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Un hombre camina por una calle bombardeada en Mariúpol, el 10 de marzoGTRES

27 días de guerra en Ucrania

La obsesión de Putin con Mariúpol: ¿por qué su captura es tan importante para Rusia?

El ensañamiento de las tropas rusas con la ciudad portuaria ha alcanzado desde el inicio del asedio, hace ahora tres semanas, unas cotas de crueldad inéditas en cualquier otra localidad ucraniana

Bombardeos, combates y un brutal asedio sin precedentes. El ensañamiento de las tropas rusas con Mariúpol, la ciudad portuaria a medio camino entre la península de Crimea y Rusia, ha alcanzado desde el inicio del sitio, hace ahora tres semanas, unas cotas de crueldad inéditas en cualquier otro enclave ucraniano. Refugios de civiles arrasados hasta los cimientos, bloqueos y cortes de suministros y cerca de 2.000 ciudadanos masacrados, según las autoridades locales, moldean un tétrico escenario de miedo y barbarie calificado por la Cruz Roja como «apocalíptico». Una situación que plantea una pregunta ineludible: ¿por qué esa dureza, en comparación con otras ciudades que, pese a que son también blanco de ataques, no han sido sometidas –por ahora– con la misma intensidad que Mariúpol?

Con una población de 430.000 habitantes y perteneciente al óblast (zona) de Donetsk, el municipio alberga el segundo puerto de Ucrania tras Odesa y una poderosa industria de acero. Su dominio permitiría el control del corredor Crimea-Rusia (actualmente para pasar a la península desde el lado ruso por tierra hay que hacerlo a través de un puente que Putin mandó construir sobre el estrecho de Kerch, que separa el mar de Azov del mar Negro). Pero su toma se traduciría, sobre todo, en una salida al mar de Azov desde suelo ucraniano, con todas las fuentes de ingresos, recursos y poder estratégico que eso supone. Y facultaría a Rusia para intensificar la guerra desde el sur.

Pese a que el estruendo de ahora ha dirigido todas las miradas hacia ella, la ciudad lleva años siendo escenario de enfrentamientos entre ucranianos y partidarios de la unión a Moscú. Con un 80 % de población rusoparlante, su inclinación política había sido siempre de orientación prorrusa. Pero en los últimos años, tras las acciones del Kremlin y sus acólitos en el Donbás, Mariúpol ha cambiado de parecer.

Así se encuentra a fecha de 22 de marzo el asedio de Rusia a MariúpolKindelán | El Debate

Putin, según admitió el propio presidente en una reunión con gerentes de medios rusos, se abstuvo de lanzar un ataque contra la ciudad en 2014, cuando los prorrusos impulsaron una primera incursión, para no disgustar al oligarca local Rinat Akhmetov, afín a Moscú. En agosto de ese año, primero; y enero de 2015, después, los combatientes del Donbás volvieron a cargar contra Mariúpol, que fue recuperada por las fuerzas ucranianas cinco meses más tarde y permanece bajo su control desde entonces.

Por todo ello, y con la paciencia al límite tras semanas de resistencia en condiciones infrahumanas, Rusia ha conminado a la ciudad a rendirse para salvarse de la destrucción total. Un ultimátum que ha sido rechazado de inmediato por el Gobierno, cuyo presidente, Volodímir Zelenski, lo ha calificado de «delirio». «Lo que los agresores han hecho con una ciudad pacífica es un acto de terror que será recordado en los siglos venideros», ha afirmado el ucraniano, que se niega a reconocer cualquier tipo de soberanía y a ceder al chantaje de Rusia, ya que su entrega, aseguran desde el Ejecutivo, podría desencadenar un efecto dominó que diera paso a la capitulación de otras ciudades.

Bastión de resistencia

«Gracias a Mariúpol, se está salvando a Kiev, Dnipró y Odesa. Todo el mundo debe entenderlo», ha apuntado el ministro de Defensa ucraniano, Oleksiy Réznikov, que subraya a su vez que las fuerzas que defienden Mariúpol «están desempeñado un enorme papel en el desmantelamiento de los planes del enemigo y en la mejora de nuestra defensa».

Una gestante, tras sobrevivir al bombardeo al hospital de maternidad atacado por Rusia el pasado 9 de marzoGTRES

Pese al ultimátum, las posibilidades de una captura rápida de la ciudad se antojan remotas para los combatientes. Así lo ha admitido el líder de la autoproclamada República Popular de Donetsk, Denís Pushilin, que reconoció ayer, lunes, que sus fuerzas no podrán tomar Mariúpol «ni siquiera en una semana» por los «varios miles de combatientes de los batallones nacionalistas ucranianos» que defienden la ciudad en estos momentos. «Hacernos con Mariúpol no va a ser cosa de dos o tres días, ni siquiera de una semana (…) desafortunadamente, la ciudad es grande», declaró en el canal público ruso Rossiya 1. Uno de los escuadrones que luchan en Mariúpol es el Batallón Azov, calificado de neonazi por las autoridades rusas y cuya financiación fue vetada por el Pentágono en 2017 (si bien Rusia lo ha acusado en los últimos días de haber recibido armamento de EE.UU.).

Mientras tanto, con un hospital infantil y de maternidad, dos refugios con cientos de civiles en cada uno y decenas de edificios e infraestructuras bombardeadas, Mariúpol, con cientos de miles de personas atrapadas en su interior, resiste de manera estoica. Por ahora.