unieron a la candidatura de Éric Zemmour, siguiendo así los pasos del también eurodiputado Gilbert Collard, un abogado mediático, protagonista de una espectacular muda ideológica desde la izquierda –y desde la masonería– hacia la derecha más desacomplejada. Salvo Ravier, lepenista histórico hasta el 13 de febrero, el resto de tránsfugas venidos directamente del RN ha hecho idas y venidas entre la derecha moderada –Rivière– y el RN o diversos partidos de la derecha más dura, entre las diferentes capillas que componen esta última, como es el caso de Nicolas Bay.

Desde las filas de Marine Le Pen se muestran tranquilos: estos cambios, aseguran, generan estruendo mediático, pero apenas desplazan votos. Parece que las últimas tendencias demoscópicas les dan la razón. También encaja en esta categoría Guillaume Peltier, cuya carrera ha transcurrido entre Los Republicanos –el partido fundado por Nicolas Sarkozy– y el Movimiento por Francia del conservador Philippe de Villiers. Peltier es el único fichaje de peso de Zemmour que procede de Los Republicanos, partido en decadencia, cuyos tránsfugas han optado por engrosar las filas de Emmanuel Macron.

Marion Maréchal, durante un mitin de campaña de Zemmour, la semana pasadaAFP

Sea como fuere, los recién llegados al bando no forman parte de un núcleo duro de la campaña encabezado por el teniente general Bertrand De La Chesnais, de 63 años, oficial de infantería, con experiencia en unidades paracaidistas y en teatros de operaciones africanos y balcánicos. En 2020, ya en la reserva, intentó, sin éxito, hacerse con la alcaldía del municipio meridional de Carpentras a la cabeza de una coalición apoyada por toda la derecha conservadora local.

Ahora se ha decantado por dirigir una estructura de reciente creación en la que juegan un papel crucial dos banqueros que forman parte del proyecto de Zemmour cuando aún estaba en fase embrionaria. El primero, Jonathan Nadler, que ha dejado un puesto de relevancia en JP Morgan mientras dure la campaña electoral, reúne con carácter semanal el grupo que congrega a los responsables de los 28 «polos temáticos» que determinan el argumentario del candidato. El segundo, Julien Madar, antiguo empleado de la Banca Rothschild, es el encargado de la captación de fondos. De momento, cumple su cometido con creces.

Sarah Knafo (izqda.) acompaña a Zemmour durante una entrevistaAFP

En el aparato cabe asimismo destacar la figura de Antoine Diers, director adjunto de la estrategia, y probablemente el único funcionario en activo que proclama su apoyo a Zemmour. Otro, el consejero de Estado Vincent Uher, con experiencia en la Comisión Europea, se hace algo más discreto. Entre la élite funcionarial también destaca el embajador Pierre Brochand, antiguo director del espionaje exterior. Pero al igual que De La Chesnais, ya está jubilado, por lo que ya no asume riesgos. Sí que los asume, aunque su situación es muy distinta, Stanislas Rigault, de 22 años, presidente de Generation Z, la rama juvenil de Reconquête, el partido de Zemmour.

Rigault es una de las principales revelaciones del zemmourismo: habitual de las tertulias televisivas y radiofónicas –en las que pasa la mayor parte de su tiempo–, habla sin dejarse intimidar y exaspera al adversario: bien lo sabe el diputado izquierdista Alexis Corbière, cuya mujer intentó agredirle al final de un debate hace pocas semanas. Un estilo y unos mensajes que coordina con Isabelle Muller, directora de comunicación de la campaña, con gran experiencia en el sector y a la que algún medio atribuye vínculos con el Opus Dei. El próximo 10 de abril, día de la primera vuelta, se sabrá si la labor de este original equipo ha sido eficaz: Zemmour ha dejado claro que su objetivo es estar en la segunda vuelta.

¿Dúo de damas o duelo de damas?

Por un lado, Marion Maréchal, de 33 años, nieta de Jean-Marie Le Pen, ex diputada –una de las más jóvenes de la Francia contemporánea– por la provincia de Vaucluse entre 2012 y 2017, hoy dedicada al rearme intelectual de la derecha conservadora a través del Institut des Sciences Sociales, Économiques et Politiques, que dispone de una rama española. Hace ya años que abandonó la Agrupación Nacional, pero su apoyo a Zemmour, oficializado el 6 de marzo, hizo que casi se le saltaran las lágrimas a su tía Marine, que la crio.

Por el otro lado, Sarah Knafo, de 28 años, directora estratégica de la campaña de Zemmour y su compañera sentimental desde 2021. Magistrada en excedencia del Tribunal de Cuentas tras haber estudiado en la elitista Escuela Nacional de Administración, hoy suprimida, es la persona más influyente del entorno de Zemmour. Maréchal aporta el conservadurismo sin complejos; Knafo, el sentido del Estado y la tradición jacobina. Las malas lenguas ya hablan de rivalidad entre ambas. Pero de momento se mantiene la calma.